Fotógrafas con (sexo) sentido: chicas desnudas retratadas por chicas
Cualquier escenario es válido para captar la erótica del momento íntimo que surge entre la mujer retratada y la que se esconde tras la cámara
"Todos pueden ver la belleza en el cuerpo femenino. Quienes no se percatan de eso, es que son unos pervertidos". La afirmación categórica la pronuncia Tamara Lichtenstein, fotógrafa de 24 años de Huston (Texas, EE.UU) y refleja la esencia de la serie de fotografías que viene a continuación. Estas imágenes descubren la sensualidad femenina desde un prisma al que sólo se accede cuando es otra mujer la que aprieta el disparador. Cualquier escenario es bueno para captar la erótica del momento íntimo que se da entre las dos mujeres: el salón de la casa de la fotógrafa, un palé en medio de una habitación vacía, un estudio en obras cubierto por el polvo, una cabaña en el estado de Queensland o el balcón de un edificio.
Al final de la calada
En 2011, la fotógrafa Sisilia Piring aún vivía en Chicago. Su rutina consistía en fotografiar a sus amigas en casa, al principio acometiendo acciones cotidianas; más tarde, acometiendo acciones cotidianas semidesnudas. Cuando fue tomada esta foto, a mediados de aquel año, Sisilia, que hoy reside en Los Angeles, publica regularmente en el blog de Urban Outfitters, en Refinery 29 o en Blink y ha fotografiado una de las últimas campañas de Samsung, acababa de arrancar su serie Babes, dedicada a retratar “a chicas con rollo, que sean diferentes, alejadas de lo obvio”. Aquella mañana había conocido a Rachel en una agencia de modelos. Por la tarde fue a su loft y le sacó esta foto de aires nouvelle vague. Luego, Rachel se enfundó un bikini fucsia, cogió su skate y se fue a patinar.
Mechas australianas
La verdad es que Sarah Tansy, que es el nombre real del ser humano que firma sus fotografías como LeTansy, es tan guapa que parece casi un insulto que se dedique a retratar a otras chicas. Casi ninguna, por muy bien fotografiada que esté, alcanza las cotas de belleza de esta australiana trotamundos. De rastros aniñados, piercing en la nariz y actitud desafiante, Sarah explica su vida en su web con una mera imagen en blanco y negro de ella misma. Contactamos vía email porque, tras recorrer su Instagram y rastrear su web, quedamos prendados de una foto en la que aparece una chica en bikini tendida debajo de un viejo y gigante coche norteamericano. Nos la manda. Luego damos con otra en la que aparece en un garaje una fémina de curvas sinuosas dándonos la espalda rodeada de enseres mecánicos. Se la pedimos. Nos la manda. Más tarde, encontramos este maravilloso retrato de una chica cortándose el pelo desnuda, en una postura complicada y sobre una especie de palé. Se la pedimos. Nos la manda. Entonces, le escribimos pidiéndole que nos mande unas líneas sobre ella y la historia sobre esta foto que afirma haber tardado días en encontrar, pues se había olvidado de ella. Nos manda a la mierda. Amor es una palabra que queda pequeña para reflejar lo que sentimos por ella.
En construcción
Durante 17 años, esta tejana licenciada en Bellas Artes fue saltadora hípica. Cuando se retiró del mundo ecuestre empezó a desarrollar una carrera como fotógrafa y directora de cine de animación. Un día, ella y la gente de su banco decidieron que las cosas le iban suficientemente bien como para tener estudio propio. El local que encontró era parte de unas antiguas caballerizas sitas en Irving, localidad cercana a Dallas. Todo tenía sentido. Así que se puso a hacer obras para acondicionar el espacio. Una tarde, cuando los operarios ya habían terminado su jornada laboral, Molly quedó con una modelo llamada Scarlett Lillian con el fin de jugar un rato con la cámara. “Fue la primera sesión que tuvo lugar en el estudio. Como se ve, estaba lleno de basura y equipamiento para hacer obras”, recuerda la fotógrafa y examazona. “No teníamos nada concreto en mente cuando empezamos a sacar fotos. Entonces, decidimos que sería divertido que Scarlett se tumbara sin ropa sobre el polvo. Cuando se levantó, las huellas de su cuerpo desnudo quedaron ahí. Me parece que los obreros, al llegar la mañana siguiente, debieron llevarse una sorpresa”. Hoy, Molly vive a caballo entre Texas y Nueva York, trabaja para instituciones como el equipo de fútbol americano Dallas Cowboys, Scarlett esuna de sus mejores amigas y, cada vez que pasa por delante de una obra, mientras usted ve el fin de la crisis, ella recuerda esta foto y el principio de su carrera.
La década contagiosa
Como mucha gente que no vivió esa época, la fotógrafa, estilista, directora creativa y cazatalentos australiana Marisa Taschke vive enamorada de la década de los setenta. Esta foto, como casi toda su obra, evoca aquella era de terrorismo, genocidio, crisis financieras, pantalones de campana, rock progresivo y proxenetas elevados a la categoría de héroes cinematográficos. La imagen fue sacada en una cabaña en Sunshine Coast, en el estado de Queensland y, como ya viene siendo habitual en esta sección, la modelo es una de las mejores amigas de quien la ha retratado. Se llama Karen Fenton y, como también es habitual, es la más en diversos negociados. En esta ocasión, y según la misma Marisa, “la más alucinante y despreocupada criatura de este planeta”. De la sesión, la artista recuerda cómo, por arte de magia, se encontró en un entorno en el que todo encajaba con su cosmovisión. “La localización me inspiró, con toda esa decoración vintage danesa y esa luz natural. Era ideal para capturar la verdadera esencia de Kate”. Taschke no tuvo ni que acercarse a un mercadillo para encontrar una Polaroid estropeada y unos pantalones de tiro alto, de aquellos que sólo pueden calzarse quienes tienen un volumen de grasa en abdomen cercano al cero o descarten sentarse en todo el día. En los setenta todo era tan atractivo como inútil o moralmente dudoso.
Sobre el mundanal ruido
“Fotógrafa de 24 años. Houston, Texas. Le inspira la moda, la feminidad y la juventud”. Así de escueta es la biografía que aparece en la página personal de Tamara Lichtenstein, responsable de esta imagen de la modelo Leann Roberts en una azotea del centro de Houston luciendo un body de Jacob Childs Couture y marca de bronceado. “Empecé a sacar fotos a los 12 años, pero hasta hace dos años solo había sacado fotos a colegas”. Hoy Tamara trabaja para firmas como Urban Outfitters o Converse y dice que desde que se compró su primera cámara no ha pasado un solo día sin que haya retratado algo o a alguien. “Incluso durante los tres años que estudié enfermería, porque alguien me dijo que eso me daría estabilidad, o durante los trabajos de mierda que tuve que coger para estudiar eso y ganarme esa estabilidad de las narices”, informa la fotógrafa, quien adora retratar a chicas con poca o ninguna ropa porque “todos pueden ver la belleza en el cuerpo femenino. Quienes no se percatan de eso, es que son unos pervertidos”.
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