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Tribuna
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García Lorca y el BOE

Las administraciones no han logrado un acuerdo para que funcione un centro que estudie al poeta

Augusto Delkader
Federico García Lorca.
Federico García Lorca.

Recientemente hemos sabido que el Gobierno no había suprimido, dentro del programa de recortes de gastos, la secretaría de Estado de Cultura. Para sacarnos de nuestro error ha sido necesaria la declaración de legado de García Lorca como Bien de Interés Cultural por parte de José María Lassalle, titular del departamento.

Imbuido probablemente, por la conmemoración del cuarto centenario de Cervantes —por otra parte, bastante ignorado por los estamentos gubernamentales— dicho funcionario salió a prevenirnos y defendernos de oscuros intereses que amenazaban el patrimonio del poeta.

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Cumplida tan alta misión, hemos aprendido otras enseñanzas no menores. Sabemos con certeza que existe un departamento ministerial, con el segundo más alto rango de los órganos del ejecutivo, cuya misión es velar por la promoción cultural, conservación del patrimonio y tantas otras funciones que adornan las competencias del señor Lassalle. En contra de los que algunos mal pensados elucubran, los dirigentes encargados de estas áreas en el PP no son señores que al encarar un problema tiran del fondo de armario, se ciñen los correajes y empiezan a dar órdenes.

La declaración de BIC de García Lorca a espaldas de la Fundación y de la familia es un desagradable malentendido que se tratará de subsanar a la mayor brevedad posible. El celo y la clandestinidad empleados por los políticos para consumar esta declaración trataba de sentar las bases para acabar con un sainete de mal gusto y excesivamente largo, en el que las administraciones no han logrado un acuerdo mínimo para lograr que funcione dignamente un centro que sirva para el estudio y difusión de la obra del poeta.

Lo sucedido hasta ahora en los casi quince años del proyecto admite sin embargo otras interpretaciones. La falta de entusiasmo oficial para culminar el propósito de la familia y la Fundación de engrandecer el patrimonio universal de Lorca ha sido una constante, probablemente porque su figura genera aun mucha intolerancia. Tratar de arreglar los problemas y hacer que funcione una iniciativa cultural se ha debido a un número importante de razones y a no pocos comportamientos desleales de los representantes de alguna de las instituciones.

Es falso que la familia y la Fundación hayan tratado de vender el legado al extranjero; probablemente lo que avergüence a las autoridades es que existe más sensibilidad en algunas instituciones públicas y privadas norteamericanas hacia el poeta y su legado que en ciertos estamentos de nuestro país. En ocasiones es difícil de explicar en foros internacionales las posturas oficiales sobre este asunto y la dejadez a que se han sometido.

Existe más sensibilidad en algunas instituciones norteamericanas hacia el poeta y su legado que en ciertos estamentos de nuestro país

La iniciativa y la gran mayoría de las gestiones para buscar fondos europeos se deben a la incansable e incomprendida labor de Laura García Lorca, directora y alma de la Fundación, que nunca se embarcó en un proyecto así para buscarse un cargo y un sueldo, como algún maledicente concejal ha deslizado por algunos mentideros provincianos.

La reforma unilateral de los estatutos que regulaban el funcionamiento del Centro es lo que impide a la Fundación trasladar el legado a Granada. Ese golpe de mano desvirtuó el marco jurídico y proyecto cultural establecidos en los fines fundacionales que se habían pactado para el depósito de esta propiedad de la Fundación en este centro público. Los déficits incurridos, el comportamiento fraudulento de un empleado —por cierto, nombrado gerente del Consorcio por las Administraciones— y todo lo ocurrido es consecuencia de este periodo de interinidad, cuyas dificultades son fácilmente subsanables. En ese propósito —me consta— trabaja la Fundación y la actual consejera de la Junta de Andalucía, Rosa Aguilar. Es una buena oportunidad para el nuevo Ayuntamiento que se constituirá en Granada y al que le será fácil entender que no se trata de apropiarse de un edificio y mezclar en él a Lorca, los conciertos de la banda municipal y otras loables actividades culturales municipales. El centro debe ser un lugar de estudio, promoción y difusión internacional de la figura y obra de Federico y de los valores que representó.

En Andalucía se han realizado operaciones culturales más complejas y se han aunado voluntades más dispares, como la que el presidente Manuel Chaves consiguió en Málaga con el museo Picasso.

Por tanto, bienvenida sea la declaración de BIC de Lassalle. Pero para poner en valor y en uso universal el legado de García Lorca hacen más falta otras cosas que golpes de Boletín Oficial.

Augusto Delkáder es periodista y miembro del patronato de la Fundación García Lorca.

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