¡Feliz día del padre feminista! (y los 364 días que quedan para demostrarlo)
El feminismo supone una oportunidad extraordinaria para hacernos mejores padres y hombres más justos
En muchos lugares del mundo, el 19 de marzo se celebra el día del padre. ¡Qué bueno! Más allá de celebrar la vida, las relaciones, reconocer a nuestros ancestros o aumentar las ventas de taladros, zapatos o perfumes de determinadas empresas, es una ocasión extraordinaria para hacer una revisión crítica de las paternidades y el papel que tenemos los hombres en los cuidados, en clave feminista.
Todas las estadísticas constatan que implicación de los padres en los trabajos reproductivos y de cuidados sigue siendo dolorosamente desigual. Y aunque la tendencia hacia posiciones y prácticas más igualitarias ha ido en un lento pero paulatino aumento en las últimas décadas, es especialmente visible en el escaso número de padres que reducen su jornada o se acogen a excedencias para cuidar (menos del 7%). Es por eso que el Día del Padre, más allá de la celebración, debería convertirse en una fecha para la reflexión sobre las relaciones de género que establecemos los hombres con las mujeres con las que compartimos la vida, y el compromiso con el cambio hacia actitudes y prácticas más igualitarias. O lo que es lo mismo, reivindicar en clave igualitaria aquello que vamos a hacer los 364 días restantes.
El Día del Padre debería ser una fecha de reflexión sobre las relaciones de género que establecemos los hombres con las mujeres con las que compartimos la vida
En el mensaje de Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora ejecutiva de ONU Mujeres, con ocasión del Día Internacional de la Mujer, nos recordaba que demasiadas mujeres y niñas de todo el mundo dedican un número excesivo de horas a las responsabilidades del hogar. Habitualmente destinan a los trabajos reproductivos y de cuidado más del doble de tiempo que los hombres y niños. Esta división desigual del trabajo no remunerado, fundamental para que la vida sea posible, está directamente relacionada con la limitación de las posibilidades de empoderamiento y empleo de las mujeres y niñas.
Aproximadamente el 80% de los hombres serán padres biológicos en algún momento de sus vidas y prácticamente todos los hombres tenemos alguna interacción socializadora con las niñas y los niños. Como nos recuerda Silvia Nanclares, las opciones de las personas que optan por el “extincionismo” son tan legítimas como las de quienes hemos decidido reproducirnos. Pero para que la vida siga, los padres importan e impactan. Lector, lectora, os invito a que reflexionemos unos segundos sobre nuestro padre, y pensemos y sintamos cómo influyó, el padre que tuvimos (o el que se ausentó), el tipo de relación que estableció con nosotras, en lo que hoy somos y hacemos. (Vaya de paso mi pequeño homenaje al mío, un buen hombre, un buen padre).
Sean padres biológicos, padrastros, padres adoptivos o sustitutos o tutores; sean hermanos, tíos o abuelos; sean parte de una relación de pareja del mismo sexo o del sexo opuesto; y vivan o no con sus hijos, la participación de los hombres en el cuidado diario de otros tiene una influencia duradera en las vidas de las niñas, los niños, las mujeres y los hombres, así como un impacto permanente en el mundo que los rodea.
Los padres, por usencia o presencia, aportan modelos identitarios de referencia sobre qué es ser un hombre, que producirán efectos profundos y que perdurarán toda la vida, sobre todo, en la construcción de las identidades y expectativas vitales, tanto de sus hijas como de sus hijos. Desde esta mirada crítica de la realidad, cada vez contamos con mayor evidencia científica de que la implicación de los hombres en la crianza y los trabajos reproductivos es un factor clave para la transformación de la realidad hacia paradigmas sociales y de relación más justos e igualitarios.
La paternidad positiva, que es por definición igualitaria, presente, comprometida y equitativa, es un poderoso factor de transgresión y transformación de los roles sociales asignados culturalmente a los hombres, que presenta ventajas que son constatables para las niñas, los niños y las parejas que conviven con estos hombres.
Cuando hablamos de paternidad positiva, nos referimos al proceso de transformación de la identidad de los padres (hombres) como cuidadores, lo que supone cambios importantes en el comportamiento a través la implicación activa en la crianza, fundamentado en el interés superior de las criaturas. Se trata de padres que se implican activamente en los cuidados y trabajos reproductivos, desempeñando roles y prácticas igualitarias, facilitando y apoyando el empoderamiento y el desarrollo óptimo de sus parejas. Son prácticas de paternidad que desarrollan y amplían las capacidades emocionales y pedagógicas de quienes las ejercen. Nos estamos refiriendo a formas de ser padres basadas en paradigmas pacíficos y de deslegitimación de la violencia. Son paternidades que ofrecen reconocimiento y orientación a las criaturas, y que incluyen el establecimiento de límites.
El cambio de los hombres hacia actitudes más igualitarias, además de ser una justa demanda de las mujeres, es una cuestión política de primer orden, que está recogida por las instituciones europeas, pero que los estados (como el nuestro) se resisten sistemáticamente a aplicar y desarrollar. No tenemos que olvidar que en el ámbito de la Unión Europea, el Plan de trabajo para la igualdad entre las mujeres y los hombres 2006-2010 (más conocido como la hoja de ruta para la igualdad) establece que “debería animarse a los hombres para que asuman sus responsabilidades familiares, sobre todo estimulándoles a disfrutar de permisos parentales y de paternidad y a compartir con las mujeres el derecho a estos permisos”.
En las conclusiones de una investigación sobre paternidades positivas, Cambios y retos en la implicación de los padres en la crianza y la corresponsabilidad, que coordiné el año 2016 para el Gobierno Vasco, constatamos que el momento de la paternidad-maternidad es clave para la igualdad en el ámbito familiar. El incremento de las necesidades de cuidado que se produce, genera necesariamente cambios en las relaciones, que pueden suponer una oportunidad única para establecer nuevos pactos de convivencia en clave igualitaria y corresponsable en la pareja y el sistema familiar, o por el contrario, perpetuar y agudizar los roles de género convencionales, en detrimento de las posibilidades de empoderamiento de las mujeres.
La implicación de los hombres en la crianza y los trabajos reproductivos es un factor clave para la transformación de la realidad hacia paradigmas sociales y de relación más justos e igualitarios
Otro de los hallazgos clave de la investigación es que ideológicamente tanto los hombres como las mujeres valoramos en un alto grado la igualdad en nuestras relaciones, pero que las prácticas igualitarias, y sobre todo el cambio en los hombres, dependen más de elementos estructurales como la existencia o no de permisos de paternidad y maternidad iguales e intransferibles o de que su pareja tenga un empleo mejor remunerado y de mayor cualificación, que con que se identifiquen con la igualdad o el feminismo. Lo que quiere decir que hay más posibilidades de que un padre sea más corresponsable en la medida en que su pareja esté más empoderada en el ámbito laboral aunque sea más conservador en lo ideológico, que un hombre feminista que sea el sustentador económico principal.
El panorama de los padres
En el año 2015 se presentó en Nueva York, en la sede de ONU Mujeres, el Panorama del Estado de los padres en el mundo (State of the World’s Fathers). Algunos de los hallazgos clave, apoyados en investigaciones contrastadas destacan varios hechos.
La paternidad positiva es un factor de salud
Contribuye a que las hijas y los hijos crezcan más sanos. Existe constatación de que la participación del padre afecta a los hijos e hijas tanto como la participación de la madre. La intervención de los padres se ha relacionado con un aumento del desarrollo cognoscitivo y del rendimiento académico, una mejor salud mental de los niños y las niñas, así como con tasas de delincuencia más bajas entre los hijos varones. Estudios realizados en múltiples países han demostrado que la interacción de los papás es importante para que sus hijos e hijas adquieran empatía y aptitudes sociales
La paternidad positiva contribuye al empoderamiento de las mujeres
Facilita que las mujeres y las niñas de hoy alcancen su máximo potencial. Al ser corresponsables de los cuidados y las tareas domésticas, los hombres apoyan la participación de las mujeres en la fuerza laboral y la igualdad de las mujeres en general. La paternidad equitativa también se transmite de generación en generación: se ha comprobado que contribuye a que los niños acepten la igualdad de género y a que las niñas tengan sentido de autonomía y empoderamiento.
Incide directamente en la disminución de la violencia contra las mujeres
Se ha confirmado mediante estudios de investigación que determinadas formas de violencia, en particular la violencia perpetrada por los hombres contra sus parejas, a menudo se transmiten de generación en generación. Los datos obtenidos en ocho países revelaron que los hombres que de niños vieron a la pareja de su madre pegarle, de adultos tenían de dos a dos veces y media más probabilidades de usar la violencia contra su pareja. Mientras que una división más equitativa de los cuidados está asociada con una reducción en los índices de violencia contra los hijos e hijas. Por ejemplo, un estudio representativo del país llevado a cabo en Noruega encontró que las tasas de violencia perpetrada por las madres y los padres son más bajas en los hogares donde los cuidados proporcionados por ambos eran más similares.
La paternidad positiva hace a los hombres más felices y sanos
Los padres que se apegan de forma más positiva a sus hijos e hijas afirman que esta relación es una de las razones más importantes de su bienestar y felicidad. Algunos estudios señalan que los padres que tienen una relación estrecha y sin violencia con sus hijos e hijas viven más, padecen menos problemas de salud mental o física, tienen menos tendencia a abusar de las drogas, son más productivos en sus trabajos y dicen sentirse más felices que los padres que no dicen tener este tipo de relación con sus hijos e hijas.
Producen beneficios económicos
Si las mujeres participaran en el mercado laboral tanto como los hombres se estima que el producto interno bruto (PIB) podría aumentar un 5% en Estados Unidos, un 9% en Japón, un 12% en los Emiratos Árabes Unidos y un 34% en Egipto. Se acumula la evidencia de que conceder licencia familiar con sueldo es bueno para los negocios: mejora la retención del personal y reduce su rotación, aumenta la productividad y sube la moral, e incluso disminuye el ausentismo y los costos de capacitación.
Niños y niñas, mujeres y hombres, se benefician cuando los padres toman licencia o permiso de paternidad. La licencia de paternidad es un paso vital para que se reconozca la importancia de compartir el cuidado de los hijos e hijas y constituye un medio importante para promover su bienestar y la igualdad de género en los hogares, el trabajo y la sociedad en su conjunto.
En definitiva, la paternidad, para muchos de nosotros, ha sido la experiencia vital más conmovedora, profunda y transformadora (pero también perturbadora y desempoderante, y a veces angustiante) que hemos tenido la suerte de elegir vivir. Como seguramente hubiera dicho hoy en día Simone de Beauvoir, “el padre no nace, se hace”, y el feminismo supone una oportunidad extraordinaria para “hacernos” mejores padres y hombres más justos. Y en este lío compartido, quienes lo compartimos en equipo, podemos aprovechar para aprender a liberarnos juntas, mientras “madreamos” y “padreamos”. Feliz día. Feliz vida.
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