La última cena, en el taller
Un fotógrafo publicitario homenajea a pintores clásicos recreando sus cuadros entre herramientas y mecánicos
Camisetas deportivas por túnicas. Sopas de sobre en lugar de panes ácimos. Y, en vez de halos de santidad, mucha grasa y aceite de motor. Un taller mecánico del Medio Oeste ha inspirado a Freddy Fabris para recrear en fotos grandes pinturas clásicas, como La última cena en la versión del clasicista francés Philippe de Champaigne.
“Durante años quise rendir homenaje a los grandes maestros. Buscaba el reto de traducir la pintura a la fotografía. Quería respetar la apariencia de los originales, pero quería inventar un giro conceptual que aportara una nueva capa al original. Sacarlos de su contexto original, pero manteniendo su esencia”, confiesa el artista neoyorquino. “Por suerte, me topé con una vieja tienda en el Medio Oeste que impulsó esta serie. El lugar pedía a gritos fotografiarse, y lento pero seguro las ideas empezaron a encajar en su sitio”.
Dicho y hecho. Además de La última cena, Fabris se atrevió con La lección de anatomía de Rembrandt, y, supliendo los dedos de Dios y Adán por una llave inglesa, compuso también un pastiche profano de la famosa escena de La Creación de la Capilla Sixtina, de Miguel Ángel. Entusiasmado por los personajes que poblaban el taller, los inmortalizó, como si de burgueses holandeses se tratase, en retratos individuales a la manera de Rembrandt.
Otros fotógrafos, como Erwin Olaf o David LaChapelle, han reconstruido a su modo grandes obras pictóricas del pasado. El aporte de Freddy Fabris es la elección de los personajes y el entorno mecánico. Habituado a fotografiar objetos publicitarios (ha trabajado para BMW, Coca Cola o Levi’s), el fotógrafo también ha querido dignificar en sus composiciones objetos vulgares, cotidianos, de ese entorno para crear naturalezas muertas.
Babelia
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