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RED DE EXPERTOS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Yihadismo y desarrollo

El autor propone fórmulas para vencer al radicalismo. Una es luchar contra la pobreza, porque la pobreza fomenta el extremismo

Paquistaníes suníes pro talibanes queman una bandera estadounidense el pasado 25 de mayo
Paquistaníes suníes pro talibanes queman una bandera estadounidense el pasado 25 de mayoBANARAS KHAN (AFP )
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Evidentemente, hay que diferenciar entre musulmanes y yihadistas. Y tras los abominables atentados de noviembre de 2015 de París aún más (si se puede). Pero buscando una solución al problema que esta cruel acción evidencia, creo que es una buena cosa analizar la terminología relacionada.

En efecto, se tiende a confundir a veces términos como árabe (relativo a la lengua árabe) y musulmán (que profesa la religión de Mahoma). Así, si hablamos de naciones, la República Islámica de Irán es un ejemplo de país musulmán no árabe (su lengua es el persa). De la misma manera, hay países árabes en África donde, a pesar de que la musulmana es la más presente, no es la única religión (y, por tanto, no pueden ser considerados países musulmanes).

Adonis es un famoso poeta sirio (aunque actualmente se encuentre exiliado en París). Días después de los atentados de noviembre, él señalaba que existe un muro inmenso que separa la República francesa de los jóvenes musulmanes franceses: "La República francesa siente que no tiene nada que ver con ellos y ellos con la República". Recordemos que el Islam es la segunda religión en Francia con algo más de cinco millones de fieles, un 7,6% de la población gala.

En Bélgica hay también una comunidad musulmana muy numerosa. Viví en ese país una parte importante de mi infancia. Recuerdo que desde lo acomodado de la posición económica en la que vivía, había una percepción de los musulmanes (y de los marroquíes, por ser la nacionalidad más presente) particular. Se les consideraba un pueblo violento y tramposo. Hace poco, por otro lado, finalicé la novela titulada Para acabar con Edy Bellegueule. En ese libro queda de manifiesto el odio de las clases más pobres francesas hacia los árabes. Ambos casos ofrecen una percepción injusta y falsa de los musulmanes.

Para el mundo de la cooperación es muy difícil aceptar una respuesta armada al problema del yihadismo

En su artículo Corrupción y terror, el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Gotemburgo Víctor Lapuente Giné señalaba: "La comunidad internacional ha tolerado y apoyado Gobiernos corruptos a cambio de seguridad". Algunos de esos apoyos se han dado en países de creencia musulmana. Este hecho puede ser presentado como una evidencia más al pueblo musulmán de lo injusta que es la comunidad internacional. Y cuando se habla de comunidad internacional muchas veces se entiende país rico: Europa.

No estoy diciendo que los musulmanes han abrazado el yihadismo. Realmente, casi estoy diciendo lo contrario: es como si los yihadistas estuvieran ofreciendo razones a los musulmanes buscando su apoyo.

No olvidemos que próximamente tendrán lugar elecciones en Francia. No sería descabellado pensar que los últimos acontecimientos conllevarán allí un auge de la extrema derecha. Una extrema derecha que apenas esconde su aversión a los musulmanes enclavados en el país: la aceptación de los musulmanes allí es hoy dudosa y puede que la situación empeore.

¿Qué hace la comunidad internacional? Mientras escribo estas líneas, Francia bombardea el feudo yihadista en Siria. Según la prensa internacional, el país coordina con Rusia, Europa, Estados Unidos (y el resto de sus aliados de la OTAN) la respuesta militar contra ISIS.

Las guerras son carísimas para el desarrollo de los países. Cualquier conflicto armado supone muertes, destrucción de infraestructuras, tejido social e instituciones estatales. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura define la guerra como el antidesarrollo.

Para el mundo de la cooperación, por tanto, es muy difícil aceptar una respuesta armada al problema. Creo que hay que cortar potenciales futuros puentes entre musulmanes y radicales. Y esto de forma pacífica. Hay que enfatizar en que, en esta guerra, nosotros somos el bando bueno. Para esto propongo dos nuevas medidas:

Primero, mejorar la integración de los musulmanes en Europa. Una colega politóloga me explicaba la diferencia entre el modelo de integración de la emigración en Gran Bretaña y el de Francia: "Los británicos admiten que sus inmigrantes mantengan las costumbres de sus países de origen. (Un ejemplo sería el indio con turbante que se pasea por Londres a pesar de que su familia lleva viviendo en la ciudad varias generaciones). En Francia, por el contrario, se espera que el inmigrante vaya transformándose paulatinamente. El modelo busca que el inmigrante adopte poco a poco pero definitivamente las costumbres del país de acogida". Europa debe replantearse hoy la conveniencia de los diferentes modelos de integración.

Segundo, perfeccionar nuestra ayuda al desarrollo. Por un lado debemos seguir luchando contra la pobreza. Y es que la pobreza fomenta el extremismo. Por otro lado, nuestra ayuda al desarrollo debe evitar colaborar con gobiernos que no ofrezcan todas las garantías necesarias relativas al respeto de criterios como los derechos humanos y democracia.

Miguel Forcat Luque es economista y trabaja para la Comisión de la Unión Europea. El propósito de este artículo fue escrito por el autor por su propio nombre y no refleja necesariamente el punto de vista de la institución para la que trabaja. El propósito de este artículo no compromete la responsabilidad de esta institución.

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