Le llevan los diablos
LA PRESENCIA de Rajoy, sea en un aniversario o en un funeral, saca de quicio a Aznar, pues le recuerda que él prefería a Rato. Hay muchas fotos que dan muestra de ese disgusto, pero hemos elegido la obtenida durante las jornadas de celebración del 80º cumpleaños de Vargas Llosa. Observen la violencia con la que el colérico expresidente pasa frente al gallego Rajoy, que baja la mirada no tanto en gesto de sumisión como de paciencia. Lo cierto es que a Aznar siempre lo pillamos cabreado, cuando no es por fas es por nefas, signifiquen lo que signifiquen una cosa y la otra. Si lo piensas, no le faltan razones: la de haberse aliado con Bush para bombardear a la población civil de Bagdad, lo que provocó un número considerable de mutilados y de muertos, además de desestabilizar Irak y alrededores para los restos. La de haber casado a su hija en El Escorial, con un desfile de invitados que ahora hacen cola frente a las cárceles y los juzgados de media España. La de haberse dejado regalar un caballo blanco por Gadafi. La de haber adquirido en el rancho de Bush un acento absurdo. La de haberse visto obligado a hablar catalán en la intimidad. La de haber llevado durante años el pelo engominado. La de haber regalado a su esposa, vía Gallardón, la alcaldía de Madrid como el que regala un fin de semana en Portugal. La de haber tenido “diferencias de criterio” con Hacienda. La de que sus libros de memorias sean un coñazo…
Le sobran razones para estar a disgusto consigo mismo y con el mundo. Pero cuando se cruza con Rajoy, habiendo preferido a Rato, le llevan los diablos.
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