Kadidiatou: “Los rebeldes entraron en mi pueblo y me secuestraron”
La chica fue raptada y violada con 12 años, tras ser liberada no ha podido volver a su hogar
"Lo primero que quiero decir es que para mí el conflicto comenzó cuando los rebeldes entraron en mi pueblo y me secuestraron". Habla sin atisbo de timidez Kadidiatou, de 17 años y una de las miles de niñas que han sufrido las consecuencias del conflicto armado al que se enfrenta Malí desde 2012. Hoy vive en Bamako, la capital del país, desde donde relata cómo esta guerra le ha cambiado la vida.
Kadidiatou es natural de Amnassey, una localidad tan sumergida en la región de Tombuctú que ni siquiera se encuentra en los mapas. Fue raptada y llevada junto a otros niños de su pueblo a un campamento rebelde donde fue violada por varios hombres repetidas veces. "Al cabo de tres días, uno de ellos se apiadó y me dejó escapar", cuenta la adolescente. Tenía 12 años.
Malí enfrenta un conflicto armado desde enero de 2012 debido a la ocupación militar de la mitad norte de su territorio por parte de grupos separatistas yihadistas y tuaregs. Los primeros intentaban instaurar un Estado gobernado por la ley islámica y los segundos aspiran a lograr la independencia de un territorio que consideran propio desde antes de que acordaran las fronteras actuales. En enero de 2013, Francia inició la operación Serval junto al ejército maliense para detener este avance, y, aunque gran parte de la región ha sido recuperada, incluyendo importantes ciudades como Gao, Kidal y Tombuctú, la violencia no ha cesado y los ataques de uno y otro bando son una constante.
Un 42% de los desplazados internos son menores de entre 5 y 17 años
Una de las consecuencias es que ha obligado a miles de personas a huir de sus hogares y buscar refugio en otras regiones o en países vecinos. En los momentos más álgidos del conflicto huyeron más de 150.000. En febrero de 2016, el número de desplazados internos era de algo más de 52.000, según la Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR), y otros 153.000 se encuentran en países como Burkina Faso, Mauritania y Níger.
Kadidiatu y su familia —madre viuda y dos hermanos menores— se cuentan entre esos miles de desplazados. "Cuando llegué a casa, mi madre decidió que debíamos escapar inmediatamente", relata la adolescente. Llegaron a Bamako, donde desde entonces la cabeza de familia intenta sacar a sus hijos adelante sin ningún apoyo, ya que no tienen parientes ni conocidos en la ciudad. "Ahora, al menos, me siento más segura, pero no olvido lo que pasó", dice la menor.
Los niños y los jóvenes, que representan más de la mitad de la población de Mali, son los más afectados por la crisis. Un 42% de los desplazados internos son menores de entre 5 y 17 años que están expuestos a múltiples dificultades y peligros: no tienen acceso a servicios básicos de sanidad y educación (más de 380.000 están sin escolarizar), corren el riesgo de sufrir violencia física, sexual y psicológica, secuestros y reclutamientos forzosos para ser utilizados como niños soldado, y a entornos familiares y comunitarios inestables, indican desde la oficina de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en Bamako.
Las mujeres desplazadas corren mayor riesgo de ser víctimas de violencia sexual debido a la falta de mecanismos de protección y a la proximidad de los grupos armados a grupos de población. Es imposible saber cuántos episodios se han producido desde el inicio de la guerra. Solo en 2014, la ONU registró 90 denuncias de violencia sexual relacionada con el conflicto: 69 de violaciones y 21 de agresiones sexuales, todas ellas en las regiones de Gao y Tombuctú, y todas contra mujeres (52) y niñas (38). Doce de estos incidentes fueron atribuidos al Movimiento Nacional para la Liberación de Azawad y cinco a las Fuerzas Armadas de Malí, mientras que el resto de los casos estuvo vinculado a grupos armados que no pudieron ser identificados.
Además, 25 niños nacieron a consecuencia de violaciones relacionadas con el conflicto entre 2012 y 2013: 17 en Gao, cuatro en Mopti y cuatro en Bamako. La legislación de Malí prohíbe el aborto y la adopción internacional, lo que limita las opciones para las víctimas, que suelen ser estigmatizadas y abandonadas por sus maridos y familias, y caen en una situación de extrema pobreza. Tal fue el caso de Kadidiatou, que quedó embarazada. Después de ser violada, tuvo un niño que hoy tiene cuatro años.
Las víctimas de violencia sexual suelen ser estigmatizadas y abandonadas
En noviembre de 2014, diversas organizaciones no gubernamentales presentaron 104 denuncias contra miembros del Movimiento Nacional para la Liberación de Azawad, Ansar Dine y el Movimiento para la Unidad y la Yihad en África Occidental por diversos casos de violencia sexual ocurridos en 2012 y 2013. Esos incidentes se registraron como crímenes de guerra y de lesa humanidad, pero la investigación y el enjuiciamiento de sus responsables han sido limitados debido "a amenazas de muerte contra observadores locales y a la escasa capacidad de las instituciones nacionales de justicia", según denunció el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon.
Kadidatu ingresó en un taller de confección en noviembre de 2015. Se trata de un proyecto auspiciado por la ONG local Temedt y la Unesco para reinsertar a niños que han sido víctimas del conflicto y que recibe financiación del club de fútbol Juventus. Durante la entrevista, enseña con orgullo algunos de los modelos que ella misma ha cortado y cosido en clase: una falda, un vestido, una blusa... En cuatro meses, ha aprendido patronaje como una profesional. Cuando acabe su formación, aspira a encontrar trabajo como modista. "Lo que me haría sentirme mejor es ser económicamente independiente y ayudar a mi madre. En el pueblo no estábamos tan mal porque siempre podías contar con la solidaridad de los vecinos y la familia, pero aquí estamos solos y hay días en los que solo comemos una o dos veces", reconoce.
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