Feminismo para hombres
Se trata, quizás, de perder privilegios para ganar libertad
Cuando un hombre se acerca al feminismo suele hacerlo planteándose preguntas similares a las siguientes: ¿qué rol pienso que deberían ocupar las mujeres en nuestra sociedad? ¿Considero que tiene que cambiar, que debe avanzar, para así alcanzar una igualdad plena? Si la respuesta se parece a un sí, entonces resuelve ser feminista. Normalmente, todas las demás cuestiones que le vayan surgiendo colgarán de este reposicionamiento con respecto al papel de la mujer. Pero este proceso suele ocultar otro, complementario, que no solo es una obligación, sino que también puede constituir toda una oportunidad.
Las desigualdades sociales son casi siempre cosa de dos extremos, más que de una desviación respecto a la media. En el caso del género, la correspondencia del rol subalterno de las mujeres es la construcción de una identidad masculina dominante. Sin lo segundo no existe lo primero. Es normal que el foco tienda a ponerse en la figura femenina, pero al mismo tiempo para nosotros el trabajo pendiente no solo es unirnos a la causa, sino preguntarnos en qué consiste nuestra identidad, qué rasgos de ella hemos asumido como propios y por qué lo hemos hecho.
Es una obligación y una responsabilidad, efectivamente, porque sin una reconsideración del papel social de los hombres parece imposible que se rompan techos de cristal, se cierre la brecha laboral, disminuya la violencia y los abusos o que el reparto de los cuidados y de las tareas en el hogar sea equilibrado. Tenemos que vernos a nosotros mismos limpiando, criando, renunciando, perdiendo y, en definitiva, cambiando.
Pero al mismo tiempo es una oportunidad porque los roles masculinos son, aunque mucho más ventajosos que los femeninos, también en gran medida heredados, construidos a base de expectativas más o menos explícitas que la sociedad impone sobre los hombres. Ponerlos en tela de juicio abre nuevas puertas en nuestra construcción identitaria. No pocos se sorprenderán al descubrir que se sienten más cómodos escogiendo algo distinto de aquello que el mundo les tenía preparado. Se trata, quizás, de perder privilegios para ganar libertad. @jorgegalindo
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.