Bárbara Navarro: “Gestionar la privacidad en la Red está en nuestra mano”
BÁRBARA NAVARRO, la directora de políticas públicas y asuntos institucionales de Google para Asia Pacífico, es una mujer profesionalmente exigente –incluso demasiado, dice ella–, que se reconoce con capacidad de liderazgo y apasionada por abordar nuevos retos. Nació en Madrid hace 42 años, hija de un alto ejecutivo de la industria energética; se licenció en Derecho por la Universidad de Comillas y entró a trabajar para Google en 2007. Madre de tres hijas de 3, 6 y 11 años, vive en Hong Kong, desde donde promueve la explosión digital de la inmensa región asiática, poblada por unos 4.000 millones de personas. Corredora de maratones y practicante regular de la meditación, Bárbara Navarro admite las dificultades que entraña el dilema entre operar bajo censura gubernamental, como exige el Gobierno de China, o abandonar esos inmensos mercados de usuarios. Dice que el consumidor asiático ya está marcando el paso de la innovación digital y que las grandes empresas tecnológicas chinas darán pronto el gran salto de la globalización.
Google es mucho más que un buscador, como lo evidencia, por ejemplo, la disputa político-diplomática desatada en torno a la denominación Google Palestina. ¿Qué guía de comportamiento sigue para manejarse en terrenos tan conflictivos? La de actuar de la manera más neutra posible. Nuestra misión es que la información sea universalmente accesible y que se respete el principio de la libertad de expresión, pero no siempre es posible evitar el conflicto.
“La vida es como un maratón. El esfuerzo, la disciplina y las renuncias me ayudan a conciliar con mi vida familiar”.
Se define como autodidacta y con tendencia natural al liderazgo. ¿En qué se sustenta esta virtud? En la capacidad de asumir retos y en no tener miedo a equivocarme. Me he equivocado mucho, incluso en asuntos importantes, pero la clave es responsabilizarse del error, rectificar y aprender. En ocasiones he gestionado mal mi equipo, no he sabido reconocerles ni motivarles adecuadamente. Soy muy exigente conmigo misma y, quizá por eso, he sido demasiado exigente con los demás. Cuando me llevaron a Estados Unidos, yo tendría seis o siete años y me negué a aprender inglés. Pero necesitaba comunicarme con mis nuevas amigas, así que decidí darles clases de español.
La suya parece una trayectoria rectilínea. Chica de familia acomodada, buena estudiante de ideas claras, se forma en universidades de prestigio, establece sus metas y trabaja sus aptitudes hasta hacerse con un puesto de relevancia. Es una versión simplista, pero sí, así es, aunque tengo que decir que esa trayectoria ha experimentado alguna quiebra, porque no siempre he sido tan buena estudiante, y porque para llegar aquí he tenido que poner mucha energía, esfuerzo y espíritu de superación.
¿Qué recuerdo de infancia le viene primero a la memoria? Las andanzas con mis tres hermanos. Formamos un grupo de música sin mucho éxito [risas]. Y luego no se me ha olvidado y me sigue doliendo que, a veces, hacían piña entre ellos y me expulsaban de la habitación.
Algo haría usted para que se generara esa alianza. Lo mismo trataba de darles clases de inglés… ¡Qué va, ellos que eran así de malos! [risas]. Creo que parte de mi carácter se forjó allí. Me llevo maravillosamente con ellos.
¿Cómo llega a alta ejecutiva de Google una joven madre de familia con tres hijos? ¿Cómo conciliar y romper el techo de cristal femenino? Con sacrificio y renuncias personales y familiares. Mi marido y mis hijas son el gran pilar anímico y afectivo. Intentamos que el tiempo que estamos juntos sea de gran calidad, aunque no siempre llegamos al nivel ideal.
Entre el trabajo y familia, ¿le queda espacio para usted? Lo tengo. Corro, hago meditación, salgo con mis amigas. Lo necesito para aclarar mis ideas y reequilibrarme. El deporte es parte de mi vida porque, si me encuentro bien físicamente, también estoy mejor mentalmente. Corriendo sufro como la que más, pero soy muy cabezota y me compensa la satisfacción de haber superado mis límites y el minuto de gloria por cruzar la meta.
¿Por qué hay tantos altos ejecutivos enganchados a correr? Porque el esfuerzo, el placer y la capacidad de resistencia están muy conectados. Hay un vínculo claro entre el desafío que asumes al correr y el del trabajo. En ambos casos, tienes que poner tu mente al límite y probar que eres capaz. En largas distancias, el 80% es cabeza y el 20% físico.
¿Correr viene a ser para usted un campo de pruebas de cara a la competencia laboral? Podemos verlo de esa manera, pero el esfuerzo, la disciplina y las renuncias me ayudan también a conciliar con mi vida familiar y en el plano personal. La vida es como un maratón.
¿El salto de Google Europa a Google Asia supone un fuerte choque cultural? No me importa decir que me ha costado mucho más de lo que pensaba y que lo he pasado mal. Infravaloré lo que suponía el cambio. He tenido que reinventarme un poco a mí misma, desaprender algunas cosas y aprender otras nuevas.
¿Qué es lo que ha desaprendido? La idea equivocada de que las cosas y las gentes no debían de ser tan diferentes en otras partes del mundo. En Asia, un “sí” y un “no” no significan necesariamente lo mismo que aquí. Por ejemplo, en lugar de una oposición comunicativa directa a una idea o proyecto, te encuentras con que se aplaza su desarrollo o que las reuniones para su coordinación se retrasan. Durante mucho tiempo he estado sumida en la sensación de que no lograba hacerme entender.
¿Cómo se maneja en las reuniones con altos funcionarios de países como Arabia Saudí donde se vulneran los derechos de las mujeres? Es un país que entraba en el área de mis competencias, pero no he estado allí profesionalmente, y tampoco en otros en los que se exige el velo a las mujeres. En entornos jerárquicos en los que las mujeres no ocupan la misma posición que los hombres, las reuniones se pueden convertir en un verdadero reto.
¿Se ha sentido discriminada por ser mujer? No como norma general. Aunque existen diferencias notables entre un país y otro, la jerarquía marca allí por completo las relaciones en el ámbito laboral, hasta el punto de que tener el poder de decidir hace irrelevante que seas hombre o mujer.
¿Cuáles son los poderes de Google en sus relaciones con Gobiernos dictatoriales? El apoyo de los usuarios y una tecnología que trata de cambiar el mundo para bien. Nuestros productos buscan ser útiles y facilitar plataformas para expresar su opinión. Ese es nuestro discurso.
¿Quién le teme a Google? A Google y al conjunto de las empresas tecnológicas transformadoras les temen las clases políticas que no son nativas digitales e ignoran el funcionamiento y alcance de estas tecnologías.
¿No hay nada que temer de las nuevas tecnologías? Debemos aprender a usarlas y saber qué impacto pueden tener en nuestras vidas. Nosotros buscamos desarrollar los mejores productos, considerando que los usuarios son exigentes y que el entorno es tremendamente competitivo.
¿Cómo explica que las autoridades europeas acusen a Google de abuso de posición dominante? Es un caso sujeto a investigación, pero hay otros países, como, por ejemplo, Canadá, que han resuelto que Google no tiene posición dominante. Puede que lo que haga falta es que algunas autoridades comprendan el funcionamiento del mercado tecnológico. En Europa deberíamos aprender a no tener regulaciones tan estrictas que estrangulan la innovación.
¿Y qué me dice de las denuncias por impago de impuestos? Cumplimos con las leyes fiscales en todos los países en los que operamos, pero, si a los políticos no les parecen adecuadas, solo tienen que cambiarlas y nos adaptaremos. Pienso que organismos como la OCDE podrían ser los foros adecuados para establecer las normas. Todos ganaríamos con un sistema más fácil y transparente.
El Google Maps de mi móvil sabe qué días voy a estar en determinado lugar puesto que Booking me envía la confirmación de la reserva por Gmail. ¿Es ético que ustedes guarden esos datos? Al descargarnos la aplicación y aceptar los términos de uso ya estamos autorizando a guardar esos datos. Está en nuestra mano gestionar la privacidad. Los datos son fundamentales para innovar y desarrollar nuevos productos.
La Red es una jungla en la que cualquiera puede atacar con mentiras la honorabilidad y utilizar técnicas de manipulación para dar a sus ataques una posición dominante que multiplique el daño. Tras las elecciones presidenciales en EE UU, ustedes han anunciado medidas contra las webs que practican la desinformación y las noticias falsas. ¿Piensan hacer algo para defender también la reputación de los usuarios calumniados? Cualquier usuario puede pedir a Google que desindexe (desvincule) una URL (dirección de una página, vídeo o imagen de Internet), pero justificando por qué realiza esa petición. Google evalúa entonces si la petición se puede o no llevar a cabo. También puede pedirnos la retirada de contenido de otras plataformas como Blogger, YouTube, Google+, pero debe saber que la desindexación no supone que el contenido desaparezca de Internet. Aconsejamos a los usuarios que acudan a la fuente en origen para que la información se retire. Si eso se produce, Google deja de indexar esa información.
¿Hay que esperar a que los calumniadores-difamadores tengan a bien retirar voluntariamente sus ofensas? Es como si, en la práctica, los derechos al honor, a la privacidad, a la propia imagen, al olvido prescribieran al entrar en el universo de la Red. Hay un formulario para las peticiones de desindexar y se puede consultar “Cómo retirar contenido de Google” y seguir los pasos.
¿Google no se siente responsable de la protección de esos derechos? Somos un buscador que recoge la información que existe en Internet. Nosotros no la creamos.
“A las empresas transformadoras LES TEMEN LAS clases políticas QUE No SON nativas digitales”.
¿Qué opina de los efectos de Google en el periodismo? ¿Cree que el algoritmo PageRank, tal y como está diseñado, respeta suficientemente a los medios de comunicación? ¿No apuesta más por la cantidad de vínculos, visitas, enlaces, que por la calidad de los contenidos? Google tiene acuerdos comerciales y de innovación con los medios de comunicación desde hace años. Hemos lanzado un proyecto orientado a formar redacciones en el uso de herramientas tecnológicas y a colaborar con la industria en la creación de productos innovadores. Disponemos de un fondo de 150 millones para financiar proyectos de innovación periodística.
¿Asia está sustituyendo a Silicon Valley en la innovación digital? La conectividad a través del móvil para contenidos y compras en esta parte del planeta, donde vive más del 50% de la población mundial, es ya superior a la de EE UU y Europa. Países como India cuentan con ambiciosos programas de emprendimiento y digitalización. China dispone de empresas tecnológicas muy relevantes y un mercado de más de 700 millones de personas conectadas. El gran cambio se producirá pronto, en cuanto estas grandes empresas se conviertan en globales. Los siguientes mil millones de usuarios vendrán de India e Indonesia, y Asia será determinante en la innovación digital. El asiático es un consumidor sofisticado, avanzado y permanentemente conectado que ya está marcando el paso. El selfie nació aquí.
La censura gubernamental que se aplica en muchos países de su área de trabajo sitúa a Google en el dilema de operar en esas condiciones o abandonar esos mercados. ¿Es mejor llevar vías de libertad de expresión, por limitadas que sean, que quedarse al margen de países con Gobiernos autoritarios? Hemos tenido grandes debates internos sobre este dilema porque la libertad de expresión está en nuestro ADN. Creemos que nuestra presencia da oportunidades a la gente y defendemos que no se retiren contenidos que nosotros encuadramos dentro de la libertad de expresión. A veces no es fácil mantener el equilibrio.
Ustedes se retiraron de China cuando se publicó que el Gobierno de ese país investigaba a los usuarios de Google. No parece que las autoridades chinas hayan renunciado a censurar los contenidos, a inspeccionar el tráfico de usuarios y a limitar el campo de Google Play. ¿Hay negociaciones para que Google vuelva a China? Lo siento, pero no debo abordar ahora este tema. Lo que puedo decirle es que corremos el riesgo de que se intensifiquen las diferencias entre la parte de la humanidad que se conecta sin limitaciones y la que lo hace sometida a todo tipo de ellas. Eso genera consecuencias.
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