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"Me llaman ‘influencer’ en el cole y las marcas me acosan"

Pablo Ordaz

A sus 11 años, Carlos sufre el acoso de las marcas comerciales y de sus compañeros de pupitre, que lo llaman influencer, youtuber e incluso prescriptor. Y todo porque creó un canal en YouTube para comentar videojuegos. Ahora se arrepiente y suplica que dejen de mandarle productos. Es un niño y solo se quiere divertir.

Tienes más de 15 consolas en tu habitación. ¿Tanto te gustan? Me gustan lo normal, y con la Play que me trajeron los Reyes me conformo. Pero las marcas no dejan de mandarme consolas gratis para que hable de ellas en mi canal. Y si no lo hago, me mandan más. Y lo mismo con las zapatillas. Y con los refrescos y las camisetas y los auriculares Bluetooth y todo. Se equivocaron y me mandaron un pack de maquillaje que era para una fashion blogger. Tuve que maquillarme en un vídeo para que dejaran de mandarme más colorete y en el colegio se burlaron de mí.

¿Tus padres no hacen nada? Han hablado con mi tutora para que les diga a mis compañeros que dejen de insultarme y de llamarme tuitstar, influencer o entrepreneur. Siguen haciéndolo y me dejan comentarios, y me tienen envidia porque me regalan todas esas cosas que yo no quiero.

¿Y qué pasa si cierras tu canal de vídeos y recuperas tu vida normal de niño normal? Pues que los jefes de las redes sociales y de las multinacionales dejarán de ganar dinero y vendrán señores muy serios a casa y preocuparán a mis padres y mamá se pondrá a llorar otra vez y me pedirá que vaya al último estreno de la peli esa de las mascotas porque si no los gamberros volverán a romper el cristal de su coche.

Sabes que las autoridades pueden… Un momento. ¿Te importa hacerme una foto mientras pongo morritos y enseño esta pulsera que cuenta las calorías?

Eh…, bueno. ¿Así? Más cerca, que se vean bien el producto y la marca.

No tengo amigos, solo followers, y nadie me ayuda. Solo quiero que esto se acabe. .

Ya está. Muchas gracias. Es que tengo que subir un selfie en Instagram, ­Twitter y Facebook cada media hora con el hashtag que me dicen porque si no se enfadan conmigo.

¿Y de dónde sacas el tiempo para estudiar? No puedo porque tengo que probar videojuegos toda la noche, luego por la mañana desayuno los productos que tengo que promocionar, modero comentarios, al mediodía toca grabar vines y si hay estreno de una película por la tarde tengo que ir al photocall. Casi todas las semanas me llaman de periódicos para entrevistarme y poder decir que soy un mimado y un influencer y que los niños como yo somos idiotas porque nos pasamos todo el día mirando el móvil.

Echarás de menos jugar a la pelota, hablar con tus amigos… No tengo amigos, solo followers, y nadie me ayuda. Solo quiero que esto se acabe.

¿Nadie se ha ofrecido a ayudarte? Dicen que no me preocupe, que pronto se fijarán en otro influencer y a mí me dejarán de lado y podré volver a ser un niño normal. Pero ya me han pedido que doble otra película de dibujos y yo no sé hacerlo. Me hacen repetir las cosas y me regañan, y creo que esto no se va a acabar nunca.

¿Has pensado en pronunciarte sobre el conflicto entre Israel y Palestina? ¿Sobre qué?

Voy a chivarte frases polémicas sobre política, conflictos migratorios y teorías de género. Si las tuiteas ahora mismo, las marcas huirán de ti como de la peste. ¿Seguro? Tengo miedo…

Hazme caso, niño. Te habla un periodista que perdió su trabajo por un tuit descontextualizado de 2004.

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