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Andrea Motis, la nueva sangre del jazz

Esta cantante, trompetista y saxofonista de 20 años está removiendo los cimientos de la escena jazzística internacional

Su tiempo libre fuera de estudios, ensayos, viajes y actuaciones es muy limitado, por eso, siguiendo sus ondas gravitacionales, me encuentro con la intérprete, trompetista y saxofonista Andrea Motis en la parada del metro de Fabra i Puig, en el barrio barcelonés de Sant Andreu, su zona de confort, su territorio familiar y profesional.

A sus 20 años, con los pies sorprendentemente anclados en la tierra, y su trompeta Bach Stradivarius en la mochila, Motis es una de las promesas del jazz internacional forjada en la Sant Andreu Jazz Band, una escuela municipal de música muy activa de la que forma parte desde los siete años, que ha educado talentos y dado esplendor y notoriedad jazzística a las calles y locales de la zona.

“No me considero superdotada. Desde niña toco la trompeta y el saxo con dedicación. lo que tengo son ganas de aprender”

En 2011, Quincy Jones invitó a Motis a participar en los conciertos de The Global Gumbo All-Stars, una formación multinacional con la que el célebre trompetista, director de orquesta, compositor y productor norteamericano se sumaba a los eventos del 25º aniversario del Festival Castell de Peralada. “Colaborar en ese proyecto con Quincy Jones fue un subidón y un gran apoyo moral. Estaba muy nerviosa porque era un encuentro importante y de mucho nivel en el que tienes que superarte. Allí conocí al pianista Alfredo Rodríguez y a la cantante y contrabajista Esperanza Spalding, a la que sigo con admiración”.

–Niña prodigio. Superdotada. Talentosa promesa del jazz. ¿Cómo recibe estas calificaciones o clichés?

–Las interpreto como maneras que tiene la gente de expresar que le gusta lo que haces, pero no me considero ningún prodigio. Desde niña, toco la trompeta y el saxo con mucha dedicación y muy incentivada por mis profesores. Lo que tengo son ganas, voluntad de aprender. Quiero terminar mis estudios en la Escuela Superior de Música de Cataluña (Esmuc) para conseguir lo que se dice estar puesta en lo tuyo. Cuanto mejor sabes tocar, mejor te sientes. Soy una ambiciosa tranquila y paciente, pero no tanto para ganar dinero o ser famosa, sino para ser más feliz.

Desde 2009, forma parte del Andrea Motis & Joan Chamorro Group, con el que ha grabado seis discos –de estudio y en directo–, algunos acompañados de big band y orquesta sinfónica. Con ellos se ha embarcado en frecuentes giras de conciertos, junto a su inseparable profesor y mentor Joan Chamorro (contrabajo y saxofón), Ignasi Terraza (piano), Josep Traver (guitarra) y Esteve Pi (batería). El quinteto ha recorrido festivales, clubes, teatros y auditorios de Sudáfrica, Japón, Brasil, Francia, Polonia, Bélgica o Estados Unidos. Que estos músicos le doblen la edad no le plantea ningún obstáculo. “Me divierto, gastamos bromas, estoy a gusto con ellos. Trabajar con adultos evita tonterías, todo está claro y no hay luchas de egos o celos. No podría convivir con eso”. Andrea Motis se ha tuteado desde la infancia con los grandes standards atemporales del jazz, vocales e instrumentales, que incluye en su repertorio. Conoce ya los secretos de estilos como el dixieland –“Bix Beiderbecke y Louis Armstrong fueron magníficos innovadores”– y cree que, por suerte, el swing vive una revalorización gracias a la moda vintage, a las escuelas de baile y a formaciones afines como Swing Maniacs. El bebop y el hard bop, precisa, son también fuente de inspiración.

Motis señala que sigue a artistas puntuales de otras tendencias ajenas al jazz. Ha versionado a Amy Winehouse. “Y me impresionaron Omara Portuondo y Buena Vista Social Club. En 2015 fuimos sus teloneros en Estados Unidos en la gira de su despedida”. En la imagen, en Boston junto a la cantante cubana.
Motis señala que sigue a artistas puntuales de otras tendencias ajenas al jazz. Ha versionado a Amy Winehouse. “Y me impresionaron Omara Portuondo y Buena Vista Social Club. En 2015 fuimos sus teloneros en Estados Unidos en la gira de su despedida”. En la imagen, en Boston junto a la cantante cubana.

A estos estilos, la formación va a sumar nuevas aportaciones de sonidos afro, latin o modern jazz en el disco que a finales de marzo grabará, por primera vez bajo su nombre, en los estudios del sello Impulse Records en Nueva York. Habrá composiciones propias y colaboraciones de Terraza y de Perico Sambeat. Lo vive como un gran reto, comenta, como una ocasión de “adrenalina total”. Para un músico de jazz suena a sonrisa del destino grabar un disco con la mítica Impulse Records, una grandísima y evocadora marca del jazz, comprometida desde los años sesenta con un catálogo en el que se encuentran los discos de pioneros como John Coltrane, Sonny Rollins o Charles Mingus. “Impulse Records es uno de nuestros referentes, y es una realidad ilusionante. Estamos preparando temas en inglés, en catalán y en portugués. En este proyecto vamos a experimentar otros colores, abordar otros rangos más modernos y actuales del jazz”.

Intelectual, elitista, minoritario, revisionista. Para los no iniciados, el jazz sigue siendo un género inmovilista. “No es una música para adolescentes. Tampoco suena en las radiofórmulas o en esos programas de televisión que buscan talentos pero mayoritariamente venden imagen, marketing y no dan muy buen rollo. He recibido ofertas para ser solo un producto, pero las he rechazado. Me gustaría que el jazz estuviera más presente. Ahora solo de vez en cuando se escuchan temas identificables, pero los grandes músicos que admiro y me interesan siempre han tenido que hacer una labor de arqueología. Solo después de transcribir, escuchar e interpretar plenamente a los clásicos puedes encontrar y abordar tu propio camino”.

–¿Cuáles son los artistas más brillantes del jazz contemporáneo con los que se identifica?

–Hay que prestar atención a la orquesta y los discos de Maria Schneider. A excelentes trompetistas y compositores como el estadounidense Tom Farrell, la canadiense Ingrid Jensen o el israelí Avishai Cohen. Existen también impresionantes trompetistas de clásico. Trompeta y saxofón son instrumentos que me encantan, exigen constancia y preparación técnica, pero son contados los que llegan a ser líderes de un grupo.

Carlos Pericás

Los festivales de jazz en España –Donostia, Vitoria, Barcelona, Madrid o San Javier– son veteranos con prestigio, pero despiertan menos interés que los de pop, rock, hip-hop o electrónica. “Muchos festivales al aire libre están siguiendo el ejemplo estupendo de Francia. Es superdivertido asistir a festivales como el de Châteauneuf-du-Faou o tocar en ellos. El festival de Marciac reúne en su programación a los más potentes del mundo. Allí he visto a Cécile McLorin Salvant, una cantante que me interesa mucho, al trompetista Nicholas Payton o al pianista Ahmad Jamal”. Y reivindica: “Hay mucho que descubrir en el jazz. Y mucha gente interesada en la carrera de clásico o de jazz. Yo he tenido oportunidades y puedo elegir, pero hay una descompensación entre toda la gente que se interesa por ser músico y los limitados circuitos especializados, los lugares donde tocar o escuchar esta música”.

Andrea Motis está ilusionada con el proyecto de la alcaldesa Ada Colau, y participa desde Internet en los planes que impulsan la participación ciudadana en Barcelona. “Creo mucho en el respeto al medio ambiente. Apoyo sobre todo las decisiones y asuntos relacionados con la ecología”. Rara avis, esta concienzuda estudiosa del jazz explica que no dedica demasiado tiempo a Internet, que no le interesan las redes sociales y que, en cambio, es una lectora voraz. “Siempre recomiendo Sapiens, de Yuval Noah Harari, una historia de la especie humana muy amena, y Ecotopia, de Ernest Callenbach, un texto inspirador sobre la utopía de un país ecológico. Su autor adelantó conceptos como la sostenibilidad, las energías renovables, el reciclaje. Planteó otra manera de pensar, de construir las relaciones personales, amistosas y de pareja de una forma más abierta”. Entre sus lecturas predilectas del jazz se encuentran “las interesantes biografías de Miles Davis, Billie Holiday o la del saxofonista Art Pepper… ¡La vida de este hombre es muy fuerte!”.

Motis se detiene a pensar y encuentra mil razones para enumerar lo que aporta una buena educación musical. “Tocar un instrumento desde pequeño consiste en ensayar, y nadie lo puede hacer por ti. Aprendes a tener responsabilidad, a administrar el tiempo y a organizarte mejor. Te ayuda a desarrollar y expresar los sentimientos, las emociones. Trabajar con la música es cultivar la creatividad, vencer la pereza, la falta de concentración, perder la vergüenza en el escenario. Al margen de la música, todos estos beneficios personales se instalan en ti para ser más productiva y mejor persona. Y esa educación te sirve para toda la vida”.

elpaissemanal@elpais.es

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