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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Rescoldos del terrorismo ultraderechista

La respuesta de la maquinaria policial y judicial a las tramas negras es un misterio sepultado en el bosque de los servicios paralelos

José de las Heras Hurtado
José de las Heras HurtadoVICTOR MORIYAMA

Los profesionales del crimen político marcaron los pasos significativos de la Transición española en forma más profunda de lo que se acostumbra a reconocer. Hay una memoria clara del sufrimiento provocado por el terrorismo de ETA, porque ha sido el más sanguinario y duradero: dejó regueros de sangre entre militares, policías, empresarios y trabajadores antes de iniciar los ataques directos a los políticos. Pero ha quedado más en el olvido la ferocidad con que se emplearon los grupos violentos de la extrema derecha, no solo para crear y mantener un clima de tensión callejera, sino en la comisión pura y simple de atentados.

Ni los partidos democráticos ni el conjunto de la ciudadanía se dejaron amedrentar por el terror procedente de la ultraderecha. Sin embargo, la respuesta de la maquinaria policial y judicial a esa delincuencia es un misterio sepultado en el bosque de los servicios paralelos y las tramas negras. De vez en cuando reaparecen sus rescoldos, como ha ocurrido gracias a la reciente investigación de EL PAÍS sobre José de las Heras Hurtado, el presunto terrorista encontrado en Brasil tras haberse fugado de España a principios de 1984, cuando iba a ser juzgado como cabeza de una banda. Abogado de profesión, era el jefe y cerebro del grupo Frente de la Juventud, escindido del partido extremista Fuerza Nueva por considerar demasiado blandos los métodos de su jefe nacional de la época, el caudillo Blas Piñar.

No hay duda de las motivaciones políticas que guiaron a la milicia pilotada por el ultra. De ella formaban parte los tres condenados por el envío de una carta bomba a este periódico en 1978, que mató a un trabajador, Andrés Fraguas, de 19 años, y dejó gravemente heridos a otros dos. Precisamente, ese atentado se perpetró en vísperas de que el Congreso y el Senado aprobaran el texto definitivo de la Constitución antes de someterlo a referéndum.

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En décadas posteriores, De las Heras ha eludido todos los intentos de traerle de vuelta a España. El propio fugado alude ahora a ciertas complicidades con las que contó para huir: “Me fui porque me dijeron: ‘Tu caso está prejuzgado; te van a condenar seguro”. Personas próximas a la judicatura y al Ejército me lo recomendaron”. De las tres órdenes de búsqueda y captura emitidas contra él —una de ellas por asesinato—, la última prescribió en 2013. Residente en un suburbio de Guarujá, a hora y media en coche de São Paulo, él mismo se ríe de la ineficacia de Interpol en Brasil.

A diferencia de ETA, que utilizó el terrorismo hasta 2010, el de extrema derecha se extinguió mucho más pronto, como el del GRAPO. Hay que celebrar el consenso forjado en su día en torno a la idea de que la violencia destruye toda posibilidad de alcanzar cualquier fin que no sea el de perpetuar la propia violencia. Pero también es cierto que no se ha hecho justicia en todos los casos; y que ignoramos el porqué.

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