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Doug Conklyn, arreglado pero informal

El vicepresidente y diseñador de la marca, Doug Conklyn.
El vicepresidente y diseñador de la marca, Doug Conklyn.Gorka Lejarcegi
Silvia Hernando

CON EL MISMO celo con el que desembalaría una valiosa obra de arte, Tracey Panek saca de entre los dobleces de un papel de seda unos pantalones raídos. Están viejos y remendados, pero componen un pedazo de historia. Alguien los encontró abandonados en una mina de EE UU, aunque en realidad pertenecieron “a un trabajador de oficina o de una tienda, alguien con un puesto más formal”. Hoy se guardan en los archivos de la sede en San Francisco de Levi Strauss, la marca que ­aparece en la etiqueta, como uno de los ­primeros ejemplos de chinos que se conservan, datado en los años treinta. Son los antepasados lejanos de los Dockers, filial del famoso fabricante de vaqueros y, a su vez, una de las firmas de pantalones más reconocidas del mundo. Dentro de Europa, España es su mercado más importante.

Imagen de 1950 de hombres con pantalones chinos en una tienda de EE UU.

Cargada con sus reliquias, la historiadora y portavoz de Levi’s acompaña al vicepresidente de Dockers, Doug Conklyn, en su visita a Madrid. Este directivo con aspecto y maneras de skater (que lo es a sus juveniles 50 años) se encuentra de gira celebrando el 30º aniversario de la firma para la que también realiza las labores de diseñador jefe. Aterrizó en ella hace cinco años, aunque por entonces no se encontraba tan convencido como ahora de su potencial. “Me da un poco de vergüenza, pero lo cierto es que no me emocioné mucho con la oferta”, confiesa. “Y no porque no respetara Dockers, sino porque no pensaba en ellos. Sabía cómo habían cambiado el mundo, pero había perdido el contacto”.

En 1992, la firma envió 25. 000 cartas a directivos de ee uu. De ahí surgieron los ‘casual fridays’, los viernes informales.

Un lustro y unos cuantos lanzamientos después, este neoyorquino “trasplantado” en California jura no poder vivir sin sus chinos. Dockers, obviamente. “Es el estilo clásico, el que permanece”, asegura. “Mi misión es hacer de los caquis algo cool, pero la cuestión es que nuestra compañía está asociada a los pantalones que nos ponemos para el trabajo, que normalmente no es la parte más divertida de la vida. Los hombres no piensan tanto en nosotros cuando salen por la noche o el fin de semana”.

Esa mentalidad, dice el diseñador –alto, de sonrisa fácil, con una tirante coleta–, no se corresponde con la realidad de su empresa. Porque hace ya tiempo que han expandido su oferta. Tras su reciente ingreso en la treintena, han reorganizado sus colecciones en cuatro clasificaciones: los caquis de toda la vida (clean khaqui), los elegantes (best pressed), los de inspiración vintage (broken-in) y los que se encuentran a medio camino con los vaqueros (jean cut). “Así no hace falta quitarse los Dockers al salir de trabajar”, señala. “Ahora los hacemos para casi todas las situaciones”.

En la primera imagen, unos Dockers actuales. Pero, más allá de los pantalones, la marca produce todo tipo de prendas masculinas.

Mucho antes de su reinvención por multiplicación de cortes, colores y tipos de prendas, hubo un tiempo en el que Dockers sí quiso ser el abanderado del “arreglado pero informal” en versión de oficina. Y es cierto que, como decía Conklyn, de algún modo llegaron a “cambiar el mundo”. Lo hicieron enviando 25.000 cartas a directivos de la América corporativa, misivas en las que argumentaban las ventajas de permitir a sus empleados, solo por un día, deshacerse el nudo de la corbata y enfundarse en unos chinos. Aquel brillante proyecto de marketing de 1992 desembocó en el surgimiento en EE UU de los casual fridays, los viernes informales. “En 2002”, agrega Panek, “una encuesta reveló que 7 de cada 10 hombres estadounidenses tenían un par de Dockers”.

Con la progresiva relajación de la etiqueta laboral, ahora toda la semana, contando sus tiempos de asueto, se ha convertido en su parcela. El mayor reto radica posiblemente en emular el vertiginoso ritmo de crecimiento con el que arrancaron en 1986. “Un año después se habían vendido pantalones por un millón de dólares”, señala la historiadora. “Y en 1994 se alcanzó el hito de los mil millones”. Conklyn subraya la influencia del estilo relajado de San Francisco, cuna de la firma, a la hora de explicar su aceptación internacional. “En Nueva York el éxito se mide por lo caro que es tu traje, pero en California, por no tener que llevarlo. Lo desenfadado y California van de la mano”.

Dos hombres llevan unos caquis en 1920.

Surgidos del inflexible entorno militar, los caquis han recorrido un largo camino para afianzarse como el icono “auténtico y americano” del casual smart. Ya en la década de 1910, Levi’s comenzó a fabricarlos a partir de la cómoda tela beis usada en los uniformes de los ejércitos francés y británico. No fue hasta 1985 cuando “en Japón, Levi’s crea un pantalón inusual”. “Lo bautizaron Docker Pant y se inspiraba en otros que Levi’s estaba manufacturando en Argentina, llamados así por los trabajadores de los muelles [dock, en inglés] que cargaban los barcos”, explica Panek. Inmediatamente después de que aquel pantalón llegara a manos de los directivos en San Francisco se iniciaba la producción en masa.

Desde entonces, la marca del logo del ancla ha vestido al hombre en su evolución: desde aquel que empezaba a portar móviles, para el que en 2001 crearon unos Dockers con bolsillos especiales, o el que se niega a planchar, para el que concibieron un modelo que no se arruga, hasta el que ha virado del corte recto al pitillo. Por encima de tejidos, hechuras o durabilidad –que Conklyn nombra entre sus objetivos de desarrollo–, a Dockers le queda un bastión decisivo para conquistar el mundo (de la moda): el sector femenino. “Tenemos una pequeña parte del negocio concentrada en él”, puntualiza Conklyn, “pero creo que en un tiempo volveremos sobre este tema. La experiencia que hemos adquirido se puede aplicar a una línea de mujeres, así que yo estaría atento. Quizá en tres o cinco años se pueda empezar a ver su surgimiento”.

Anuncio de 1986, año de creación de la firma.

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Sobre la firma

Silvia Hernando
Redactora en BABELIA, especializada en temas culturales. Antes de llegar al suplemento pasó por la sección de Cultura y El País Semanal. Previamente trabajó en InfoLibre. Estudió Historia del Arte y Traducción e Interpretación en la Universidad de Salamanca y tiene dos másteres: uno en Mercado del Arte y el otro en Periodismo (UAM/EL PAÍS).

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