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La paradoja y el estilo
Columna
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Con la tiara bien puesta

Letizia lució la diadema como un sentencia real que pone a las cuñadas en su sitio

Juliana Awada y la reina Letizia.
Juliana Awada y la reina Letizia.POOL (REUTERS)
Boris Izaguirre

Nos habíamos desanimado con el resultado del juicio al Instituto Nóos. Tras 11 años de escándalo, la sentencia, solo hizo levitar a unos pocos. Hasta que el miércoles la reina Letizia recibió al presidente de Argentina con una tiara XL. La tiara de Victoria Eugenia. ¿Para qué escribir más sobre Nóos cuando se puede hablar de la tiara? Esta tiara solo la puede usar la reina de España y Letizia lo ha hecho por primera vez esta semana. La semana posterior a la sentencia. Y lució como una sentencia real brillante que pone las cosas y las cuñadas en su sitio.

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Aún no sabemos bien qué pasará con Urdangarin, si todo se quedará en nada. Como si no hubieran pasado esos 11 años necesarios para saber lo que la infanta Cristina no sabe (como ha dicho en el juicio) pero para quedarnos sin saber lo que si sabe (que sería lo importante).

Sabiendo, quizás, que caeríamos en el desánimo y como los reyes velan por nuestro bienestar, han sacado balones fuera y han traído a lo mejor de la selección argentina para un encuentro amistoso en Madrid. España y Argentina recuperan las buenas relaciones diplomáticas de siempre. Y cuando se trata de encuentros entre sus jefes de Estado siempre resultan un buen derbi. Uno de los momentos más recordados de Evita Perón fue su visita a Francisco Franco y Carmen Polo en 1947. Evita llegó en junio, enjoyada a todas horas pero, sobretodo, con pieles en verano. Se le criticó, la señora Franco marcó más aquella mueca que tenía por sonrisa pero Evita insistió con sus pieles y sus joyas porque estaba transmitiendo su mensaje: ellos, su pueblo, “quieren verme así cuando viajo por Europa”, decía. Y la jugada le salió perfecta. La historia la recuerda con ese glamur medio robado a Lana Turner. Por esas pieles y ese arrebato Evita tiene un musical y Carmen Polo ni una miniserie en Telemadrid.

Setenta años después, nos visita Juliana Awada, la actual primera dama argentina, con su marido, Mauricio Macri, líder de un partido que casualmente se llama Propuesta Republicana. Awada ya ha mantenido derbis estilísticos muy observados, como el jugado con Isabel Preysler el año pasado en Buenos Aires. Pero en esta ocasión con la Reina, coincidieron vestidas casi iguales. En Argentina aseguran que España falló en el protocolo al no informar que color llevaría la Reina. Todos sabemos que los argentinos tienen un ego que requiere de mucho protocolo.

Elena Ochoa, en Arco.
Elena Ochoa, en Arco.GTRESONLINE

Awada supo recuperar unas gotitas de peronismo con una piel ecológica sobre los hombros. Y calzaba unos Valentino, carísimos, cuestan 2000 dólares, para que pudiéramos distinguirla como figura aspiracional rodeada de los accesorios que lo certifican. ¡No puedo más con esos zapatos con remaches! Pero una buena amiga insiste en que representan la globalización: de Argentina a Jordania, las mujeres los usan porque las hace sentirse como Cleopatra conquistando Roma. No sé.

Quien de verdad ha ganado el debate estilístico es Elena Ochoa en su visita a ARCO. Llegó a la feria de arte con unas maxi gafas en plan realidad virtual en un guiño contemporáneo a Peggy Guggenheim. Asi es como hay que ver las cosas, con otra óptica. Supo sumarle un chaleco tecnológico, como si llegase del futuro, que es donde vive, en una nave espacial, mejor diseñada por su marido Norman Foster, que la de Star Treck. Bienvenida, Elena.

En otra nave, Irene Montero y Pablo Iglesias sellaron su amor con un beso. Estoy convencido de que Iglesias nos presentó, a mi y a Irene, en la entrega de los premios Ortega y Gasset. El sin americana y ella con sudadera y zapatillas de plataforma. Nada de tiaras ni valentinos. Eso nos confirma que nuestra democracia y nuestro mercado disponen de cantidad de caras nuevas y estilos para el relevo. Encuentro que Pablo ha madurado en su elección de compañera, porque Irene tiene un pedigrí impecable: morena y de Vallecas. Mientras que Tania Sánchez, su anterior compañera, es rubia y de Rivas.

Los periódicos publican fotos de Irene y Pablo super felices en su escaño del Congreso y Errejón, la otra carita de Podemos, detrás con aspecto desolado. Muchos romances terminan así, con la novia ocupando el puesto del amigo. Pero ahora, casi me tranquiliza ver a Pablo enamorado mientras Iñaki rueda con su bicicleta por las calles de Ginebra y que la que no ruede por ahí sin tiara sea Letizia.

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