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12.768 km² de ruina y ceniza

Un brigadista observa 
un incendio ya estabilizado en la sierra de Teleno, en León, en 2012.
Un brigadista observa un incendio ya estabilizado en la sierra de Teleno, en León, en 2012. Carlos Rosillo

L A DESTRUCCIÓN de Amatrice nos conmovió porque dejó más de 300 muertos, pero apenas reparamos en que el área arrasada fue de 174 kilómetros cuadrados. Por fortuna los incendios de verano jamás rozan semejante proporción de víctimas, aunque las superficies devastadas sí alcanzan dimensiones terroríficas. No obstante, mientras que los terremotos son catástrofes naturales e impredecibles, la mayoría de los incendios es provocada por antisociales y la reforestación de los bosques calcinados supone un mínimo de tres décadas de ímprobos trabajos y cuidados.

Todos los veranos tenemos que soportar que el fuego devore miles de hectáreas como si se tratara de una inevitable costumbre estival. ¿Cuántos kilómetros cuadrados han calcinado las llamas en lo que llevamos de siglo? La web España en Llamas ofrece un dato escalofriante: desde 2001 hasta 2013 han ardido en España 1.276.000 hectáreas; es decir, 12.768 km² asolados, destruidos y arrasados. ¿Nos hacemos una idea de la magnitud de semejante tragedia?

A la mayoría de políticos le importa un rábano que se queme cualquier cosa que no esté debajo de una moqueta.

Hablaríamos, por ejemplo, de la desaparición simultánea de las islas Baleares (4.992 km²) y las islas Canarias (7.493 km²); de la destrucción conjunta de la comunidad de La Rioja (5.045 km²) y el País Vasco (7.234 km²); de un área calcinada superior a la superficie de la Comunidad de Madrid (8.030 km²) y de una tragedia que habría borrado del mapa a Mónaco (24 km²), Liechtenstein (160 km²) y Luxemburgo (2.586 km²). Pero como se trata de bosques, matorrales, árboles y la fauna propia de cada lugar, a la mayoría de políticos le importa un rábano que se queme cualquier cosa que no esté debajo de una moqueta.

La provincia de Salamanca tiene una superficie de 12.349 km². Por lo tanto, si todos los incendios que hemos soportado en lo que llevamos de siglo se hubieran concentrado en esa provincia, ahora mismo estaría carbonizada y habría dejado de existir.

Ahora que abundan las ficciones audiovisuales de asunto distópico y posapocalíptico que transcurren en territorios abrasados, humeantes y desérticos, tenemos el dudoso privilegio de contar con un área de 12.768 km² de zonas recién destruidas, ideales para filmar las próximas entregas de Mad Max, 2012 o Resident Evil. Una superficie tan grande como un país centroeuropeo reducida a cenizas y escombros, semejante a la reserva natural de una destrucción nuclear. Esqueletos de árboles y leña animal que nadie quiere ver, como quien esconde un cadáver delator en el jardín de casa.

12.768 km² de tierra quemada con su correspondiente fauna achicharrada y cientos de miles de árboles –quizá centenarios– perdidos para siempre. Dentro del territorio español hay una decimoctava comunidad autónoma de 12.768 km² de ruina y ceniza (más grande que Murcia, Navarra y Asturias) y que cada año crece como un maligno tumor enloquecido.

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