2.092 domingos de primera
Cada semana, las portadas de esta revista han sido una ventana al mundo. Esto es una muestra del pasado y del porvenir.
VOLVER SOBRE LAS PORTADAS de El País Semanal desde que nació la revista hace 40 años es como hojear un álbum de fotos de la vida de nuestra democracia. España nace como sistema de libertades a mediados de los setenta y alcanza la cuarentena con la misma sensación de crisis y necesidad de mirar atrás, hacer balance y recalibrar el futuro, que suele atribuirse a los individuos que cumplimos esa edad.
Urgencia e ilusión, con ciertas dosis de ingenuidad, caracterizan los números de infancia; son los años de la Transición. Había tantos asuntos de que informar, tantas nuevas imágenes que mostrar: mujeres que abortan en Londres; niños probeta y niños en armas; cuerpos femeninos y masculinos, desnudos, vestidos, travestidos u operados (como el primer trasplantado de testículo); las elecciones de 1979, dibujo pop de los cuatro candidatos principales en portada… Dieta, vida sexual, psicoterapia… y trotemanía son otros temas con los que acaparar la atención de los españoles, ávidos de actualidad y sensibles aún a la provocación de un culo en primer plano. Ocupan también portadas personajes como Castro y Arafat, impensables apenas unos años antes.
pulsa en la fotoYasir Arafat, líder de la OLP. Una entrevista exclusiva (21.5.1978).Joan Sánchez
Políticamente, la década de los ochenta comienza con el golpe de Estado del 23-F y alcanza un parteaguas en 1986 con el ingreso de España en las comunidades europeas y el triunfo de la candidatura de Barcelona a los Juegos Olímpicos de 1992. España inicia formalmente su andadura en Europa preparándose para “la gran apuesta”, unos Juegos que la conviertan en referente internacional de modernidad. En la serie ‘La Europa que viene’, El País Semanal ofrece a sus lectores un recorrido por los países entonces miembros de la UE, y en la serie ‘España frente a Europa’, recorre las diferentes comunidades autónomas: la integración europea tiene su reflejo en la integración regional. Barcelona, pero también Madrid con su emulación de la City sobre la Castellana, trata de proyectarse como “ciudad del futuro” y aparece el concepto de made in Spain. La creciente confianza en sí mismo de nuestro país es palpable en titulares como “la democracia es aburrida” que deja caer Felipe González, entrevistado por Juan Luis Cebrián a finales de 1987.
EN LOS OCHENTA, LA MODA, LOS COCHES, LOS PRODUCTOS DE DISEÑO Y LUJO Y LAS VACACIONES SON EL SÍNTOMA DEL AUMENTO EN EL NIVEL DE INGRESOS.
En paralelo y armonía van tomando cuerpo la alta cultura, la cultura popular y el deporte en nuestro país. A medida que avanza la década, aparecen más estrellas del firmamento internacional. Mick Jagger, Jessica Lange, Ingmar Bergman, Graham Greene, Warhol… son algunos de los músicos, cineastas, escritores y pintores protagonistas de reportajes y entrevistas. Al mismo tiempo se va configurando un firmamento español. Del cine destacan rostros ya consagrados de directores como Saura, Berlanga y Gutiérrez Aragón o actores como Francisco Rabal y Ángela Molina. Pedro Almodóvar aparece por primera vez en portada en 1988, será la primera de muchas.
La música, en sus diferentes géneros, lleva las caras de Caballé, Camarón, Serrat, Mecano… Mientras, Cela sorprende vestido de yudoca y los hermanos Goytisolo deleitan al lector con relatos y reportajes sobre ciudades de Oriente, lejanas hasta entonces de la realidad y el imaginario español. En deporte, marcan una época Arconada y Butragueño, Sánchez Vicario y Ballesteros, entre otros. La movida, tan asociada a estos años, asoma en reportajes dedicados a los tatuajes o a la “dulce, cruel droga”. La moda (destaca la de bañadores y ropa interior), los coches, los productos de diseño y lujo y las vacaciones de nieve y playa son síntomas del aumento en el nivel de ingresos de muchos españoles, entre los que también florece la cultura del yuppie. Comienza, asimismo, a hablarse de los “genios del ordenador”. La década cierra con la caída del muro de Berlín, que anuncia grandes cambios ideológicos y geopolíticos mundiales.
En 1990, Gorbachov vuelve a ser portada tras cinco años de perestroika. Lo son también los españoles de la fragata Numancia, “guardianes del Golfo”, junto a la coalición internacional que interviene tras la invasión iraquí de Kuwait en agosto del mismo año. Sudáfrica comienza “la cuenta atrás” para terminar definitivamente con el apartheid y Europa ultima el Tratado de Maastricht que dará lugar a una Unión Europea más integrada. Francisco Fernández Ordóñez es elegido hombre del año en 1991 por El País Semanal por su intensa labor al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores en un año de efervescencia. La URSS se desintegra y comienzan las guerras de Yugoslavia, que darán lugar a imágenes de guerra y exilio que creíamos pertenecientes al pasado en Europa. Con el titular ‘Yo acuso’, el español José María Mendiluce, representante de la ONU, denuncia la vergonzosa pasividad de la comunidad internacional ante el conflicto.
La España democrática alcanza la plena adolescencia cumpliendo su sueño olímpico con éxito en Barcelona (22 medallas, 13 de oro) y celebrando los 500 años del descubrimiento de América por todo lo alto en Sevilla. Tras la fiesta y la euforia de esta puesta de largo internacional, llega la resaca y los primeros choques de realidad. Los síntomas de agotamiento político (corrupción) y económico (paro) culminan en las elecciones anticipadas de 1996. La mano derecha de Aznar y la izquierda de Felipe, fotografiadas en blanco y negro por Marisa Flórez, reflejan sutilmente los perfiles de ambos candidatos. Los socialistas se despiden del poder tras 14 años y el Partido Popular toma el relevo. Los retos nacionales e internacionales se acumulan: ETA, las pateras que llegan a las costas españolas, los refugiados procedentes de los Balcanes, Irak, la nueva Rusia de Yeltsin…
La España democrática alcanza su adolescencia cumpliendo su sueño olímpico en Barcelona y celebrando los 500 años del descubrimiento.
Los noventa son también la década liviana de la celebrity que Woody Allen retrata en su película homónima. De Julia Roberts a George Clooney, pasando por Kevin Costner, los rostros del cine hollywoodiense se suceden. Comparten protagonismo con “las nuevas estrellas”: las supermodelos. Linda Evangelista, Naomi Campbell y Kate Moss ocupan portadas a título propio. El cine español se renueva con actores como Ariadna Gil (“la nueva musa del cine español”), Penélope Cruz (“dinamita rubia”) o Javier Bardem, consagrando a otros como Antonio Banderas. Todos comparten, en mayor o menor medida, una creciente proyección internacional y llegan para quedarse. Eyes Wide Shut, de Kubrick, cierra el milenio y El País Semanal le dedica portada. Tom Cruise y Nicole Kidman, “la pareja más deseada de Hollywood”, desvelan su tórrida intimidad, anticipando el boom de la telerrealidad en la década siguiente.
Nuestra democracia llega a la edad adulta con el cambio de milenio imbuida de la misma mezcla de ilusión e incertidumbre que el resto del mundo. Para El País Semanal, Internet “cambiará nuestras vidas” y 2001 es “el año que estalló el mundo”. Se vislumbra ya la magnitud de la revolución digital, pero también las consecuencias del 11-S. De las celebrities a los realities, españoles corrientes como Silvia Casado e Israel Pita saltan a la fama gracias a Gran Hermano. Además de la telerrealidad, triunfa entre nosotros la gastronomía. El País Semanal publica la serie ‘El mundo de la comida’ y aprendemos a apreciar otras tradiciones culinarias. Nos familiarizamos con nombres como Juan Mari Arzak y Ferran Adrià.
El 11-M y la gestión que hace de la tragedia el Gobierno de Aznar permite a los socialistas regresar al poder en 2004. Con Zapatero, “el socialista tranquilo”, se acelera el cambio hacia una mayor diversidad y apertura en los valores socioculturales de la sociedad española. El País Semanal dedica varios números al colectivo LGTB, celebra la aprobación del matrimonio homosexual, habla de las adopciones (“la generación importada”) y de los vientres de alquiler. Es “la revolución familiar”. A través de la oscarizada Mar adentro, de Alejandro Amenábar, la revista nos invita a reflexionar sobre la eutanasia. Aparecen en sus páginas temas sociales de escasa visibilidad hasta ese momento, como la violencia machista, el maltrato y la pederastia.
A partir de 2000 se dedican varios números al colectivo LGTB y se celebra el matrimonio homosexual. Es la revolución familiar.
Surge una mayor conciencia del cambio climático y sus víctimas y se temen las consecuencias de un “planeta urbano”. En 2008, “la esperanza se llama Obama” y lleva las fotogénicas sonrisas de Barack y Michelle. Ese año comienza también la Gran Recesión. Para entonces ya se habla de mileuristas, e incluso de los que ni siquiera ganan eso. Los que nacieron con la democracia son “la generación noqueada”: nueve de cada diez empleos destruidos pertenecen a menores de 35 años. Ante la imposibilidad de establecerse como adulto autónomo en el sentido tradicional (acceder a un empleo estable y fundar una familia), surge la noción de la “eterna adolescencia”.
A pesar de los malos tiempos (o porque no a todos les va tan mal), las industrias del cine y la música continúan produciendo estrellas, la mayoría mujeres: Angelina Jolie, Scarlett Johansson, Shakira, Rihanna… En el deporte internacional triunfan especialmente las tenistas. En la escena española, Leonor Watling, Verónica Echegui y veteranas como Maribel Verdú se reparten las portadas. Con Nadal, Gasol y Casillas brilla el deporte español (masculino), que alcanza su momento apoteósico en el Mundial de Sudáfrica: una pequeña gran distracción de la crisis.
Las redes sociales se consolidan con el cambio de década y El País Semanal habla de “Twitterrevolución”. En 2011, el mundo árabe toma redes y calles (por ese orden), pidiendo democracia y libertad. Son “los revolucionarios en la otra orilla” que preconizan los movimientos de “indignados”, como el 15-M, en nuestra orilla. “La voz de la calle” se alza en Sol y protagoniza simbólicamente la última portada de El País Semanal en un año “convulso”. Brasil es aún “el país de moda” y América Latina gana presencia con la proclamación del papa Francisco. La “frontera sur” de Europa ya es portada en 2014 por la llegada masiva de inmigrantes. El mismo año en el que Malala se convierte en la premio Nobel de la Paz más joven de la historia por su fuerza y determinación en la defensa de la educación de las niñas frente al oscurantismo misógino del fundamentalismo islámico. Los seguidores del autoproclamado Estado Islámico atentan por primera vez en el corazón de Europa. En 2016 “peligra el sueño de un proyecto común” europeo: a la crisis griega se suma la de los refugiados de Oriente Próximo, y, de forma un tanto inesperada, el Brexit. A ambos lados del Atlántico norte, nacionalismo xenófobo y yihadismo se retroalimentan en una espiral de violencia, verbal y real, de consecuencias impredecibles.
Las redes sociales se consolidan con el cambio de década y ‘El País Semanal’ habla de “Twitterrevolución” en una de sus portadas.
La democracia española llega a los 40 con la confianza propia de un país que se sabe un miembro más de la comunidad internacional occidental y que afronta sus mismos retos. De puertas adentro nos quedan por resolver algunos traumas de infancia derivados de nuestro pasado predemocrático (entre ellos, nuestra identidad territorial y el modo en que queremos recordar ese pasado predemocrático). Debemos abordarlos desde la experiencia y con amplitud de miras si deseamos superar esta crisis de edad y continuar madurando como sociedad. No solo hay vida después de los 40 –para muchos es ahora cuando empieza–.
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