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La gran comuna del diseño

Tres de los 15 diseños de la segunda colección de Away To Mars, elaborada con la colaboración de 512 personas.
Tres de los 15 diseños de la segunda colección de Away To Mars, elaborada con la colaboración de 512 personas.Paulino Gleeson.

VETEMENTS  arrancó como un proyecto colectivo y se ha convertido en la firma del momento en la industria de la moda. Es tan solo la última muestra de que la forma en la que se conciben y comparten hoy este tipo de creaciones está cambiando. Quince personas conformaron en sus inicios la transgresora marca. “Ya sea la elección de las tiendas, el concepto de diseño, la elección de los colores, todos tienen voz”, explicaba el cabecilla, Demna Gvasalia, a la revista Purple. La firma parisiense tiene predilección por lo comunal: en su colección primavera-verano 2017 colaboraron con 18 marcas, desde Reebok hasta Levi’s, pasando por Carhartt.

La moda, desde sus inicios, ha sido un trabajo colectivo, pero mientras el papel de demiurgo del diseñador ha sido esencial durante décadas, las nuevas tecnologías están ofreciendo otros modelos creativos. En Róterdam, el colectivo Post-Couture, liderado por Martijn van Strien, anima a los consumidores a convertirse en co-creadores. Ponen sus diseños a disposición de cualquiera que quiera descargarlos y ofrecen una alternativa crítica al sistema actual de la industria de la moda. Sin necesidad de hilo ni aguja, las prendas están diseñadas para ser ensambladas con facilidad.

Tras su primera colección, este otoño presentaron una propuesta creada por cinco diseñadores formados en la Royal Academy de Amberes.

Van Strien empezó a tomar conciencia de los problemas de la industria trabajando al lado de Bruno Pieters y su firma de moda ética Honest By. Este activista de la moda está convencido de que la clave del cambio la tienen los consumidores: “Si incorporas a las gente en el proceso de producción y creación, se vuelven mucho más conscientes de lo que es necesario. Un precio que, en otras circunstancias, les parecía caro, ahora les resulta justo”.

Propuestas de Post-Couture. / DARIA RATINER

Desde su residencia en Tel Aviv, en septiembre de 2014, la estudiante de moda Danit Peleg se convirtió en la primera persona en crear una colección entera con una impresora 3D casera. Peleg necesitó 2.000 horas de trabajo para dar vida a su propuesta de cinco prendas elaboradas a partir de miles de piececitas impresas. Para que su empresa llegara a buen puerto fue esencial la ayuda de la llamada comunidad maker. “A la gente le encanta crear cosas por ellos mismos. Muchos comparten sus conocimientos online y para mí fueron de gran ayuda cuando estaba investigando, porque nadie había hecho esto antes. Por eso ahora es importante compartir todo lo que aprendí y devolverlo a la comunidad”. Dale Dougherty, el padre del movimiento Hágalo Usted Mismo (Do it yourself o DIY, en inglés), está convencido de que todos tenemos este potencial creador.

Vetements, la firma del momento, lanzó una colección en alianza con 18 marcas: desde levi’s hasta reebok.

Tras el éxito viral de su colección de graduación, Peleg continúa investigando. Cree que la irrupción de Internet en nuestras vidas ha sido el motor del cambio en la forma de crear y consumir la moda. “Hemos aprendido lo importante que es compartir. Desde nuestros pensamientos hasta nuestras casas”, argumenta. Inmersa en la creación de su segunda colección, está estudiando la posibilidad de aplicar a la moda un sistema semejante al código abierto informático. El hecho de que un usuario se pueda descargar y modificar un diseño permite llevar la personalización al máximo nivel. Peleg también está desarrollando un programa que le permita saber cuántas veces ha sido descargado su trabajo y limitar el número de reproducciones: “El cliente lo puede coger y adaptarlo por completo a sus necesidades, pero yo, como diseñadora, tengo el control del archivo. Estamos trabajando para encontrar el equilibrio entre el código abierto y la propiedad intelectual”.

En el País Vasco, el estudio Comme des Machines trabaja desde 2012 en la impresión en 3D aplicada al mundo de la moda. Fueron pioneros al lanzar la primera colección de complementos imprimible en 3D con diseños descargables. Actualmente trabajan en la elaboración de un innovador tejido flexible y biodegradable. Una de sus integrantes, Aran Azkarate, no puede contener su emoción con los resultados al otro lado del teléfono: “Hemos conseguido un material que se puede arrugar con la mano. ¡Parece increíble que salga de una impresora!”.

Detalle de una falda y prototipo de una chaqueta de Danit Peleg, que fue la primera creadora en lanzar una colección con una impresora 3D. / DARIA RATINER

Comme des Machines se presenta como una empresa intermediaria entre las marcas de consumo y el cliente final. Para ilustrarlo pone como ejemplo una de sus últimas colaboraciones con la firma de bicicletas Orbea: los clientes podrán rescatar e imprimir en tres dimensiones piezas descatalogadas.

“NO TODO EL MUNDO QUERRÁ IMPRIMIR SUS VESTIDOS, IGUAL QUE NO TODO EL MUNDO QUIERE MONTAR SUS MUEBLES DE IKEA”.

La forma en la que las personas comparten información creativa online fue el punto de partida del insólito proyecto Away To Mars. Esta firma que lidera Alfredo Orobio, emprendedor brasileño afincado en Londres, ha hecho historia presentando la primera colección de moda co-creada por más de 400 personas. Todo empezó en el Máster de Innovación que estaba cursando en la Universidad de Lisboa: “Nos dimos cuenta de que había grupos de gente interesada en la moda que compartían ideas e inspiraciones, pero que no iban más allá. Pensé: ¿por qué no los juntamos e intentamos hacer una marca de moda que sea generada por el público?”. Y así, conectando personas que querían entrar en la industria pero que no lo conseguían –porque no tenían conocimientos técnicos, dinero para producir o contactos suficientes–, nació Away To Mars.

Orobio, al igual que Van Strien, trabajó antes en el mundo de la moda como consultor para marcas en Brasil e Inglaterra: “Me llamó la atención que detrás de los diseñadores y directores creativos había muchas personas que no salían delante de las cámaras”. Ahora se ha propuesto dejar los egos atrás y crear un proyecto “que se reconozca por el valor de la idea y no por quién conoces o por cuánto dinero tienes en la cuenta del banco.”

El proceso no es muy diferente al de cualquier estudio de moda tradicional: se empieza por el panel de inspiración con el que se sugieren los colores, tejidos y materiales que darán coherencia a la colección; después, los usuarios pueden enviar ideas de prendas. Los diseños finalistas son los que logran un mayor número de interacciones y apoyos. A partir de entonces, y siempre con la participación del que ha propuesto ese diseño, se realiza la ficha técnica y el prototipo. Así, un total de 512 personas crearon las 15 prendas que componen su segunda colección. Un equipo de cinco integrantes de entre 25 y 28 años se encarga de coordinar esta comuna de la moda. Pero lejos de quedarse en un experimento, Away To Mars desfila en la pasarela de Lisboa y comercializa sus prendas. Sin stock y bajo demanda, la primera colección logró unos beneficios de 80.000 euros. Con esta segunda, Orobio se ha propuesto doblar los ingresos. Para él, la colectividad es un valor añadido: “Lo más bonito es cuando logras un diálogo entre personas que nunca hubieran hablado y que tienen que traducir sus posturas e individualidades en un producto que sea comercial y que tenga un espíritu global”.

Ahora elaboran un proyecto de realidad virtual para gente sin conocimientos técnicos de diseño. Una iniciativa que se integra dentro de un programa de la escuela Central Saint Martins de Londres con apoyo de la Unión Europea. “Puedes dibujar con las manos y ver cómo el tejido se comporta en diferentes tipos de cuerpo”, explica Orobio. Para él, esto es solo el principio y no descarta colaborar con firmas como Zara. “Así, algún día podrán crear una colección realmente original”, bromea.

“Es algo que cambiará completamente todo el sistema de la moda”, confirma Valerie Steele, la directora del Museo Fit de Nueva York. Danit Peleg opina que la impresión 3D, por ejemplo, transformará pero no acabará con la industria: “Creo que no todo el mundo se querrá imprimir sus vestidos, al igual que no todo el mundo se quiere montar sus muebles de Ikea. Habrá también quien valore que la pieza tenga la impronta del diseñador”. Aran Azkarate es escéptica con el potencial maker de los consumidores: “¡Si no somos capaces ni de tejernos un jersey!”.

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