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MIRADOR
Columna
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Para novias

Ahora mismo hay en Estados Unidos 350 negocios dedicados a vender terapias basadas en células madre

Javier Sampedro
Centro biotecnológico en Barcelona que trabaja con células madre
Centro biotecnológico en Barcelona que trabaja con células madreGianluca Battista

Lo vi hace poco en una peluquería de Carabanchel: “Tratamiento de células madre para novias”. Me resultó algo frustrante que, después de haber dedicado media vida a escribir sobre esas células en este periódico, nunca se me hubiera ocurrido una aplicación para novias, pero los periodistas somos conocidos por nuestra falta de imaginación, ¿no es cierto? Sé que hay una empresa europea, TiGenix, que tiene en su tubería de producción algunos tratamientos basados en células madre obtenidas del tejido adiposo, y hace solo unos meses ha solicitado autorización a la Agencia Europea del Medicamento para comercializar uno de ellos, llamado provisionalmente Cx601, contra las fístulas de la enfermedad de Crohn, una enfermedad inflamatoria del intestino. También sé que la farmacéutica japonesa Takeda acaba de meter 25 millones de euros en ese proyecto, y que está dispuesta a multiplicar por 10 o 15 esa cifra si el tratamiento se aprueba en la UE. Pero eso de las novias, déjenme ver… No, por novias no me viene nada.

Al otro lado del Atlántico, como de costumbre, las cosas van más deprisa. Según un estudio recién publicado por dos investigadores de las Universidades de California y Minnessota, ahora mismo hay en Estados Unidos 350 negocios dedicados a vender terapias basadas en células madre contra el autismo, la fibrosis quística, la esclerosis múltiple y la práctica totalidad del catálogo de los horrores que han compilado los siglos. Todas ellas carentes no ya de aprobación por la agencia del medicamento de ese país (FDA), sino incluso del más modesto ensayo clínico que permitiera iniciar ese papeleo. Como las células madre no son exactamente un “medicamento”, las empresas —o sus abogados— aducen que pueden comercializar sus presuntos tratamientos sin que la FDA los tenga que autorizar. Puede que el argumento sea sólido desde el punto de vista legal, aunque pocos científicos lo admitirán desde el sanitario. Así están las cosas.

Ante un avance científico las empresas tienen dos opciones. La difícil es desarrollarlo para ponerlo en el mercado con unas garantías razonables. La fácil es vestir a la novia con la seda de la jerga técnica. Si un mal psicólogo no es capaz de ayudar a sus pacientes, siempre puede inventarse una psicología cuántica para engañarles. Si la crema anti-envejecimiento no evita el envejecimiento, ponle ADN, ARN o cualquier otra cosa que no se entienda y triplícale el precio. A veces estas cosas funcionan porque los espejos engañan aún más que los fabricantes.

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