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MIRADOR
Columna
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¿Cuál debate?

Sabemos que veremos a Trump hacer lo de siempre: anunciar quimeras y diseminar odio y prejuicios raciales

Lugar donde tendrá lugar el debate presidencial entre Hillary Clinton y Donald Trump.
Lugar donde tendrá lugar el debate presidencial entre Hillary Clinton y Donald Trump. Patrick Semansky (AP)

¿Qué veremos en el debate presidencial de Estados Unidos? Supongo que veremos una muestra más del espectáculo de bajísima calidad y altísimo presupuesto que ha sido esta carrera. Pero, sin duda, será un gran espectáculo: se predice que la audiencia de este debate alcanzará niveles de Super Bowl: más de 100 millones. Eso, combinado con el hecho de que el margen entre Trump y Hillary se ha ido estrechando, y que, según encuestas del NYT y CBS, el 8% de los votantes aún se declara indeciso, hace del debate un potencial game changer.Esto es, si lo que vamos a ver es realmente un debate: una discusión formal y rigurosa sobre temas e ideas.

¿Qué más veremos? Sabemos que veremos al republicano —porque es más predecible que un Sancho Panza que se hubiera pasado al lado oscuro de la Fuerza— hacer lo de siempre: anunciar quimeras de concreto y diseminar odio y prejuicios raciales. ¿Pero Hillary, qué hará? La campaña demócrata fue una campaña política mientras Sanders seguía en la contienda, pues la calidad de su discurso crítico —basado en ideas y argumentos— no dejaba que su contrincante demócrata bajara la guardia. En esos meses vimos a la mejor Hillary. Pero, con los meses, la campaña se volvió poco más que un troleo constante y muy caro al republicano. (Los tuits de la cuenta de Hillary, cuya campaña ha juntado casi 800 millones, deben ser los troleos más caros de la historia). ¿Seguirá la misma estrategia en el debate? ¿O podrá Hillary adueñarse de la discusión y llevarla a un terreno político? Ojalá. Y quizá le convenga, porque, en el terreno del escarnio, su contrincante lleva siempre la mano.

También está lo que no veremos; lo que los medios no mostrarán. La sede del debate es Hofstra University, donde soy profesora, en un condado de Long Island, NY. Se trata de una zona deprimida, con una enorme población negra e hispana muy marginada, casi invisible. La mayoría de mis alumnos son inmigrantes de primera generación. Algunos organizaron protestas en la universidad —en apoyo, por ejemplo, a los miles de adolescentes y niños refugiados de Centroamérica que recientemente llegaron a la zona—. Otros se metieron a una lotería para poder asistir al debate (por seguridad, no les dirán si ganaron hasta pocas horas antes del evento). Los que sí asistan van a ver en persona a los candidatos. ¿Y qué van a ver? Me duele el estómago de pensar que vean al republicano humillarlos de frente. Espero entonces que veamos esto: una Hillary a la altura de esa audiencia estudiantil, y de otros tantos invisibles que tendrán los ojos fijos en ella.

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