Soy alérgico y hoy por fin voy a respirar
Ha sido un semestre duro para los que todo lo que suponga campo su organismo lo interpreta como extraño y lo ataca
Me asomo a la ventana que mantengo bien cerrada durante todo el día y toda la noche, recién levantado y con esa nebulosa que te da el no haberte lavado todavía la cara, me despereza una bofetada de calor, es temprano pero ya los termómetros ofrecen un nivel que solo de mirarlos te da la sensación de que va a ser un día duro. Y me alegro, hoy por fin será un buen día. Me asomo a mí otra ventana, la digital, aún sin desayunar y rascándome mientras bostezo, leo como era de esperar que la red polínica de alerta se haya ido a descansar por este año.
Soy alérgico y hoy por fin voy a respirar.
Ha sido un semestre duro, para los que como yo hemos olvidado la naturaleza y como ávidos urbanitas, todo lo que suponga campo nuestro organismo lo interpreta como extraño y lo ataca. Comenzó allá por enero con la polinización de las cupresáceas que para entendernos son los cipreses de los camposantos y esos setos para delimitar propiedades valladas que son foráneas a nuestra vegetación autóctona y que llamamos arizónicas.
Más tarde metidos ya en marzo aparecieron los plátanos de sombra, que sombra sí darán pero ni un plátano, nuestras ciudades están llenas de ellos y entristecen la vida de los alérgicos desde el mismo comienzo de la primavera.
Y luego la reina del llanto y el moqueo, como si de una película de serie B de las tardes del fin de semana se tratara, la reina de los pitos y el asma, la productora de la en otro tiempo llamada fiebre del heno, la gramínea, que no es tanto el trigo y el centeno, sino esos hierbajos que crecen en las aceras mal cuidadas de las ciudades.
Y cuando la reina parecía acabar su reinado aparece el maestro centenario, el abuelo aceitero que culmina y termina la temporada, el olivo, que nos acompaña polinizando hasta finales de junio o julio, mucho más allá del cuarenta de mayo, más o menos hasta hoy, y por eso estoy feliz.
Cuando en la consulta viene alguna mamá con su peque de 4 o 5 años, edad a la que empiezan a manifestarse los primeros síntomas de esta herencia recibida y reciben su diagnóstico de rinitis alérgica, conjuntivitis alérgica, crisis de asma o todo ello junto, siempre preguntan ¿habrá que hacer pruebas? ¿habrá que ir al alergólogo?
Pues no, ¿para qué? Ya te digo yo.
Pues aunque haya olvidado el campo y su vegetación y mi organismo los trate como a extraños, aún me queda un mínimo de recuerdo de la naturaleza y le cuento lo del calendario anterior, así que salen con su diagnóstico específico ya hecho sin necesitad de más pruebas según el día que estemos, tan solo con ver el polen dominante ese día, en esa zona.
Por cierto, las pelusas esas que se agolpan en las aceras provenientes de árboles mal cuidados no provocan alergia, son demasiado grandes, no son pólenes sino semillas, si se meten en la nariz dan picor y estornudos, pero no es alergia, los pólenes que dan problemas son siempre invisibles.
Los síntomas alérgicos son iguales que cualquier catarro, la diferencia está en el tiempo, si dura 4 o 5 días es catarro, si ya llevamos 15 días habrá que pensar que una alergia nos ronda y si los padres son alérgicos pues más probable, y si solo es el padre pues peor porque ya se sabe que si el niño ha heredado algo malo siempre será del padre. ¡Pues no faltaba más!
Las alergias no se curan, a pesar de la lista inmensa de medicamentos disponibles ninguno cura este molesto moqueo primaveral, antihistamínicos y otros productos pueden aliviar síntomas, pero, ojo, todos tienen efectos secundarios que hay que valorar y tener en cuenta. No hay que tomar jarabe o colirio porque sí, tan solo hay que ayudar a llevarlo lo mejor posible. Ni las vacunas son efectivas, ni el atiborrarse de potingues es útil.
Afortunadamente, los peques se quedan fuera de esta epidemia anual, es muy raro que un menor de tres años tenga polinosis, los menores sufren normalmente de alergias alimentarias, siendo a las proteínas de la leche de vaca y al huevo las dos más importantes. Aquí lo que dominan son los virus y las escuelas y en ellas se mueven a placer las enfermedades de granitos o manchas en la piel típicas de la época, pero eso será otro tema.
Jesús Martínez es pediatra, autor del libro y del blog El médico de mi hij@ y director médico de Mamicenter. Si quieres hacerle alguna consulta, escribe a mamasypapas@elpais.es
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