Cumbres en horas bajas
El foro iberoamericano ha sido un sistema exitoso, aunque es visible su agotamiento
Desde que se celebrara la primera cumbre iberoamericana en Guadalajara (México) en 1991, estas reuniones han demostrado su utilidad como foro en el que se pudieran encontrar los 22 países de habla hispana y portuguesa de la región.
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Las cumbres, de las cuales se ha celebrado este fin de semana en Cartagena de Indias la vigésimo quinta edición, marcaron el retorno y reencuentro de España con América Latina y la apertura de un tan amplio como necesario espacio de diálogo, cooperación e intercambio político, económico y cultural.
Juzgado desde esos parámetros, el sistema de cumbres ha sido muy exitoso; su agotamiento, visible, es en parte consecuencia de haber logrado su objetivo de establecer y consolidar un foro regular de diálogo y, gracias a sus organismos técnicos de apoyo, especialmente la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) y la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), dotarlo de contenidos prácticos.
Además de estos factores, que señalan una inevitable crisis de madurez, hay otros elementos sobre los que actuar urgentemente si se quiere impedir que el sistema de cumbres languidezca. Destacan entre ellos el retraimiento de la política exterior española durante estos últimos años, que ha desatendido la región latinoamericana, y el recorte masivo de los instrumentos y recursos a disposición de la cooperación al desarrollo, que ha truncado los programas y experiencias concretas que permiten dotar de contenido real al espacio iberoamericano.
La nueva legislatura que se abre ahora ofrece una oportunidad de reactivar la política exterior, de modo que España vuelva a desempeñar un papel relevante en la región. Pero, además de la voluntad de implicarse, deberá comprometer los recursos que garanticen su relevancia.
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