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Día del Padre
El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El Día del Padre, pero ¿qué clase de padre?

La fiesta, inventada en EEUU hace más de cien años, debería adaptarse a las nuevas formas de familia

Un niño prepara su regalo para el Día del Padre.
Un niño prepara su regalo para el Día del Padre.Alfredo Arias

Muchas personas de la generación del desarrollismo español, la de los últimos cincuenta y los sesenta, crecieron pensando que la celebración del Día del Padre era un invento de unos grandes almacenes con el fin de aumentar sus ventas. Que, por otra parte, coincidiera con la fiesta de San José, el 19 de marzo, y no en junio como en otros países, parecía muy coherente en esa España franquista en la que la Iglesia, en connivencia con el poder político, aprovechaba cualquier ocasión para arrimar el ascua a su sardina aunque fuera con una versión manipulada de la historia.

Porque resulta que fue la estadounidense Sonora Smart Dodd —bendito Google— la que inventó tal celebración en reconocimiento a su padre, Henry Jackson Smart, quien enviudó al fallecer su mujer en el alumbramiento de su sexto hijo. Era a comienzos del siglo XX y el granjero añadió a su tradicional rol masculino las labores entonces propias de la condición de madre, lo que le convirtió en un progenitor seguramente singular y, sin duda ninguna, muy completo.

Todo eso ocurrió hace ya más de 100 años y parece que ha pervivido dada la inmovilidad de la estructura familiar durante largo tiempo. Pero el nuevo, y afortunado, concepto de unidad familiar debería llevar a plantear una reflexión de la susodicha fiesta, al menos en este país, donde durante décadas, y asumiendo que cualquier generalización es injusta, la figura paterna se asoció principalmente al ejercicio de la autoridad y el bienestar económico y dejó a la madre el papel de cariñosa cuidadora y organizadora del hogar.

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Hoy, además de las familias consideradas tradicionales, hay familias con padre y madre del mismo sexo y familias monoparentales. Y sus cabezas, todas ellas, comparten el mismo amor por los hijos y las mismas responsabilidades. ¿No deberíamos revisar esa fiesta —y la de la madre— y hacerla más integradora?

En 1993 la ONU proclamó el 15 de mayo como el Día Internacional de las Familias, una celebración que en España pasa completamente desapercibida. Ello pese a que su conmemoración —y no el Día del Padre o de la Madre— significaría un nuevo mensaje de gratitud a quienes crían, educan y aman a sus hijos al margen de roles y sexos.

Según los últimos datos de la Encuesta de Hogares Familiares difundidos por el Instituto Nacional de Estadística, el número de hogares monoparentales, los que están formados por uno solo de los progenitores con hijos, era ya de casi 1,9 millones en el año 2015, lo que supone el 10% del total, y va en aumento. Un día como el que propone Naciones Unidas fomentaría la tolerancia, eliminaría barreras de género... y de paso no haría que algunos niños con padres “diferentes”, o simplemente sin ellos por las razones que fuera, se sintieran desplazados estos días cuando en el colegio hacen sus trabajos manuales para un tipo de padre predeterminado y no para su entorno familiar, sea cual sea su composición.

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