_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Curioso Perú

La presidencia de Kuczynski estará condicionada por la bancada parlamentaria del fujimorismo

El presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski.
El presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski.MARIANA BAZO (REUTERS)

La política peruana nunca ha sido fácil de entender. Entre etapas de democracia elitista, militarismos de derecha e izquierda y partidos muy volátiles, azarosa ha sido su vida institucional.

Otros artículos del autor

En 1980 se puso punto final a la aventura militar “nacionalista y popular” que iniciara el general Velasco Alvarado, líder del llamado peruanismo, que tuvo su influencia como modelo para militares y políticos latinoamericanos de inclinación populista.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

A partir de allí, la democracia electoral funcionó. Llegaron a la presidencia Fernando Belaúnde Terrry por segunda vez y el joven aprista Alan García. Sus respectivos partidos se debilitaron y la elección de 1990 se disputó entre dos outsiders, el novelista Mario Vargas Llosa y el oscuro agrónomo Alberto Fujimori, hijo de inmigrantes japoneses, que resultó ganador y logró, cinco años más tarde y luego de un breve período de facto, su reelección como líder de un Gobierno que ordenó la economía y combatió con éxito a la guerrilla. Embriagado de poder, intentó luego una re-reelección, pero renunció al enterarse el país –con asombro- de la máquina de corrupción y espionaje que había armado en la sombra un siniestro personaje de nombre Vladimiro Montesinos.

Cayó Fujimori, la democracia retomó su rutina y los Gobiernos de Alejandro Toledo, Alan García (en un retorno liberal, bien distinto al populismo de su primera presidencia) y Ollanta Humala, no sólo mantuvieron la estabilidad económica heredada sino que presidieron un período de notable expansión de la economía y respetable avance social.

La sombra de Fujimori, sin embargo, sigue vigente. Su hija Keiko llegó a la segunda vuelta en 2011 y perdió con Humala apenas por un 3%. Volvió a repetir ahora, contra Pedro Pablo Kuczynski, en una definición para el infarto, que muestra una sociedad partida en dos mitades.

En ambos casos, la elección fue a favor o en contra de los Fujimori. Ni Humala era un gran candidato, ni PPK (como se le abrevia para facilitar la pronunciación) cosechaba mayorías determinantes. Es más, Kuczynski en la primera vuelta obtuvo solo un 21%, prácticamente la mitad de lo que alcanzó Keiko, dueña ahora de la mayoría absoluta del Parlamento.

Kuczynski y Keiko Fujimori representan la fascinación del misterioso país incaico

Kuczynski tendrá que gobernar con una bancada parlamentaria esmirriada y una coalición de izquierdas que obtuvo el 19% y ya anuncia una actitud opositora a un presidente al que votó a regañadientes y que descalifica como “neoliberal”. Mucho dependerá entonces de lo que haga o deje de hacer esa bancada mayoritaria de un fujimorismo en el que todo sigue siendo muy extraño.

Tan extraño como que Kenji Fujimori, hermano de la candidata y el diputado más votado, no fue a sufragar por su hermana en la segunda vuelta. Se sabe que Fujimori padre no está demasiado contento con su hija, a quien no la ve suficientemente comprometida con sacarlo a él de la cárcel. La exesposa de Fujimori, por su parte, se divorció de él en medio de un escándalo, tras denunciar por corrupción a tres hermanos de su marido, hoy prófugos de la Justicia. Un culebrón televisivo más que un ejercicio de la vida política…

Es evidente que Keiko ha tenido que navegar entre dos corrientes contradictorias: el apoyo popular que su padre aún conserva entre los sectores más pobres y la aureola de corrupción, narcotráfico y autoritarismo que le envolvió. La primera le dio la base para construir un formidable movimiento que es -por lejos- la primera fuerza política del país. A la inversa, el temor al retorno de esta turbulenta familia, le ha puesto en contra a todo el resto del espectro político, incluso a una izquierda que difícilmente sea compatible con el nuevo Gobierno, a cargo de un hombre incuestionablemente competente (fue un gran ministro de Energía del Gobierno de Belaúnde y de Economía del de Toledo) pero al que su profesión de economista y sus largos años en EE UU lo ubican como muy distante del pueblo llano. Hijo de un médico judío alemán dedicado a las enfermedades tropicales, PPK vivió su infancia en Iquitos para luego seguir su formación en Inglaterra, estudiar Música en el Royal College of Music, Filosofía y Economía en Oxford y Administración en Princeton, en EE UU. Una exitosa carrera empresarial en EE UU le llevó incluso a adoptar la ciudadanía norteamericana, a la que ahora renunció.

Son dos historias curiosas de inmigración. También un testimonio de la fascinación del misterioso Perú incaico para quienes llegaban desde de lejos.

El hecho auspicioso es que abre Perú otro período democrático. Sin embargo, no le será fácil a su presidente. Tampoco a Keiko, que no ha podido aventar el temor a su familia. Los tiempos económicos ya no son tan benévolos para un exportador de minerales, en el que su propio crecimiento le ha excitado las mayores demandas de su clase media en ascenso. Son dolores de crecimiento. Del buen crecimiento de este último cuarto de siglo.

Julio María Sanguinetti fue presidente de Uruguay.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_