Escuelas de lucha y victoria
Más de 1.000 centros educativos y casi 200 universidades han sido ocupados en Brasil desde octubre
“Estudiantes organizados, peligro para el Estado”. “Nuestra lucha es todos los días, nuestros derechos no son mercancías”. Son las denuncias de los estudiantes brasileños, de cientos de jóvenes que han ocupado sus escuelas, institutos e universidades en defensa de una educación pública de calidad. Al otro lado, solo ven un enemigo: el Estado. Se trata de una lucha que nació hace más de un año, en la que los jóvenes organizan asambleas y emplean su cuerpo, su voz, sus propias manos, como las mejores armas de defensa. El adversario, en cambio, hoy puede incluso recurrir a técnicas consideradas de tortura para conseguir el cese de las protestas estudiantiles y recuperar esos espacios públicos que, según algunos de sus representantes, pertenecen exclusivamente al Gobierno del Estado y no a los ciudadanos.
Cortes de agua, luz y gas; impedir la entrada de familiares, amigos y alimentos; y el “uso de instrumentos sonoros continuos” para interrumpir el periodo de sueño de los estudiantes, son las últimas ventajas con las que la Policía Militar ha ampliado su impunidad para sofocar las movilizaciones de los jóvenes. Las anteriores medidas, aprobadas el pasado 30 de octubre por el juez Alex Costa de Oliveira —del Tribunal de Justicia del Distrito Federal—, constituyen los “mismos métodos de tortura utilizados por la CIA para combatir el terrorismo después de los atentados de 2001”, según denuncia Huffpost Brasil.
Solo pasaron seis días para que la policía irrumpiese en una escuela del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST) de forma violenta, sin orden judicial y disparando al aire. Los testigos de los hechos, aseguran que los casquillos de bala que recogieron del suelo no eran de goma y sí de fogueo. Pero la violencia también se ha colado en las casas y en las familias: Guilherme Neto falleció el pasado 15 de noviembre, a manos de su propio padre, quien no estaba de acuerdo con la posición “alternativa y revolucionaria” del joven, que participaba del Movimiento Estudiantil de Goiás.
El autoritarismo de quienes pretenden recuperar por la fuerza la posesión de las más de 1.000 escuelas y casi 200 universidades que han sido ocupadas desde el pasado mes de octubre se enfrenta a un movimiento juvenil que resiste y renace cada día, para luchar contra la PEC 241 y la Reforma de la Enseñanza Media. Dos caras de una moneda que decidirá el futuro de la nación brasileña.
Brasil grita: “No a la PEC del Fin del Mundo”
La PEC 241 (actualmente PEC 55), también conocida como PEC de la Muerte, es una propuesta de enmienda constitucional que pretende congelar gastos públicos durante los próximos 20 años. Ampliamente rechazada por el grueso de la población brasileña, afectará principalmente a la Educación y Salud públicas que disfrutan los ciudadanos. En un país profundamente marcado por la desigualdad, el salario mínimo, que no supera los 880 reales mensuales —252,80 euros—, podrá ser congelado durante las próximas dos décadas.
En lo que a atención sanitaria se refiere, la PEC241 del Gobierno federativo de Michel Temer expone a la población brasileña a un “elevado riesgo”, en palabras de Áquilas Mendes, profesor de Economía de la Salud de la Universidad de São Paulo. El congelamiento durante 20 años de los gastos sociales supone “desconocer la regla constitucional que define el derecho a la salud”, afirma.
Pero sin duda, entre las áreas sociales más perjudicadas está la Educación. La extrema precarización de la enseñanza pública, la evasión escolar y la negación de un derecho fundamental a toda una generación de adolescentes, son las principales preocupaciones de la sociedad brasileña. Paraná, Minas Gerais, Espíritu Santo y, por supuesto, São Paulo, son los principales protagonistas de multitudinarias marchas y ocupaciones, en las que la ciudadanía reivindica sus derechos. Sus ciudadanos han dejado de creer en los políticos, para pasar en ocasiones a ser liderados por adolescentes que no superan los 17 años de edad.
Los primeros brotes de la Primavera Secundarista
Los Secundaristas que alzaron su voz contra la ”reorganización” de las escuelas públicas en 2015, constituyen hoy un movimiento consolidado. La Primavera Secundarista sumó más de 1.000 escuelas ocupadas —836 solo en el estado de Paraná, según el Movimiento Ocupa Paraná— al finalizar el pasado mes de octubre. Los jóvenes que hoy lideran la nueva oleada de ocupaciones, todavía se inspiran en los acontecimientos que tuvieron lugar en las escuelas de São Paulo hace tan solo un año.
El 9 de noviembre de 2015, Marcela, Lilith, Sarah, Inaê, Morena, Taynah, Clara y muchas otras meninas, se unieron a sus compañeros de aula para dar el firme paso de ocupar sus escuelas. Diadema y Fernão Dias fueron las primeras escuelas estaduales públicas de São Paulo en ser tomadas por los adolescentes. Con ellas, comenzó un movimiento que consiguió frenar —al menos temporalmente— el proyecto de Geraldo Alckmin, gobernador del Estado de São Paulo, que pretendía cerrar 92 escuelas bajo el pretexto de “reorganizarlas”, para reaprovechar así las supuestas vacantes libres en numerosas aulas.
Nada más lejos de la realidad, según una de estas estudiantes: “tengo que ir sala por sala buscando una mesa y una silla para poder estudiar”. “Porque hay más de 40 alumnos en una clase, 44 en la mía”. Es decir, cuatro más de lo permitido por la legislación brasileña.
La aglomeración de los estudiantes no es el único problema ante el que se levantaron. La precariedad de las insfraestructuras escolares, así como de los recursos dedicados a los alumnos, fueron también protagonistas de sus protestas. “Nunca veo papel higiénico en el baño. Queriendo o no tienes que ir a la sala de dirección a pedir un pedazo. Lápices y bolígrafos también solicitamos, pero siempre dicen que no hay”, afirma Sarah.
Y fue durante la Ocupación cuando realmente comenzaron realmente a conocer sus escuelas. Explican que encontraron todo tipo de instrumentos guardados, aunque nunca habían disfrutado de aulas de música. Descubrieron material de laboratorio, a pesar de que en las clases de química solo utilizaban papel y lápiz. Localizaron incluso una sala repleta de rollos de papel higiénico, suficientes para abastecer sus escuelas durante un año, pero hoy, aseguran, siguen teniendo que pedir un solo pedazo.
“Esas niñas nos han dado una clase magistral de convivencia e igualdad. Crearon una escuela utópica, que ni siquiera la privatización ha conseguido llevar a cabo”
Las ocupaciones de 2015 vislumbraron un objetivo más allá de parar la reorganización del modelo escolar de Alckmin. Los adolescentes se unieron para luchar por un cambio en el sistema educativo: “Estamos haciendo algo que nunca antes se ha llevado a cabo, que es organizar la escuela en base a nuestras necesidades”, cuenta Luana. Empezaron por una división del trabajo igualitaria: “en la cocina nunca había dos chicas, siempre un chico y una chica. Lo mismo con las tareas de seguridad, siempre diversidad. Nadie va a ser más que nadie aquí. Hacemos las cosas de forma totalmente horizontal”, asegura Lilith.
“Durante la ocupación promovimos clases nosotros mismos: de teatro, de deconstrucción de género, sobre racismo… Tuvimos aulas de personas que vivieron la dictadura, que nos contaron un poco cómo fue aquella época. Vinieron indios para contarnos cómo es su lucha, cómo hacen para conseguir sus tierras de vuelta. Y yo estoy segura de que la escuela jamás abriría un espacio para que los indios entrasen y conversasen con nosotros”, asegura Marcela.
La ocupación de las escuelas paulistas y la lucha en las calles de la ciudad han sido recopiladas por Beatriz Alonso y Flávio Colombini, directores del documental titulado Luche como una menina. “Esas niñas nos han dado cada día una clase magistral de convivencia e igualdad. Realmente, crearon una escuela utópica, que ni siquiera la privatización ha conseguido llevar a cabo”, asegura Alonso. “No sabían ni cómo organizar una manifestación” y realmente consiguieron articular una revolución política y social. Han logrado tumbar una reforma educacional, “sufriendo una gran represión y sin la ayuda de ningún adulto, que es lo que siempre les hicieron creer que necesitarían”, cuenta Colombini.
Hoy, “son ellos la inspiración” de las ocupaciones que están teniendo lugar en todo el país contra la Reforma de la Enseñanza Media, según Márcio Moretto, profesor de Sistemas de Información de la Universidad de São Paulo y autor del libro Escuela de lucha. La reforma pretende acabar con asignaturas como la Sociología, la Filosofía y y la Educación Física, algo que los alumnos han percibido como “una oportunidad para crear una enseñanza puramente técnica, que sirva exclusivamente el mercado de trabajo”, afirma Moretto.
La medida también propone un periodo integral para la enseñanza media, pero ¿cómo mantener un horario ampliado con recortes de gastos por la PEC241? ¿cómo harán los adolescentes para los que ganar un sueldo no es una opción sino una necesidad, si tienen que pasar nueve horas en la escuela?
Ocupar para dialogar. Resistir para ser escuchados
A la espera de su paso y aprobación por parte del Senado, la PEC241 es hoy más que una amenaza para los adolescentes brasileños. Sin alfabetización, sin una educación pública e igualitaria, el país solo podrá caminar hacia un modelo completamente injusto y autoritario, contra el que una gran parte de los ciudadanos lleva tiempo luchando.
Ana Julia, una adolescente de 16 años, cuyo discurso en la Asamblea Legislativa de Paraná se hizo viral, tuvo respuestas para todos aquellos que se oponen a las ocupaciones: “Los estudiantes de la escuela pública están en medio del camino del proyecto de poder de mucha gente sin escrúpulos. Con sus cuerpos frágiles. Con su voz temblorosa. Tan solos, en un momento en que los adultos que podrían estar a su lado tienen dificultades para comprender la gravedad del momento y asumir responsabilidades”.
Es el turno de los jóvenes brasileños que luchan, como verdaderas meninas, por la perpetuación de la educación y de los servicios públicos para los hijos de sus hijos. Batallan y pelean, día tras día, por la escuela con la que todas y todos sueñan. “Una escuela libre, colorida”, anhela Dafne. “Una escuela donde las chicas puedan vestir como quieran. Donde se hable de la cultura negra y no solo de los portugueses”, insiste Marcela
Una escuela donde se consulte con sus protagonistas las reformas que transformarán el lugar donde pasan la mayor parte de sus días. Donde se tenga en cuenta que, durante un tiempo, aquellos adolescentes también supieron cómo liderar una escuela, cómo articular la enseñanza pública. A través del diálogo, la ocupación y la resistencia.
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