Bottega Veneta y la desigualdad entre hombre y mujer
La firma italiana muestra una inspirada colección femenina junto a sus propuestas para el hombre en la semana de la moda de Milán
Toda la colección de Jil Sander para el otoño-invierno giraba en torno al juego de proporciones. Los hombros caídos y las solapas sobredimensionadas definían su línea de abrigos y trajes de chaqueta. Sobre ellos, chaquetones de pluma que reproducían el patronaje de los de sastrería. Algunas americanas se ceñían a la cintura evocando la silueta de un reloj de arena. Las faldas rectas de corte geométrico aparecieron primero en paño dejando asomar por su apertura lateral el bajo de las camisetas; y después, interpretadas en acolchado y acompañadas por tops a juego. Intercalados entra las piezas, surgían vestidos de canalé con espaldas esculturales y acabados asimétricos. También sudaderas sobre amplios pantalones masculinos. La paleta de colores básicos –marrón, negro, blanco y rojo- se rompía al final con una serie de vestidos en tonos metalizados que conservaban la estructura de las hombreras amplias e inclinadas que Rodolfo Plagialunga, director creativo de la firma, propone como elemento definitorio para la próxima temporada.
En el otro extremo del catálogo creativo se sitúa Bottega Veneta. Como ya hiciera Gucci el miércoles, la firma italiana mezcló sobre la pasarela sus propuestas de hombre y mujer. Aunque con resultados muy distintos. “Hombre y mujer se completan. Han sido diseñados al mismo tiempo y hablan el mismo lenguaje”, argumentaba Tomas Maier, director creativo de la casa. Pero lo cierto es que colección masculina, compuesta fundamentalmente por esmoquins, no aguantó la comparación con los deliciosos vestidos de noche que transportaban a los invitados a la Alemania de los años cuarenta. Con los hombres armados, la cintura alta y decoradas con detalles metalizados y cristales, estas piezas en crepé de seda robaron el protagonismo a la línea de abrigos de cashmere y, por supuesto, a las prendas para el hombre.
Y es que puede que esta fórmula de presentación mixta sea tendencia, pero como prueba el desfile de Bottega Veneta no resulta exportable a todos los proyectos.
Tampoco el show que Missoni organizó el sábado sobre la pasarela hubiese funcionado bajo el amparo de otra marca. Unos gorritos de punto rosa esperaban en su asiento a cada invitado al evento. Se trataba de una versión missoniana de los pussyhats, los sombreros que llevaban las participantes de las manifestaciones por los derechos de las mujeres que tomaron Estados Unidos el pasado 21 de enero. Al terminar el desfile –en el la marca jugaba a reproducir el mismo estampado en sus icónicas prendas de punto y en los elementos de visón que las complementaban- Ángela Missoni tomó el micrófono e invitó a todos los allí presentes a unirse a ella en el centro de la pasarela para demostrar que “el mundo de la moda está unido”. Muchos lo hicieron, pero muy pocos se coronaron con el pussyhat. Aunque todos se marcharon con el guardado en el bolso.
Elisabetta Franchi se retrotae a los años viente para darle una vuelta de tuerca a su querencia por los vestidos de noche, el glamour y sus brillos. Desde las batas de seda con puños de piel que evocan los tocadores de las grandes estrellas del cine, hasta los vestidos de corte sirena de lentejuelas, pasando por los opulentos abrigos y los tocados y boinas. Un largo desfile que dejó una de las mejores bandas sonoras de la semana de la moda de París con la canción de la serie Narcos de Pedro Bromfman como guinda.
Ermanno Scervino basó su desfile en el contraste entre los trajes de cuadros Príncipe de Gales y los vestidos de delicado encaje que se han convertido en el best seller de la marca.
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