_
_
_
_

No lo llames democracia, llámalo ‘idiocracia’

Donald Trump no ha necesitado estrenarse en un cargo político para lograr que ya exista un ensayo que analiza su estupidez

Donald Trump se abraza a la bandera estadounidense en un acto de la campaña celebrado en Derry, New Hampshire.
Donald Trump se abraza a la bandera estadounidense en un acto de la campaña celebrado en Derry, New Hampshire.Reuters

Dicen que fue el cardenal Richard Cushing quien en 1959, tras la expropiación de fondos de la Iglesia por parte de la naciente revolución cubana, se refirió en estos términos a Fidel Castro: “Si parece un pato, nada como un pato y grazna como un pato, entonces probablemente sea un pato”. Con ello, venía a decir que el sesgo comunista del Comandante era tan evidente que no hacía necesaria ninguna proclamación pública de su ideología. A Donald Trump nadie podría acusarle de sesgo comunista, pero se ha empeñado en parecer, actuar y hablar como un chiflado, lo que probablemente lo convierta en tal. Aaron James, doctor en filosofía por la Universidad de Harvard y profesor en la Universidad de California Irvine, prefiere llamarlo “imbécil”. Incluso ha elaborado una prolija definición de lo que significa la palabra y luego se la ha echado a la espalda al candidato republicano en un libro titulado Trump: ensayo sobre la imbecilidad (Malpaso Ediciones).

Por resumir lo que James entiende por “un imbécil”, diremos que se trata de “un tipo (por lo común varón) que actúa impulsado por la firme convicción de ser especial y no estar sujeto, por lo tanto, a las normas de conducta comunes a todos los demás”. En su libro, el catedrático observa que Trump podría haber creado una nueva categoría en esta poco honrosa especialidad. “Pertenece a una clase particular de payaso bobo-hombre espectáculo: es un embustero consumado, un charlatán, alguien que habla sin guardar respeto alguno a la verdad. El hombre espectáculo lo hace para divertir más que para engañar, y en el caso de Trump, para elevarse a la categoría de animador y, a la postre, de animador jefe”, asegura.

“Pertenece [Trump] a una clase particular de payaso bobo-hombre espectáculo: es un embustero consumado, un charlatán, alguien que habla sin guardar respeto alguno a la verdad" Aaron James, doctor en filosofía por la Universidad de Harvard

Se refiere James a toda esa serie de polémicas y ocurrencias con la que el magnate metido a político ha ido trufando su campaña electoral. Desde la amenaza de construir un muro en la frontera con México cuya factura promete endosar al país vecino hasta la más reciente de quedarse con el petróleo iraquí como pago por los gastos de guerra. “Entramos y gastamos tres billones de dólares, perdimos miles y miles de vidas y después… no recibimos nada. Ya sabes, el botín suele pertenecer al vencedor. No es robar, es una forma de indemnización”, argumentó en un foro organizado por la NBC el 7 de septiembre.

En el continente americano la preocupación es grande ante la posibilidad de que este hombre se mude a la Casa Blanca. “Toda Latinoamérica está desolada ante la idea de que gane Trump”, explica Carlos E. Cué, corresponsal en Buenos Aires de EL PAÍS. “Especialmente en México, pero no sólo allí. La idea de que haya un presidente racista tiene desesperados incluso a los más liberales, como el argentino Macri”.

Para no crear más alarma de la necesaria, James huye en su ensayo de las comparaciones con Hitler o Mussolini que persiguen al candidato. Para él son exageradas. “Trump carece de una ideología sólida, por más que lo acerque a ellos su personalidad arrolladora y sus tendencias autoritarias”. A quien sí se parece, según el ensayo, es a Silvio Berlusconi: “Comparte con él incluso el aire jactancioso o el protagonismo de las cuestiones relativas a su cabello. Son comparables los lúbricos programas televisivos del italiano y los concursos de Miss Universo de Trump (si bien este último, cuando menos, no se ha rebajado al bunga bunga ni a la prostitución de menores, aunque sí dijo de su hija: ‘Vaya si es impresionante; toda una belleza. Si no fuera porque estoy felizmente casado y, en fin, porque soy su padre…’)”.

“La mayoría de los políticos podrían ser considerados imbéciles. Los electores no suelen fiarse de las personas inteligentes y prefieren a gente mediocre, como ellos mismos” Enrique Arias Vega, periodista y economista

La forma de ser y actuar de Trump lleva no sólo a provocar el estupor entre el resto de la clase política, sino que en ocasiones casi ejerce un cierto efecto contagio. El más evidente es el provocado en su pareja de baile en el ticket electoral, Mike Pence. En el debate de los candidatos a vicepresidente, celebrado el 4 de octubre, el exgobernador de Indiana no encontró otro modo de protegerse de los ataques de su rival, Tim Kaine, que la sucesión de mentiras. Dijo, por ejemplo, que Trump nunca había llamado violadores a los emigrantes mexicanos o que jamás había insultado a las mujeres. Pero ha ofendido a las mujeres y a muchos más. The New York Times recopiló el listado de los insultos que ha publicado en Twitter desde su proclamación como candidato y, a 24 de octubre, ascendían a 281 las personas, los lugares y las cosas agraviadas al menos en una ocasión.

Dice Aaron James que Trump es casi como un virus que está contaminando toda la política. Incluso advierte, en conversación con ICON, del riesgo de que contagie también a Europa. “Cuando la gente se siente agraviada está más interesada en los reclamos emocionales que en la razón o la verdad. Quizá Estados Unidos tiene una capacidad única para creer en esos engaños, pero tales tendencias pueden surgir en cualquier sitio”, advierte. El periodista y economista Enrique Arias Vega coincide: “La mayoría de los políticos de hoy podrían ser considerados imbéciles. Y esta tendencia es particularmente preocupante en las democracias, porque los electores no suelen fiarse de las personas inteligentes y prefieren a gente mediocre, como ellos mismos”, opina.

¿Debemos pensar que un fenómeno como este que ha sacudido las elecciones estadounidenses es algo propio de los tiempos que nos han tocado vivir? El politólogo español Ignacio Sánchez-Cuenca cree que no: “El hecho de que surja este tipo de políticos muy demagógicos que apelan a sentimientos muy primarios, que tratan de romper el sistema tradicional de partidos, es muy viejo. Si tienen ahora más éxito que antes puede ser por los efectos sísmicos de la crisis”.

En la categoría de políticos que encajan en su definición de “imbéciles”, James no tiene sólo a Trump. En la conversación con él surgen otros nombres, como los de Nigel Farage y Boris Johnson, artífices de las victoria del Brexit, a los que el profesor universitario despacha de este modo: “Sí, son tontos del culo e idiotas en diferentes grados, pero Trump es un caso extremo en ambas categorías”.

'The New York Times' recopiló el listado de los insultos que ha publicado en Twitter desde su proclamación como candidato y, a 24 de octubre, ascendían a 281 las personas, los lugares y las cosas agraviadas al menos en una ocasión

Con bastante más respeto, Sánchez-Cuenca insiste en que no es una novedad que la política dé cobijo a gentes extrañas. “Siempre ha habido una tradición en los países occidentales de políticos fuera de los márgenes, con ideas y personalidades un poco locoides. En EE UU es algo que lleva pasando desde hace mucho tiempo. Me viene a la memoria el caso de Ross Perot, un magnate estrafalario que estuvo compitiendo contra los candidatos republicano y demócrata. Y en Europa ha habido casos como el de Cicciolina, en la Italia de los ochenta, o el cómico Coluche en Francia. En España, Jesús Gil no tuvo más recorrido que sus negocios. No sé si ahora andaremos peor que hace 40 años”.

El politólogo español incluso rompe una lanza por Boris Johnson. “Farage sí que es un paria, un pobre desgraciado que ha tenido éxito con esto del Brexit porque están las sociedades muy revueltas en toda Europa, pero el caso de Boris es diferente. Es un tipo bastante heterodoxo pero muy preparado. Lo que pasa es que es un personaje”.

Volviendo a Estados Unidos, Aaron James reconoce que la actitud disparatada de Trump ha tenido al menos el mérito de “poner en evidencia el circo en que se había convertido la política estadounidense”. Pero no crean que está dispuesto a darle una medalla por ello: “Hablamos de algo semejante a una contribución a la sociedad que, no obstante, sólo podría haber hecho un necio, de manera, además, involuntaria”, asegura.

Sánchez-Cuenca, sin embargo, se muestra contrario a esta tesis. “El fenómeno Trump no es un síntoma de la política americana, sino de la descomposición del Partido Republicano, que se ha metido en un laberinto ideológico a través de la radicalización que comienza con los fanáticos del Tea Party y lo que son las posiciones de autoridad y legitimidad clásicas del partido”. Se refiere a los protestantes blancos de la Costa Este con grandes intereses empresariales. “Son como patricios pero en la sociedad norteamericana”, apunta. “Han perdido toda influencia en el partido y esto ha permitido que surgiera un Trump, aunque yo no creo que se pueda generalizar a toda la política americana.”

Quizá la prueba de que aún no está todo perdido es que el propio James está convencido de que el republicano perderá las elecciones. “Él sabe que no tiene ninguna opción y si la derrota es muy grave al Partido Republicano no le quedará otra que renovar su imagen en una dirección más positiva”, aventura. La respuesta, el próximo 8 de noviembre. Crucen los dedos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_