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La nariz heterodoxa de Alessandro Gualtieri

paola de grenet

CUANDO TE pones un buen perfume, este produce algún tipo de interacción en ti. Te cuestionas y lo sientes en tu estómago”. Quien habla es el milanés Alessandro Gualtieri, un referente mundial de la perfumería nicho. Afincado en Ámsterdam, su aventura empezó tras percibir que desde la industria convencional no podía aportar lo que quería: “La calidad empezó a ser menos importante que el nombre o el branding. Mi idea fue no centrarme tanto en la botella, sino en reivindicar que lo importante es lo que está dentro”.

La vocación por la perfumería le sorprendió por casualidad: “Si estás abierto, las cosas pasan”. Todo empezó a los veintipocos, en una entrevista para la compañía de fragancias H&R, donde le dieron varias tiritas de papel con olores y le retaron a expresar las sensaciones que le provocaban. Tres semanas después empezaba a trabajar para ellos. A pesar de esos comienzos fulgurantes, le cuesta encontrar víncu­los entre su infancia y la profesión, más allá de “los olores fuertes” con los que creció. Hijo de una familia de carniceros, conoce el valor del esfuerzo desde muy joven: “Mis padres siempre me empujaron a estar ocupado”. A los 16 años, se puso a viajar por Europa para liberarse de las ataduras familiares.

Tras su paso por la industria convencional, con la que lanzó fragancias para Helmut Lang, Valentino y Versace, empezó su propia andadura con la línea Nasomatto, que acotó el terreno de la perfumería nicho. El nombre, “nariz loca” en italiano, es toda una declaración de intenciones: “Cuando trabajaba en el ámbito comercial hacía cosas que se suponía que no debía hacer. Me decían: ‘Eso no es posible, estás loco’. Así que cuando me puse por mi cuenta, pensé: ‘Con este nombre puedo hacer lo que quiera”. Libertad e independencia son dos palabras importantes para Gualtieri. Cree que, en general, se tiende a sentir miedo y a pensar demasiado: “Eso es algo que te limita”.

Cada nuevo proyecto es un ejercicio con el que satisface sus fantasías. Su última creación se llama Baraonda y es un perfume que se bebe. “¿Por qué tenemos que reproducir el olor de una rosa? La naturaleza siempre lo hará mejor. Así que la idea es crear algo diferente. Mi sello es ofrecer un contraste entre algo muy atractivo pero también repulsivo. Porque ceñirte a la belleza estándar es algo muy aburrido”.

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