Entre el campo de alcachofas y los “asuntos de mi departamento”
Fernández Díaz nada tiene que tratar con la Oficina Antifraude; y menos en una reunión que no consta en la agenda oficial
La campaña electoral ha discurrido fatigosamente entre dos imágenes políticas sobresalientes. La primera, la admiración de Mariano Rajoy por los campos de alcachofas, describe sin margen de error la abisal personalidad del presidente en funciones y explica el escalofrío íntimo que sin duda recorrerá la espina dorsal de quienes vayan a votar al PP. La segunda es la conversación grabada entre el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, de profesión política sus excentricidades, y el jefe de la Oficina Antifraude de Catalunya, el levantisco Daniel de Alfonso. El contenido de la grabación es espectacular y supera con mucho el virtuosismo del cine de terror al uso (por ejemplo, esa declaración sibilante del ministro, a lo Christopher Lee, de “eso la fiscalía te lo afina”). A efectos didácticos, no obstante, quizá sea útil aclarar algunas explicaciones ofrecidas por el presidente en funciones y por el propio ministro que se resumen en una simpleza: Fernández Díaz trató con De Alfonso “temas de su departamento” y ya está.
Con el fin de que el presidente, el ministro y el jefe antifraude no ofendan la inteligencia de ciudadanos y votantes con ninguneos explicativos, y sin entrar en el contenido de la conversación, es necesario puntualizar que: 1. El ministro del Interior (ni cualquier otro ministro) tiene “temas de su departamento” que tratar directamente y de tapadillo con el responsable de otra institución del Estado; cosa bien distinta es que el ministerio del Interior sí tenga asuntos que tratar con la Oficina Antifraude. 2. En ese supuesto _por ejemplo, que Interior considerara que es útil apoyar las investigaciones de la oficina catalana o que está interesado en investigar a alguno de los examinados por la Oficina_, existe un procedimiento tipificado para que la conversación entre instituciones pueda producirse. Ministerio y Oficina se ponen de acuerdo para fijar una reunión, que consta en la agenda oficial con su correspondiente orden del día, y se celebra entre iguales; un suponer, entre el director de la oficina y el director general de Policía. Para evitar coacciones y porque las informaciones intercambiadas o tratadas tienen que ser homogéneas y coherentes. Es decir, no política o, con más precisión, no partidistas.
El contenido de la conversación es tan explícito que, como en las películas porno, excusa todo comentario; pero era el que cabía esperar lógicamente, porque cuando se da una reunión asimétrica y clandestina no es para tratar asuntos del departamento. Mientras tanto, el jefe De Alfonso ha destapado la versión más jaquetona de la burocracia que tiene a mano alguna confidencia o secretillo que gestionar: chantaje casi explícito y desafío llameante a la Cámara. Tales son los efectos dañinos de gobernar sin respeto a las reglas democráticas de detalle.
Pero, en fin, no hay por qué sorprenderse. El PP ha gobernado siempre así. No es un error, sino un modo de gestión enraizado y aplaudido dentro del partido. Que conste.
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