Niños enrolados para la pesca en Ghana
Una investigación en tres ciudades de la costa del país africano alerta de que miles de menores ghaneses se ven forzados a trabajar en labores del mar
Unos 168 millones de niños son forzados a trabajar. Ya sea por mafias, por explotación familiar o por el simple ejercicio de sobrevivir en un entorno complicado. Y esto supone también abandonar la educación, un derecho fundamental para “disfrutar de una vida social y construir su propio futuro”, según la Convención sobre los Derechos del Niño ratificada por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas en 1989. En la costa de Ghana, estos números se hacen visibles: el tráfico de menores para enrolarlos en la pesca se puede registrar a diario.
Es lo que han hecho en Ubelong. Esta ONG con sede en Washington ha recorrido tres ciudades del litoral ghanés —Senya, Fetteh y Nyanyano— para mostrar las condiciones de miles de niños de este país del África subsahariana. El director del proyecto, el español Raúl Román, cuenta cómo se ven a diario barcos con menores recogiendo redes o nadando para colocarlas desde el amanecer hasta la puesta de sol. “Trabajan sin parar. Solo descansan por la noche”, apunta. Tanto en este tramo del Atlántico como en el lago Volta —un espacio de 8.500 kilómetros cuadrados (el tamaño aproximado de la provincia de Almería) formado a partir de la construcción de la presa Akosombo, en 1965— especies como el calamar, el atún o el pez espada son la fuente principal de ingresos. E implican a todos los miembros de la familia.
“Los hombres forman la flota. Las mujeres limpian y venden. Y los niños empiezan a trabajar desde una edad muy temprana. O ayudando a las madres o entrando al agua y jugándose la vida colocando o desenredando redes. Muchos son vendidos a equipos de pesca por menos de 15 euros y soportan condiciones de semiesclavitud”, agrega. “Hay leyes, hay policía, pero no se mueve un dedo. No se denuncia y prima la vista gorda”. El problema tampoco ha tenido gran protagonismo en las últimas elecciones generales, celebradas el pasado mes de diciembre.
“Solo en Senya, el 80% de los niños han sido objeto de tráfico hacia la ciudad de Yeji, donde viven como esclavos”
La impunidad, unida a la “pescadilla que se muerde la cola” de esquilmar los bancos de peces mientras se requiere más mano de obra para explorar nuevos terrenos, conduce a dos desastres sin resolver: el impacto medioambiental y el deterioro educativo de las nuevas generaciones. Después de cinco décadas de exportación masiva de pescado, en 2016 Ghana tuvo que invertir hasta 135 millones de dólares en importar este alimento. La culpa, según denunció en un acto conmemorativo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible la ministra de Pesca y Agricultura Sherry Arieetey, se reparte entre la contaminación, la sobreexplotación y el cambio climático.
El trasvase de personas del campo a las urbes creadas en torno a nuevos núcleos costeros o al embalse con mayor superficie del mundo también ha provocado un nuevo orden social. Las familias —en muchos casos llegadas desde la capital, Accra— se han rendido al mercado del pescado frente a la agricultura o los servicios. Incluso desde Ubelong relatan momentos de tensión incluso cuando uno de los hijos no es elegido para salir a faenar. “Actualmente hay 49.000 niños trabajando en los botes del lago Volta”, indicaba Eric Opoku Agyemang en un discurso reciente publicado por el medio estadounidense Daily Collegian. Este experto en Políticas Públicas y fundador de las organizaciones Patriots Ghana y Cheerful Hearts (que ha elaborado el informe junto a Ubelong) define así el trabajo infantil: "Es un trabajo que priva a los niños de infancia, potencial, dignidad y es dañino para el desarrollo físico y mental”. Un desarrollo fundamental en un país con una esperanza media de vida de 60,9 años y en el que 15,3 millones de habitantes se encuentran por debajo de los 25 años (un 56% de la población total, de 27,4 millones).
“El trabajo infantil y la trata de niños en Ghana es una gran tragedia. Poca gente conoce el problema, pero sus costas parecen una zona de guerra”, apunta el dossier de esta investigación de Ubelong. “La mayoría de los niños en el litoral ghanés trabajan en condiciones muy peligrosas en la industria pesquera. Se les priva de sus derechos, y con frecuencia son víctimas de abusos físicos y explotación sexual. Los datos oficiales más recientes estiman que un millón y medio de los niños de Ghana trabajan para ayudar a sus familias”. Dos de cada diez.
Tanto las estadísticas del Gobierno sobre trabajo infantil y tráfico de niños como los informes anuales del Departamento de Estado estadounidense y la Organización Mundial del Trabajo esbozan una imagen imprecisa de la situación, añaden desde Ubelong. En esas tres comunidades que visitaron, estiman que hay cerca de 12,000 niños trabajan en condiciones muy peligrosas. “Solo en Senya, el 80% de los niños han sido objeto de tráfico hacia la ciudad de Yeji, donde viven como esclavos”. Una coyuntura extrapolable al resto de los rincones pesqueros de una nación con un Producto Interior Bruto (PIB) que encadena dos años de caída y un 45% de la población bajo el umbral de pobreza.
Más de 100 horas de entrevistas a 54 personas, un año de preparativos y seis en terreno han dado como resultado una “muestra de caras y voces” como las de Joe y Kwame, de 10 y 12 años: “Nuestro amo en Yeji no era una buena persona. A veces utilizaba un remo para golpearnos. Otras veces nos obligaba a sumergirnos para desenredar las redes, y nos pegaba. Sólo nos daba de comer una vez al día”, relatan tras ser liberados y acogidos por una comunidad de pescadores. Su testimonio y su imagen ponen rostro a esos millones de víctimas que aún hoy están obligados a trabajar desde pequeños.
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