Menos es más
MARZO de 1967. Casa de Paul McCartney. Los Beatles pasan por su peor crisis, que acabará desembocando en su disolución. Sin embargo, ese mes completan una de sus mejores canciones: With a Little Help from My Friends. Muchos desconocen su origen. Está pensada para Ringo Starr, quien cantaba mal porque su registro era de cinco notas y, al llegar a la sexta, perdía el tono. Lennon y McCartney decidieron escribir una canción donde Ringo fuera el solista. Así que emplearon únicamente cinco notas. Fijémonos en la letra: What would you think if I sang out of tune? Would you stand up and walk out on me? (¿qué pensarías si cantara fuera de tono? ¿Te levantarías y me dejarías solo?). Lend me your ears and I’ll sing you a song and I’ll try not to sing out of key (presta atención y te cantaré una canción e intentaré no desafinar).
Luego, en el estribillo, los pillos de McCartney y Lennon pusieron notas altas para que Ringo necesitara… ¡la ayuda de sus amigos! Do you need anybody? (¿necesitas a alguien?). Y de ahí el título de la canción: “Con un poco de ayuda de mis amigos”. Explico esta historia porque está considerada una de las mejores canciones de la historia del pop. Y fue compuesta con solo ¡cinco notas! Desde luego, para los Beatles menos es más. Menos es más es toda una filosofía de vida, un estilo en arquitectura, cuyo exponente fue Mies van der Rohe y que derivó en el llamado minimalismo, presente en muchas disciplinas.
Hablemos de minimalismo en la conducta. El psicólogo y profesor Barry Schwartz publicó en el año 2004 un libro titulado The Paradox of Choice (la paradoja de la elección), donde demostró que no siempre más opciones suponen más bienestar. Es verdad que, si partimos de una situación pobre, un aumento de alternativas incrementa la felicidad, pero, a partir de cierto umbral, no solo no añade nada, sino que incluso resta y produce efectos nocivos. Para demostrarlo, Barry Schwartz realizó varios experimentos. Uno de ellos consistió en ofrecer en un supermercado una degustación de cierta marca de mermelada. Se realizaron dos mediciones: con muchos sabores a degustar y con pocos. En ambos casos se registró cuántas personas se acercaban a probar y cuántos realmente compraban.
Los resultados fueron reveladores. Si había más sabores, el número de personas que decidía degustar era mayor, pero muy pocos acababan comprando. ¿Por qué? Porque, ante tantas posibilidades, no eran capaces de decidirse. En cambio, cuando el número de opciones era menor, si bien menos gente se acercaba a probar, casi todos ellos acababan comprando. La conclusión fue que si la marca ofrecía pocos sabores, aumentarían sus ventas. Menos era más. Esta estrategia es la que utilizan los restaurantes griegos de Nueva York. La carta es deliberadamente extensa. Indecisos, los clientes la dejan a un lado y optan por preguntar al maître: “¿Qué nos recomienda?”. Y este, automáticamente, señala los platos donde ganan más dinero.
Otro experimento de Schwartz: un profesor dio la oportunidad a sus alumnos de subir nota. En una clase, ofreció realizar un trabajo voluntario dando a escoger entre 15 temas posibles; en la otra, solo entre 5. En este caso, un número mayor de alumnos hizo el trabajo voluntario. ¿Por qué? De nuevo, porque decantarse por un tema era más sencillo.
Menos opciones nos hacen más felices. Quienes conocen bien África explican que la infelicidad empezó a experimentarse en cuanto descubrieron a través de la televisión las innumerables opciones materiales a las que no tenían acceso. ¿Se es más feliz ignorando las posibilidades que tenemos? ¿O es preferible saber lo que podemos llegar a lograr y así prosperar y marcarnos mayores metas?
En Occidente vivimos una era de excesos. De excesivas marcas, excesivas variedades, excesivas apps, excesivos canales de televisión, excesivos amigos en redes sociales… La crisis trajo una reducción de posibilidades. Es cierto. Y supuso un retroceso para muchos, especialmente para los más jóvenes. De hecho, existe una correlación entre la riqueza medida en términos de PIB y las tasas de suicidios, infertilidad o depresión. Pero también entre PIB y esperanza de vida o supervivencia infantil. El “más” trae “más”, pero también tiene consecuencias.
En fin, que estamos ante un fenómeno ambivalente. Es una contradicción más de la condición humana que tan lejos nos ha llevado como especie y que, sin embargo, tanto nos hace sufrir. Yo hace ya varios años que decidí hacer un downshifting, que es la versión anglosajona moderna del menos es más para el yuppy desengañado. Trabajo más y gano menos: decidí renunciar a ingresos para dedicarme a lo que verdaderamente me llenaba.
¿La conclusión? El menos es más es una opción personal. Y de este modo, amante como soy de los trabalenguas, permítanme concluir diciendo que: por más que menos sea más, menos puede ser más y, cuando así es, entonces “más o menos” es “lo mismo”.
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