Más defensa europea
La respuesta a Trump es avanzar en la integración en seguridad
Europa se enfrenta a una decisión trascendental ante su futuro tanto en lo que se refiere al gasto de Defensa como al concepto mismo de seguridad europea. La llegada de Donald Trump al poder deben hacer reaccionar a los líderes de la Unión en una cuestión que va mucho más allá del mero aumento del dinero empleado en los presupuestos de cada país para gastos militares.
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Vaya por delante que, aunque en los últimos días se hayan multiplicado las voces desde Washington como la del vicepresidente Mike Pence que exige aumentos ya para este año, la presión estadounidense para que los socios de la OTAN eleven sus presupuestos de defensa era una cuestión planteada ya por Barack Obama y aceptada sin discusión por todos los miembros de la OTAN. De hecho, este aumento estaba ya comprometido y se está llevando a cabo sin necesidad de grandes polémicas. Por ejemplo, Alemania lleva cuatro años consecutivos aumentando sus gastos en Defensa, amén de haber multiplicado su participación en misiones militares internacionales. Y las fuerzas armadas españolas, junto con las de otros socios, estaban desplegada en los países bálticos antes de la llegada de Trump para así reforzar su seguridad ante la pujanza rusa.
Lo que ocurre es que, a diferencia de Obama, Trump no considera el expansionismo ruso en Europa del Este —incluyendo la anexión de Ucrania— como un problema acuciante. Tampoco las interferencias de los servicios secretos rusos en los procesos electorales. Además, su hostilidad hacia el mundo árabe y musulmán, expresado en su infame decreto migratorio, da alas al relato sobre el choque de civilizaciones entre Occidente y el Islam y pone en peligro la seguridad de Europa, mucho más expuesta al terrorismo yihadista.
En teoría, las palabras del secretario de Defensa de EE UU, James Mattis, quien durante el fin de semana ha insistido a los países de la OTAN sobre el compromiso de Washington con la Alianza, deberían resultar tranquilizadoras. El problema es que Trump ha calificado en repetidas ocasiones a la OTAN como una estructura “obsoleta”, algo que sin duda no ha pasado desapercibido en Moscú.
Resulta fundamental que la discusión sobre seguridad con Washington no se ciña únicamente al dinero empleado en Defensa porque se trataría de un enfoque simple y reduccionista de lo que representa la seguridad de Europa. EE UU debe recibir un mensaje claro de que hay otros aspectos menos cuantificables en términos monetarios pero igualmente importantes no solo para Europa, sino también al otro lado del Atlántico. Por ejemplo, la cooperación judicial y policial o el trabajo de los servicios de inteligencia en la lucha contra el terrorismo yihadista son aspectos de los que se benefician todos los miembros de la OTAN. Y lo mismo se puede decir de las decisiones económicas de Trump, que también pueden generar crisis e inseguridad en Europa. Pero de todo esto los europeos tienen que extraer una lección: deben trabajar más y mejor para asegurar su propia defensa, que en modo alguno pueden subcontratar a Washington.
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