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Tribuna
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Carpetazo

Extrema izquierda y franquistas critican el libro más riguroso sobre la matanza de Paracuellos

Jorge M. Reverte
Calle dedicada en Madrid a los ejecutados en Paracuellos del Jarama entre el 7 de noviembre y el 4 de diciembre de 1936.
Calle dedicada en Madrid a los ejecutados en Paracuellos del Jarama entre el 7 de noviembre y el 4 de diciembre de 1936. Luis Sevillano

Toda una vida. Y prolongada. Casi ochenta años para darle el carpetazo a una parte de nuestra historia, porque ya puede dormir el sueño de los justos esta enorme colección de historias desdichadas que conocemos con el nombre de Paracuellos.

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El carpetazo se lo ha dado Julius Ruiz, nieto de un exiliado español nacido en Inglaterra hace poco más de cuarenta años. Ejerce de profesor y de investigador en la universidad de Edimburgo. Ruiz es hispanista, o sea, que ha conseguido el estatus con el que soñaba Mario Onaindía unos años antes de su muerte: “Yo quiero ser hispanista inglés”, decía con toda su ironía a quien le preguntaba por sus proyectos de futuro.

Los estudios de Ruiz, que ha publicado en los últimos meses el libro Paracuellos, una verdad incómoda (Espasa, 2015) han versado sobre la represión durante la Guerra Civil, la republicana y la franquista. Y, como es lógico, su espléndido y riguroso trabajo ha concitado muchas y devastadoras críticas de franquistas y extremistas de izquierdas.

Desde el franquismo todavía vivo, no solo Pío Moa, sino muchos otros publicistas le han dedicado montones de páginas, yo creo que sobre todo de muy mal humor porque ha hecho un trabajo que ellos no han sabido culminar, pese a que tenían de su parte la gigantesca inquisición llamada Causa General. Los publicistas franquistas llegaron a elaborar listas de muertos en Paracuellos, tan cuidadosas que algunos todavía vivos se vieron en ellas. Trataban, con tan siniestro conteo, de conseguir que la cifra superase lo más posible la de los muertos en Badajoz, atribuidos con mucha razón a Juan Yagüe.

Desde el otro lado, algunos historiadores con el marchamo de rigurosos despachaban a Julius Ruiz con un despectivo facha para no tener que discutir con él. El líder indiscutible de esta implacable campaña ha sido alguien tan importante para la historia contemporánea española como otro hispanista inglés mucho más conocido, Paul Preston, que ha utilizado su enorme prestigio para algo más que para polemizar con Ruiz: ha intentado hundirle, bajo toneladas de acusaciones sin fundamento; sobre todo, la socorrida de ser un franquista. En todas partes cuecen habas, y Preston mantiene un confortable estatus de capo en una gran parte de la izquierda universitaria española. Una izquierda que, apoyada en Preston y otros, se ha cebado con investigadores de primera fila como Fernando del Rey, entre otros, y por supuesto, por las mismas razones de no asumir acríticamente el diagnóstico antifranquista de la historia.

Ya nadie puede argumentar en falso sobre la atrocidad cometida por dirigentes republicanos

El asunto de Paracuellos ha resultado ser un tema crucial para la evolución de nuestra investigación histórica. La falta de documentación, o la corrupción de fuentes documentales por la acción de los auténticos –estos sí— franquistas, hizo que el avance sobre el asunto fuera un infierno, y se quedaba texto tras texto taponado por la obediencia ideológica de cada uno. Al final, la cuestión era si se creía o no la versión del PCE que, por supuesto, era la versión, quisiera él o no, de Santiago Carrillo. La aparición de las actas de una reunión de la noche del 7 de noviembre de 1936, a la que asistieron Santiago Carrillo, como representante de las JSU, y Amor Nuño, del Movimiento Libertario, eliminaron las barreras fundamentales para que se supiera la verdad, que siguieron negando los izquierdistas de la universidad española.

Ruiz nos ha regalado a todos un montón de tiempo, el que él ha consumido en su investigación implacable sobre los hechos. Y de las “historias” ha construido una historia, fuera de tanta memoria alterada por los deseos de universitarios indolentes o periodistas sin formación.

A Ruiz le debemos que hoy podamos decir que Paracuellos fue una atrocidad cometida por dirigentes republicanos, o mejor dicho, que estaban en el bando republicano, que quebrantaron la legalidad del régimen que defendían. Ya nadie puede argumentar en falso sobre aquellos hechos, y nadie podrá decir que aquello que pusieron en marcha Santiago Carrillo y Amor Nuño, o sea, el PCE y el Movimiento Libertario, fue para responder a otro asesino: Yagüe.

La participación de los asesores soviéticos en los hechos queda también demostrada. No solo porque consideraban que aquello había que hacerlo, sino en la propia literatura de la orden asesina.

Hoy podemos decir que Ruiz nos ha ayudado a dar un carpetazo. Es una buena noticia. Porque la universidad española es más libre ahora, y porque quedan muchas menos cosas por saber.

Jorge M. Reverte es escritor y periodista.

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