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MIRADOR
Columna
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Bajar la basura

Nada cobra sentido si antes no se tira el desperdicio de una legislatura plagada de ocultaciones

David Trueba

En todas las casas españolas, al caer la noche la familia saca la basura. Es el perfecto resumen del día. A través de la basura uno puede recomponer la jornada. Lo que se ha bebido, lo que se ha comido, los desperdicios, los objetos rotos, lo que se quedó viejo o inútil, lo que perdió su valor. Cuando los españoles bajan la basura están llevando a cabo la apuesta más optimista posible. Incluso en un panorama fatalista, se están diciendo a sí mismos algo esencial: mañana quiero empezar de nuevo, desde limpio. No sé muy bien si alguien en la política profesional española le dará valor a este gesto casi automático. Pero llegados a este punto del proceso de búsqueda de Gobierno tras los resultados electorales, convendría que se tuviera en cuenta la prioridad. ¿Cuál es la prioridad? No lo duden más, la prioridad es sacar la basura, decirle a la gente que hay esperanza por mínima que sea, de que mañana pueda ser otro día, un poco mejor, emprendido desde limpio.

El índice de corrupción es alto. Personas significadas, pero sobre todo las rutinas del poder están contaminadas por una manera de hacer y el vínculo enfermizo entre el dinero público malgastado y la financiación de los partidos para sus campañas propagandísticas. Solo cuando se pierde el poder se emprende una limpieza, como cuando al vaciar una habitación descubres polvo y suciedad donde no te llamaba la atención. La basura política española está sin sacar, está oculta, porque provoca tensiones y miedo desalojarla. Porque tiras un poco de ti mismo y en algunos casos toca tirarte a ti mismo entero, de sucio que estás. De sucio que has permitido que esté tu entorno natural.

Si no terminas de oír bien, es posible que el proceso en el que estamos inmersos no te suene tanto a sesión de investidura como a sesión de embestidura, porque la apariencia es que unos se embisten a otros como fieras. No es tan extraño, la gente quiere percibir el combate político como un combate de exclusión, en el que resulta intolerable el acuerdo. Pero en las manos de los profesionales de la política está una acción un poco más profunda, la verdadera matriz del riesgo. Fijar la prioridad de la acción política en un realista índice de lo que se puede mejorar mañana mismo. Pero nada, absolutamente nada, cobra sentido si antes no se baja la basura, si no se tira al contenedor el desperdicio de una legislatura plagada de ocultaciones, apaños y la perpetuación de lo sucio y lo dañino.

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