Dos polos
Rajoy vive confiado en que sus rivales carecen de potencia para darle el gancho que lo aparte del poder
A la puerta de los juzgados de plaza Castilla hemos visto insultarse a uno de los veteranos del Partido Popular con uno de los jóvenes valores. No es edificante escuchar a Luis Bárcenas llamar a Javier Maroto asqueroso y repugnante, aunque sea como respuesta a idénticos calificativos dirigidos hacia él por el joven dirigente. De hecho, la escena tenía lugar a la salida de un juicio por atentando al honor entre ellos. Quizá el atentado lo están cometiendo ambos, pero contra la razón de ser de ese juzgado y la inteligencia de los españoles. Estos careos ante el micrófono son habituales entre miembros del partido en el Gobierno. Forma parte de un bipolaridad esencial en su funcionamiento. Si desfilaran en pasarelas de moda, combinarían el polo de marca con el polo de preso. Esa bipolaridad les obliga a afirmar por la mañana que los jueces son oportunistas en contra del partido y por la tarde sostener que atacar la independencia de los jueces es desacreditar la democracia. Quédense tranquilos, el descrédito es absoluto, da igual ya por dónde se mire.
Pero pese a todo el triunfo de Mariano Rajoy en las elecciones parece asegurado. Lo cual es una evidencia de la fragilidad de sus rivales. El temperamento de Rajoy se impone porque sabe que en la corriente continua funciona con polaridad negativa y positiva, porque sabe que tras la lluvia siempre escampa. El sol ha vuelto a salir para Rajoy cuando a su alrededor solo había tiniebla. Las noticias de su muerte política han sido siempre apresuradas, porque su cuajo impávido le permite dejar morir de hambre los escándalos. Lo mismo daba la asunción de que las obras en la sede se pagaron con dinero negro recaudado con tramas amigas o la salida de un ministro a un piso de lujo en París. El presidente vive confiado en que sus rivales carecen de potencia para darle el gancho que lo aparte del poder.
A juzgar por las nuevas revelaciones de sobrecoste en las obras y mantenimiento de las autopistas soterradas en Madrid, con contratos tan leoninos como falsos y una deuda enfermiza para los ciudadanos, se puede perfilar un modo de gobernar que tiende redes de apoyo, con imbricaciones invisibles que sostienen a la araña en ese equilibro firme. Solo así, la escandalosa verdad tras la gestión madrileña o valenciana podría seguir siendo premiada con tantos votos. Eso, y la incomparecencia de rivales, ya sea porque se presentan demasiado tiernos y sin proyecto o demasiado ansiosos y con modelos de pensamiento intragables. Rajoy gana porque aguanta mejor la respiración bajo la charca.
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