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Fo-Bouré: el pueblo de la luz

Un grupo de mujeres de Benín implanta un sistema fotovoltaico que sirve de ejemplo

En Fo-Bouré hay más seguridad para realizar vida social, trabajar en la calle o para que los niños puedan divertirse.
En Fo-Bouré hay más seguridad para realizar vida social, trabajar en la calle o para que los niños puedan divertirse.A.F.
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En África, más del 60% de la población, unos 600 millones de personas, no tiene acceso a la energía eléctrica, sobre todo en las zonas rurales. Además se espera que para el 2030 el número aumente a los 700 millones debido a que el crecimiento de la población será mayor con respecto al de nuevas conexiones.

En abril del pasado año, las Naciones Unidas establecieron el período 2014 – 2024 como la Década de la Energía Sostenible para Todos. Su secretario general, Ban Ki-moon, declaró en la presentación que “la energía es el hilo de oro que une el crecimiento económico, la equidad social y un medio ambiente sano. El desarrollo sostenible no es posible sin energía sostenible”.

El febrero pasado, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, con la aprobación de la Cámara de los Representantes, firmaba la llamada Electrify Africa Act o Ley de Electrificación de África, que aboga para que las compañías privadas puedan invertir en solucionar el acceso a la electricidad de 50 millones de personas en el continente africano antes del año 2020.

Dos iniciativas que podrían ser una gran oportunidad para la soleada África de lograr el desarrollo energético que tanto necesita para salir de las carencias que viene sufriendo históricamente.

En Fo-Bouré, un pequeño pueblo de Benín de 3.000 habitantes, un grupo de mujeres conocedoras de que la falta de energía eléctrica es uno de los factores que más influyen en su desarrollo social y económico, logró en 2009 la implantación de un sistema de iluminación por energía fotovoltaica que ha servido de ejemplo a todo un país donde la conexión a la red eléctrica convencional no alcanza aún el 5% en las zonas rurales, además es errática y muy costosa, lo que sitúa a la energía solar como una de las alternativas más sensatas para llevar la luz a las comarcas más retiradas.

Ya cansadas de luchar contra la pobreza de los suministros energéticos que asola su país plantearon sus demandas a los responsables de la parroquia, un grupo de misioneros españoles que habían constatado que la escasez generalizada de energía en Benín tenía un considerable impacto en la población en términos diversos como en la educación de los niños, que no pueden estudiar por la noche, o en la promoción del papel de las mujeres, que pasan horas recogiendo leña en lugar de dedicarse a otras tareas. También repercute en la salud de las personas ya que la mayoría de hogares africanos no tienen otro remedio que usar cocinas de leña cuya humareda provoca más de 4,3 millones de muertes prematuras en el mundo cada año, más que las causadas por el sida, la malaria o la tuberculosis juntos, según datos proporcionados por el Banco Mundial.

La energía solar es una de las alternativas más sensatas para llevar la luz a las comarcas más retiradas

El misionero riojano Juan Pablo López lleva veinte años como responsable de la Misión Católica de Fo-Bouré, “La situación del Benín en materia de electricidad no es nada halagüeña. La población ve necesario el acceso a la electricidad para poder mejorar su nivel de vida y salir de la pobreza endémica; pero constatamos que, por un lado, en las localidades conectadas a la red eléctrica general del estado, la población asiste a cortes continuos de corriente, con los perjuicios que ello conlleva como no saber cuándo se dispone de luz, sobrecargas y bajadas de tensión, etc; y, por otro, una gran parte de las localidades del país no tiene acceso a la electricidad incluso si el tendido eléctrico atraviesa dichas poblaciones”, asegura.

Los mayores indicadores de subdesarrollo se concentran en los países donde hay más habitantes sin acceso a la red eléctrica. Según Juan Pablo, es un círculo vicioso. "La falta de fuentes de energía propias no permite que los países prosperen, y esa situación económico y social no pondera el mejoramiento a la mejora de las infraestructuras y al acceso a los servicios”. Y es que Benín no tiene recursos energéticos propios. Compra la energía eléctrica a países vecinos como Nigeria o Ghana, con más recursos hídricos, y en la época de sequía es escasa ya que la almacenan para abastecerse a sí mismos.

Mama Rosse es una de las mujeres más ancianas de la comunidad y de las más implicadas. Tiene un semblante sereno propio de su edad adornado con escarificaciones de su herencia tribal baribá, etnia mayoritaria en la comarca. “Salíamos a buscar leña para cocinar e iluminar la casa con una hoguera. Era muy peligroso. Nos afectaba a la salud, sobre todo la de los más pequeños, las calles eran más inseguras al caer la noche, no teníamos mucho tiempo para llevar una familia y poder realizar otros trabajos o relacionarnos entre nosotras. La tarea diaria de mantener el fuego nos llevaba demasiadas horas”, asevera.

Atendiendo a las demandas de las mujeres de su parroquia, los misioneros inician una serie de gestiones con diversas organizaciones para lanzar un proyecto pionero en el país que sería capaz de lograr mejorar la calidad de vida de toda una comunidad. Y así fue. Gracias a organismos como Energía Sin Fronteras, Mensajeros de la Paz y al compromiso de los habitantes de Fo- Bouré, dan el primer paso y logran implantar energía solar en el centro de salud y en la maternidad, además de instalar en las principales calles treinta y dos farolas autónomas que vierten luz de manera continuada unas 12 horas al día. Sus gentes pudieron aprovechar a diario unas vidas que antes apenas les permitía la penumbra de las hogueras, el queroseno o las velas. Los comercios cerraban más tarde, los estudiantes repasaban sus lecciones bajo las farolas y las mujeres salían a reunirse con más seguridad. Además, tuvo un gran impacto en la salud. Las matronas ya no atendían partos con una linterna y las enfermeras lograron mejores condiciones para realizar las atenciones y las curas en las noches de guardia.

La llegada de la energía solar ha propiciado el ingreso de la mujer en el tejido económico de la comunidad.  “Con la llegada de la luz nuestra liberación ha sido enorme", dice Mama Rosse

“Ha cambiado radicalmente la vida de la gente. El día no se termina cuando oscurece a las siete de la tarde, ahora hacen vida hasta la hora de acostarse. Asimismo, nuevas y variadas actividades han surgido bajo la luz de las farolas: profesores dando clase, alumnos estudiando, peluqueras trenzando el pelo,... labores que antes no podían hacerse porque no había luz”, reconoce el misionero.

Fo-Bouré pasó a ser conocido en todo el país como el pueblo de la luz y su sistema de iluminación por energía solar fue implantado años después en las principales ciudades de Benín. un orgullo para sus habitantes. Pero fue a finales del año 2014 cuando la comunidad consigue dar el siguiente paso: llevar la luz a los hogares.

De nuevo contaron con los mismos organismos internacionales para realizar un proyecto aún más ambicioso y revolucionario. Crearon un parque solar de 198 paneles para abastecer a todo el pueblo, en la actualidad unas 160 casas que tienen luz unas 17 horas al día, sin cortes y a un coste muy bajo.

Se han creado empleos y ha permitido que las mujeres participen en las decisiones de la comunidad acordando responsabilidad, además, en los comités de responsabilidad del proyecto eléctrico.

El misionero Juan Pablo López reconoce la importancia de la iniciativa. “La llegada de la planta de energía solar fue subir un nivel, una auténtica revolución social para todos, especialmente para la mujer. El poder tener luz en las casas aportó una serie de beneficios para el pueblo: ha aumentado la economía y las mujeres son partícipes de ella. También gente de otros lugares vecinos vinieron a vivir a Fo-Bouré, sobre todo maestros. Aquí pueden tener un frigorífico, un ventilador o preparar la lección para el día siguiente” comenta.

Las cooperativas de mujeres en la región han conocido un desarrollo notable en los últimos años por los programas de la misión católica en relación a la formación y desarrollo de la mujer. Así, junto a organizaciones como Solidaridad con Benín han potenciado diversas empresas sociales que trabajan el fruto del karité, un potente regenerador celular muy en boga en la industria cosmética pero que también se usa como alimento e incluso como sustituto del chocolate. La llegada de la energía solar ha propiciado un aumento en el número de socias y ha facilitado la elaboración, ya que antes se hacía el proceso manualmente o con combustibles fósiles lo que ha aumentado la productividad, la eficiencia energética y, sobre todo, el ingreso de la mujer en el tejido económico de la comunidad.

Mama Rosse se muestra satisfecha. “Con la llegada de la luz nuestra liberación ha sido enorme. Yo ahora puedo trabajar en mi telar hasta la hora de acostarme y muchas mujeres se han asociado en cooperativas de huertos o de karité para luego vender sus productos y así dejar de depender totalmente de sus maridos. Somos muy felices, además, la luz eléctrica nos ha regalado más horas de vida”, concluye.

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