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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Lego en Júpiter

La sonda 'Juno' llega al planeta más grande (y peligroso) del Sistema Solar

La sonda espacial Juno de la Nasa entra en la órbita de JupiterFoto: reuters_live | Vídeo: NASA/HANDOUT (EFE) / QUALITY
Rafael Clemente

A casi mil millones de kilómetros de nosotros, tres figuritas de Lego se preparan para aventurarse en el entorno más letal del Sistema Solar: los cinturones de radiación de Júpiter.

Los tres pasajeros llevan unos cinco años de viaje y están hechos a semblanza de los protagonistas de la misión Juno: uno representa a Júpiter, el padre de los dioses, con su haz de rayos dispuestos para exterminar a todo bicho viviente; otro es Juno –o Hera-, su sufrida consorte, armada esta vez con una lupa con la cual pretende escudriñar las nieblas en las que se envolvía Júpiter para ocultar sus frecuentes aventuras extraconyugales. El tercero es el retrato de un humano real: Galileo Galilei, con su telescopio, el primero en estudiar el planeta gigante y sus cuatro satélites principales.

Las figuritas no son de plástico sino de aluminio, procesado y refinado para que su presencia no interfiera con los equipos de a bordo. No son los primeros Legos en viajar el espacio. Uno subió en un globo hasta la estratosfera y otros han estado en la estación espacial internacional. Pero estos tres son, probablemente, los que han llegado más lejos. Y los más caros. Lego ha invertido en su fabricación unos 15.000 euros. Una ganga si se tiene en cuenta su impacto publicitario.

El viaje de la sonda ha sido largo y relativamente anodino, salvo por un encuentro con la propia Tierra, cuyo tirón gravitatorio se utilizó para acelerarlo hacia su destino final. Pero la llegada a Júpiter será terrorífica. Para minimizar el impacto de las bandas de radiación, Juno se zambullirá casi sobre el polo norte de Júpiter, pasando a poquísima distancia de sus nubes: unos 5.000 kilómetros, mucho menos que la altura a que se mueven el Meteosat y los satélites de comunicaciones. Se estará moviendo a 250.000 kilómetros por hora con respecto a la Tierra, una de las mayores velocidades jamás alcanzadas.

El viaje de la sonda ha sido largo y relativamente anodino. Pero la llegada a Júpiter será terrorífica

Sobre Júpiter, Juno disparará su motor de frenado durante media hora. Lo suficiente para reducir su velocidad y provocar la entrada en una órbita inicial cuya altura máxima se irá ajustando en las próximas semanas. En total, a lo largo del año y medio que durará su misión, Juno describirá sólo 37 vueltas al planeta.

Juno es la primera nave que se aproxima a Júpiter alimentada sólo por células solares. Aquí, sus enormes paneles generarían casi veinte kilovatios; en Júpiter, cinco veces más lejos del Sol, apenas llegarán a los 400 vatios. Y de esa cifra, la mitad se irá en calefactar los equipos de a bordo, para protegerlos del intenso frío del espacio.

Los 'legos' que viajan en 'Juno'.
Los 'legos' que viajan en 'Juno'.

Al contrario que naves anteriores (Pioneer, Voyager, Galileo) Juno no se utiliza generadores nucleares termoeléctricos simplemente por una razón: No quedaban. El último disponible está ahora en Marte, propulsando al robot móvil Curiosity. Diseñar y construir uno nuevo hubiese disparado sus costes. Y los responsables del proyecto Juno se enorgullecen de haberse mantenido siempre dentro del presupuesto: alrededor de mil millones de dólares, incluyendo lanzamiento y costes de operación durante toda la duración de la misión.

Para proteger sus equipos de la radiación, toda la aviónica va encerrada en una especie de caja fuerte de titanio, en el centro de la nave. Las cámaras y sensores no, claro. Aunque se han construido con los materiales más resistentes, todo el mundo da por hecho que algunos de ellos fallarán antes de las 37 órbitas previstas. Hasta sus grandes paneles de células fotoeléctricas se verán afectados: A lo largo de los próximos meses y pese a llevar una doble protección de cristal, la radiación los irá oscureciendo y haciendo más opacos, con lo que su rendimiento bajará aún más.

El objetivo de la sonda es explorar las características de Júpiter, en concreto, su composición y –por ejemplo- la abundancia de agua en su atmósfera

El objetivo de la sonda es explorar las características de Júpiter, en concreto, su composición y –por ejemplo- la abundancia de agua en su atmósfera. Lo hará mediante unos equipos llamados “radiómetros”, que miran continuamente hacia las capas de nubes en diferentes longitudes de onda. Según la absorción que sufran de unas u otras frecuencias es posible establecer la composición de las nubes: Hidrógeno o metano en las capas superiores; vapor de agua –quizás- a más profundidad.

Juno también lleva una cámara de vídeo pero su objetivo principal son las nubes de Júpiter, no sus satélites. Su órbita polar de norte a sur, combinada con la rápida rotación del planeta garantiza que en dos años podrá fotografiar el disco completo de Júpiter y la evolución de su atmósfera en todas sus latitudes.

La cámara está diseñada sólo para estudiar el planeta. Aunque es posible que también recibamos alguna imagen de los cuatro satélites galileanos (Europa, Io, Ganímedes y Calisto) su resolución será muy baja, comparada con las que envió la sonda Galileo hace veinte años. La exploración de esos mundos –en muchos aspectos tanto o más interesantes que el propio planeta- tendrá que esperar a una futura misión, ya en proyecto.

Cuando haya completado sus 37 revoluciones, en febrero de 2018, un último encendido del motor de frenado llevará el perigeo de la órbita por debajo de la capa de nubes más altas. En cuestión de segundos, la brutal fricción de la atmósfera joviana incinerará la sonda y todos sus componentes. Es una forma de asegurar que no llegará a impactar por accidente con alguno de los grandes satélites impidiendo así toda posible contaminación con organismos terrestres. Quién sabe si algún día se descubrirán formas de vida en el océano subsuperficial de Europa o en algunos de los glaciares de Ganímedes o Calisto.

Rafael Clemente es ingeniero industrial y fue el fundador y primer director del Museu de la Ciència de Barcelona (actual CosmoCaixa).

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Sobre la firma

Rafael Clemente
Es ingeniero y apasionado de la divulgación científica. Especializado en temas de astronomía y exploración del cosmos, ha tenido la suerte de vivir la carrera espacial desde los tiempos del “Sputnik”. Fue fundador del Museu de la Ciència de Barcelona (hoy CosmoCaixa) y autor de cuatro libros sobre satélites artificiales y el programa Apolo.

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