Futuro incierto para la moda neoyorquina
La salida de Tommy Hilfiger y Rebecca Minkoff, los ritmos del sector o su falta de exclusividad ponen en duda los desfiles de Nueva York
Los desfiles ya los habían inventado los diseñadores y las casas de moda parisinas años atrás, pero el concepto de semana de la moda no ocurrió hasta que en 1943 la relaciones públicas estadounidense Eleanor Lambert organizó en el hotel Waldorf-Astoria de Nueva York lo que llamó Press Week, siete días en la que diseñadores neoyorquinos enseñaban a la prensa especializada sus novedades.
Aquella fue la primera Semana de la moda (Fashion Week), a la que le siguieron París (1945), Milán (1958) y Londres (1984), los cuatro ejes mundiales. Pero la ciudad que fue precursora de los grandes shows de la industria y en la que se da el pistoletazo al mes de desfiles que acaba en París, arranca este jueves, con su 74 edición, entre incertidumbres sobre su presente y su futuro.
“La New York Fashion Week (NYFW) siempre ha pasado por fases”, confirma Mayra Mangal, escritora y periodista de moda mexicana afincada en Nueva York y editora de People en Español. “Definitivamente después del 11-S pasó por un punto muy bajo. Ascendió después con Marc Jacobs y Michael Kors, pero todo lo que sube tiene que bajar y hay varios factores que influyen en la crisis actual que sufre”.
Por un lado, la democratización de la moda le ha hecho daño. “La tendencia de hacer shows virtuales y abrirlos al público –continúa Mangal–, han hecho a los desfiles mucho menos exclusivos para la crítica y, consecuentemente, para el consumidor”. Por otro, el propio funcionamiento actual del sector está llevando a replantear el concepto de semana de la moda y su utilidad.
“Internet ha terminado de dinamitar los tiempos de la moda con el see-now buy-now (lo veo, lo compro), lo que ha puesto en duda la existencia de las semanas de la moda como las entendíamos hace unos años. Ahora las casas tienen que presentar nuevas creaciones de manera constante”, explica Nina García, directora creativa de Marie Claire USA y juez del programa Project Runway, que no quiere hablar de crisis exclusivamente en la NYFW. La moda vive bajo el yugo constante del ‘renovarse o morir’, apunta, y ahora es un momento decisivo para toda la industria en el que tiene que encontrar su fórmula de renovación. Pero en la NYFW se suman más problemas.
Su posible crisis se ha hecho evidente con las salidas de diseñadores tan neoyorquinos como Tommy Hilfiger o Rebecca Minkoff. Ambos han decidido desfilar en la semana que más le pisa los talones a Nueva York: la de Los Ángeles. Pero, además, Rodarte y Proenza Schouler, dos de las marcas más populares entre las celebridades, anunciaron recientemente que el año que viene se mudarán a París. A lo que hay que sumar los problemas financieros de Ralph Lauren o DKNY.
“Eso aunado al hecho de que los desfiles han cambiado de sede al menos tres veces en una década”, dice Mayra Mangal. Como no ha ayudado que una de sus sedes más estables, las carpas instaladas en el Lincoln Center, acabara convertida en una especie de “aeropuerto”, explica Xavi Menós, fotógrafo de la NYFW. “Había mucha gente, muchos stands publicitarios y poca sensación de lujo”. Y por eso algunas marcas se trasladaron hacia el sur de Manhattan, a los estudios Spring en Tribeca.
No muy lejos de donde enseñará la semana próxima su quinta colección uno de los nombres más populares, pero que ni siquiera cae bien en la propia NYFW: Kanye West. Quien tras las críticas del año pasado, anunció que volvía a la semana de moda de Manhattan comunicándoselo antes a la prensa que a la organización. Otra polémica.
Por último, Donald Trump y sus legislaciones migratorias también “hacen la visita a Nueva York menos apetecible para muchos”, dice Mangal. E incluso, “como apunta el New York Times podría generar una fuga de talentos de busquen otras capitales de moda más amigables para establecerse”.
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