Ilias Fifa, evasión y victoria

VA FIFA. Mechaal, Mechaal, ¡vamos que no puede! ¡No sé quién ha ganado, cuatro hombres a la vez entrando en meta! Puede ser Fifa… ¡Sííííííííí, Iliaaaaaaas Fifa, campeón de Europa de 5.000 metros. Medalla de oro en una final histórica, increíble!”.
Así relataban los comentaristas deportivos una llegada de infarto en el Estadio Olímpico de Ámsterdam el pasado 10 de julio. Mientras las excitadas voces resonaban por el televisor, Fifa, el único de los cuatro corredores de cabeza que seguía de pie, daba vueltas por la pista, incrédulo, expectante, hasta que la foto finish proclamó el resultado. Su pecho había sido el primero en entrar en meta, la medalla de oro era suya. Solo entonces, alzó los brazos, se tapó medio rostro con la camiseta y lloró. Y seguía llorando mientras preguntaba: “¿Dónde está mi bandera?”. Porque quería envolverse en el estandarte de España e identificarse con el país al que llegó en los bajos de un camión cuando tenía 17 años y donde aprendió lo que es el atletismo y poder luchar por un sueño. Lloró de alegría, de emoción, de agotamiento, de satisfacción… Probablemente sintiendo el verdadero significado de una frase que metafóricamente ha repetido en voz alta muchas veces: “Vas a morir o vas a ganar”. Había ganado.
Fifa, 27 años, surge sonriente y tímido del fondo de un pasillo del Centro de Alto Rendimiento de Sierra Nevada, en Granada, donde lleva días entrenando en altitud preparándose para los Juegos Olímpicos de Brasil, donde representará a España en la prueba de 5.000 metros. En la muñeca izquierda lleva dos pulseras de tela rosa y azul con una inscripción en catalán que significa “las cosas pequeñas”. “Nunca olvido que esas son las importantes”, aclara. Es discreto, cariñoso, humilde, tenaz, un fibroso tirillas de 1,72 de altura y 55 kilos que en cuanto se sienta a charlar se entrega sin dobleces.
No dijo nada a sus padres –profesor y ama de casa– ni a sus hermanos Salma y Munir, que ahora tienen 17 y 30 años, respectivamente. Tentó a la suerte y esta lo acompañó. “Otros se quedan en el mar, algunos se equivocan al llegar aquí y acaban en la cárcel. Yo he querido aprovechar mi oportunidad”. El camión en el que viajó no pasó por escáneres ni en Marruecos ni en España e Ilias salió corriendo en cuanto paró en una gasolinera de Algeciras. Pasó su primera noche en un bosque y al día siguiente buscó a alguien que le ayudara; un chaval le pagó el billete a Barcelona. “Desde pequeño pensaba en ese lugar, porque me gustaba el fútbol y el Barça, por los vecinos que llegaban de vacaciones…; yo hasta creía que tendría un color especial”, dice riendo. Poco podía imaginar que años después acabaría luciendo el escudo de ese equipo en la camiseta.
Durante tres días recorrió las calles de la ciudad y durmió en un parque cerca de la plaza de Cataluña, hasta que una mañana muy temprano le despertaron los mossos d’esquadra. Un día en el calabozo, fotos, pruebas de edad y después el centro de acogida de menores de Santa Perpetua de Mogoda. “Entonces no tenía ni idea de lo que era el atletismo. Empecé a correr porque yo no había hecho el viaje hasta España para fumar y beber cada noche. Ferran, el jefe del centro, me vio y me dijo: ‘Si te gusta podemos apuntarte a un club a entrenar’. A mí, la verdad”, dice sonriendo, “no me gustaba correr, lo único que quería era salir de ese mundo donde vivía”.
Y así llegó a la Agrupación Atlética de Cataluña y conoció a Esther Rodríguez, su primera entrenadora. “Me habían llevado a otro universo, con chicos majos, limpios de mente y me dije: ‘Me quiero quedar’. Al principio me ganaban siempre, pero desde pequeño no me ha gustado perder; soy un luchador y pensaba: ‘Será otro día’. Esther recuerda que Ilias no hablaba nada de español y aprendió por señas e imitando lo que veía. “Era perseverante y tenía muchas ganas de trabajar”, afirma la que fue su entrenadora de los 19 a los 22 años.
Por primera vez los risueños ojos color miel de Fifa se vuelven acuosos: “La Esther me trató como si fuera mi familia. Cuando me presentó a los chicos y chicas del grupo dijo algo que nunca olvidaré: ‘Este desde hoy es como vuestro hermano, no es compañero, no es marroquí, no es moro, es vuestra familia”.
Miguel Mostaza es manager de algunos de los más grandes atletas españoles de los últimos tiempos y también de Ilias Fifa desde años antes de que las medallas empezaran a colgar de su cuello. “El atletismo es un deporte muy solitario, exigente; requiere carácter y fuerza de voluntad. En el caso de Ilias el esfuerzo ha sido aún mayor. Llegó sin nada, ha tenido que trabajar como mozo de almacén, limpiando aparcamientos, repartiendo fruta…, y al mismo tiempo entrenar duro. Vivir del atletismo es hoy una proeza. Un atleta de este nivel gana de media unos 30.000 euros al año. Un futbolista de élite puede cobrar entre 8 y 10 millones de euros por un contrato con una marca; un atleta entre 5.000 y 15.000 euros”.
“He sufrido mucho”, dice Fifa, “pero si tienes un objetivo no puedes tirar la toalla”. De ese carácter pétreo sabe mucho su actual entrenador, Rafael Caro: “Ilias escucha, tiene ilusión, no se deja llevar por los impulsos y nunca se pone nervioso. Sabe el nivel para el que está entrenando, pero además es fiel, agradecido y cercano por naturaleza. Admira a sus padres, piensa en la gente y en su familia más que en él mismo”.
Gane o no carreras, lo que sí es seguro es que Ilias Fifa es un verdadero atleta porque su vida, y no solo un sprint o cientos de ellos, responde a las dos acepciones griegas de las que deriva la palabra: atletes, “persona que compite en una prueba por un premio”, y aethos, esfuerzo. Y todo sin un atisbo de reproche o autocompasión. Con la sonrisa confiada con la que repitió hazaña y entró como ganador de los 5.000 metros del Campeonato de España. Con la misma con la que espera formar parte de la final de los Juegos Olímpicos y “estar entre los cinco primeros”.
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