¿Limpio a conciencia mi casa? Cómo debe prepararse un hombre para la primera cita
En las películas siempre vemos cómo él mete irremediablemente la pata. Vamos a ignorar esta posibilidad y a planificarlo todo para triunfar
Los hombres tenemos más o menos claro cómo debemos comportarnos en una cita. Lo hemos aprendido gracias a las películas y series de televisión, en esas secuencias en las que nuestros congéneres no paran de meter la pata durante la cena. Lo hacen de tal manera que la chica recuerda de pronto que tiene una reunión de trabajo importantísima al día siguiente y se tiene que marchar ya. Esas mismas pantallas también nos han contado el ritual (distorsionado por la mirada masculina hollywoodiense) por el que pasan las mujeres antes de llegar al restaurante: compras frenéticas de ropa y lencería, conversación con amiga sobre expectativas de la cita, baño de burbujas, prueba de peinados, colocación de tiritas en los talones para soportar los tacones…
Pero, ¿y los tíos? ¿Qué hacemos los hombres antes de una cita crucial? En las películas se suelen saltar todo ese proceso previo de preparación, quizás porque de inseguridades masculinas, lamentablemente, no está muy bien visto hablar. Pero en ICON hemos buscado a citeros sin miedo, de tres generaciones diferentes, para saber en que consiste el proceso de preparación masculino. Víctor, un crítico musical de 24 años, es el más joven de los tres, aunque su condición de nativo digital le ha concedido ya un largo historial de citas de Tinder. También hemos hablado con Raúl, un guionista de 37 años con una cifra en citas que no acierta a calcular con precisión: “Entre 150 y 200, aunque la mayoría se quedaron en primeras citas”. Por último, contamos con la voz de la experiencia de Emilio, un profesor de 47 años que consiguió encontrar, en una de las numerosas citas por las que pasó después de separarse, la pareja con la que ahora convive. Esto es lo que nos han contado que hay que hacer antes de una cita para despertarse al día siguiente con un gajo de mandarina en la cara...
1. Pedir la cita
Hay que asegurarse un poco, sobre todo si el contacto lo has hecho a través de Internet. Por ejemplo, con una chica intercambié más de cien 'mails' antes de vernos
Para salir a tomar unas cervezas con un colega, lo primero que tienes que hacer es proponerle el plan. Pues, con las citas, lo mismo: hay que empezar por pedirla. Lo de encontrar el valor para hacerlo, pasada la adolescencia, ya debería estar superado. “Si veo que cuadramos y que puede salir bien, propongo quedar. ¿Para qué alargarlo si te gusta y tienes ganas de verla?”, asegura Raúl (el mediano de nuestra terna), el experto en primeras citas, que también aconseja no dejar pasar muchos días desde que se propone: “Uno o dos como mucho, que esperar más es innecesario”.
Víctor, el más joven, es de la mismas opinión: “Si no te conoces mucho, o directamente no te conoces, con unos días de chateo es suficiente para ver lo que hay, y actuar, o que actúen, que ellas también piden citas”. Aunque el mayor del grupo cree que es mejor tomárselo con más calma: “Hay que asegurarse un poco, sobre todo si el contacto lo has hecho a través de Internet. Por ejemplo, con una chica intercambié más de cien mails antes de vernos”. También es verdad que Emilio esperó tanto porque con la anterior se precipitó y le salió regular: “Quise dejarlo después de la primera vez que nos vimos, no se lo tomó bien y viví una experiencia cercana a la psicopatía”. Total, que igual el instinto no es suficiente (en el punto 4 os contamos cómo completarlo).
2. Buscar el día idóneo
Puede parecer que es más importante elegir primero el plan, pero el día de la semana en el que quedas es, en realidad, una de sus claves. Si optas porque sea entre semana suena todo mucho más informal; además, tiene esa magia de estar haciendo algo especial en un día que no debería serlo. Aunque Raúl asegura que es todo más fácil cuanto más cerca está la cita del fin de semana: “Un lunes o un martes hay muchos menos sitios a los que ir. Además, si la cosa va bien, es mucho más difícil que alguien quiera quedarse a pasar toda la noche contigo si al día siguiente hay que trabajar”.
Pero para Víctor, quedar en fin de semana añade connotaciones importantes a la cita: “Todo el mundo tiene planes para un sábado por la noche. Si decides pasarlo con alguien, estás demostrando que esa persona te gusta mucho”. La realidad es que, a partir de los treinta, no todo el mundo tiene siempre planes para el sábado por la noche. Además, que si te gusta mucho, te apetecerá quedar incluso el lunes a primera hora. Valora lo que estás buscando y redondea la fecha en la agenda (sí, los chicos también pueden tener agenda).
John Travolta sacado de 'Pulp fiction' para aparecer en un encuentro de parejas. Él busca la suya... Obviamente, es un montaje.
3. Encontrar el plan perfecto
Ya tienes el sí, el día y la hora. ¿Y el sitio? ¿Uno especial y único? Pues no. Para Víctor, lo mejor es ir a uno de confianza que ya conozcas: “No es el momento de jugártela. A no ser que sea un plan que quiera hacer la otra persona, que entonces me dejo guiar”. También Raúl arriesga poco con los puntos de encuentro, que, a pesar de lo que dicen las películas, no suelen ser restaurantes: “Es mejor un bar, más informal. Tengo controlados unos cuantos a menos de diez minutos andando de mi casa”. No, Raúl no quiere que el garito esté cerca para salir huyendo si la cosa sale mal, sino, más bien, para todo lo contrario: “Si tienes media hora de camino desde el primer beso hasta la habitación, es un bajón”.
Pero, con la edad, parece que sí apetece lo de sentarse con una mesa de por medio, o eso cuenta Emilio: “Un plan con comida delante es lo mejor para poder hablar y contarte la vida”. A fin de cuentas, eso es lo que se hace en las citas, contarse la vida para ver si os apetece continuar escribiendo el libro juntos.
4. Investigar un poco antes de la cita
Muchos de los encuentros surgen en lugares como Adopta un tío, Coaba o Happend, aplicaciones a través de las cuales quedas con gente a la que sólo conoces por chat. “Investigo un poco sus perfiles en Facebook e Instagram, que siempre te dan una idea más real de con lo que te vas a encontrar. Y reconozco que alguna vez también he googleado [poner el nombre en Google, a ver qué información sale]”, confiesa Raúl, de 37 años.
Víctor, 24 años, también es partidario del rastreo previo a la cita para poder sacar temas de conversación: “Si ves en su muro que ha subido un vídeo de un grupo que le gusta, pues ya sabes de dónde tirar”. En cambio, Emilio, 47, se cortó más con esto de investigar, pero no le habría venido mal para evitarse algún que otro desencuentro: “Lo habitual cuando una cita sale mal es que descubres in situ que vivís en mundos mentales totalmente diferentes. Por ejemplo, una chica se puso a hablarme del poder curativo de los cristales”. Total, que una discreta investigación a tiempo puede evitar disgustos. Pero recuerda que si tocas dos veces seguidas a una foto en Instagram le estás dando al ‘me gusta’.
5. Preparar la ropa
¿Se pasan los hombres los días previos al encuentro probándose ropa delante del espejo? Según nuestros tres protagonistas, no (probablemente, las chicas tampoco, por mucho que digan en Sexo en Nueva York), aunque eso no significa que no lleven estratégicamente pensada la ropa. “Tengo unas cuantas camisas que sé que me quedan bien y son las que uso para los encuentros”, dice Raúl, que tiene prohibido ponérselas para ir a trabajar. Víctor, como con lo de elegir el sitio para la cita, apuesta por arriesgar poco: “Me pongo lo que sé que me queda bien: mis vaqueros favoritos, una camiseta molona y ya”. Aunque lo que a uno le queda bien, se lo suele poner mucho y es raro que esté recién lavado para la cita. “Nada, se airea por la mañana y listo”, reconoce el más joven del grupo.
Si tienes media hora de camino desde el primer beso hasta la habitación, es un bajón
Tampoco Emilio se preocupaba mucho por la ropa: “Por norma, no me arreglaba porque es una tontería ir disfrazado. Eso sí, procuraba ir limpito”. En su caso, requería de un esfuerzo extra porque tiene una hija y cabía la posibilidad de que apareciera con una mancha de plastilina en la camisa. Pero insiste en que es importante vestir como cada uno es: “Si no lo haces, te conviertes en una especie de personaje de sitcom”.
6. El aseo personal, hasta dónde
Ducharse antes del encuentro parece el paso más lógico. Te ayuda a eliminar las consecuencias de desodorantes que ya han abandonado y, además, si tienes una de esas que sueltan chorritos, irás más relajado al encuentro. Pero Víctor es de otra opinión: “Tengo la teoría de que si tienes una cita por la noche y ya te has duchado por la mañana, es mejor que no vuelvas a pasar por el agua”. Aclara que se puede hacer una excepción si has tenido un día durísimo, pero para él, ese olor masculino del día puede resultar atractivo: “He comprobado que va mejor la cosa así. Al final, esto es cuestión de química”.
Aunque Raúl sí es más partidario de usar la esponja antes de una cita, no sale de casa empapado en colonia: “No me la pongo nunca, ni cremas hidratantes, porque no las uso en el día a día y sería crear falsas expectativas”. Raúl prefiere no disfrazar nada, sobre todo cuando cree que la cosa puede ir bien y que después de esa cita habrá otra: “Físicamente, intento ir lo más parecido a lo que soy un día normal, aunque quizás un pelín mejor. Por ejemplo, el día de la cita me corto las uñas”.
7. Peinado y afeitado
“Como soy calvo, me afeito la cabeza”. Así explica Raúl el motivo por el que no pierde el tiempo en probar a qué lado le queda mejor la raya. La barba también merece una atención especial, aunque Raúl, en su línea por mostrarse tal y como es, no le presta una atención diferente porque tenga una cita. Menos aún Emilio, que hizo pocas variaciones en su barba de unos días en su periodo de citas. Pero el más joven de los tres, Víctor, sí que se apoya en ella para ganar seguridad antes del encuentro: “Tengo más o menos calculado el largo que me queda bien, y los días previos que necesito para recortarla para que esté justo así. Si quiero verme más guapete, pues, aplico la fórmula”. Lo que no parece una buena opción es hacerse un cambio radical antes de la cita que, por mucho que te diga el peluquero que te queda genial, igual tardas unos días en mirarte al espejo sin verte raro. Y, ¿en cuento al vello de las partes nobles? “Arreglado”, indica Víctor. Eso quiere decir que ni como un tronista que se ha hecho la laser, ni como un actor porno de los 70.
Lo habitual cuando una cita sale mal es que descubres 'in situ' que vivís en mundos mentales totalmente diferentes. Por ejemplo, una chica se puso a hablarme del poder curativo de los cristales
8. Limpiar bien la casa
Cuenta la leyenda que si el día que tienes la cita limpias tu casa a fondo, en plan hasta detrás del sofá, vuelves solo a casa. También dice que justo el día que tienes pelusas de polvo del tamaño de Segovia en el salón, conoces a alguien que acaba irremediablemente en tu cama. Raúl se muestra escéptico con esa leyenda urbana y es de los que el día que tiene una cita se encarga de vaciar la pila de platos sucios. También pone sábanas limpias y se encarga de que esté todo apañado, igual que Emilio: “Yo es que lo suelo tener todo recogido. Además, que nunca sabía dónde iba a terminar la noche luego, igual en su casa, o en ninguna de las dos”.
Tampoco conviene cambiar la decoración. Emilio reconoce que las cosas que tiene por casa le sirvieron para detectar casos de esnobismo cultural: “Yo tengo un muñeco de Alien en la estantería y, al verlo, alguna pensó que estaba saliendo con un friki”. En cualquier caso, colocar ese libro de Zizeck del que no entendiste ni media frase en la estantería, estratégicamente a la vista, al lado del disco de T-Rex y el DVD de Frances Ha, es un clásico.
9. ¿Quién paga?
El manual de citas de las películas dice que el caballero, para serlo, tiene que ocuparse de las cuentas. Por suerte, las películas son eso, películas, y, en concreto esas, suelen ser de lo más rancias. Para muchas chicas salir con un tío que se comporta como John Grey es motivo más que suficiente para acabar la noche antes de tiempo. Nuestros expertos citeros están de acuerdo. “Eso es ridículo, no tiene sentido dárselas ni de rancio ni de ricachón. Una la pago yo y otra la paga ella”, asegura Víctor, el joven, que insiste en que si invita es porque le apetece, no para ganar puntos.
Raúl, el mediano, también se suma a esa corriente que considera innecesario dárselas de Tío Gilito durante la velada (teniendo en cuenta las citas que puede llegar a tener en un mes, tendría que elegir entre salir o pagar el alquiler). “Se paga a medias, aunque cuando quisieron invitarme, acepté encantado”, recuerda Emilio, el mayor, recordando también que es profesor y padre.
10. Preparar la excusa para salir pitando
Lo normal es que a una cita vayas con la predisposición de pasarlo bien. Pero también es verdad que, en las peores ocasiones, te llevas sorpresas: conversaciones que no cuadran, risas que no se acompañan, silencios incómodos… En esos casos, te bebes el tercio rápido y sólo piensas en salir pitando. Pero, ¿cómo lo haces para escapar? Víctor reconoce que ha improvisado alguna trola para poder salir del desencuentro sin tener que dar grandes explicaciones: “Alguna vez he tirado del típico whatsapp inventado de mi hermano contándome que se había quedado sin llaves y tenía que volver a casa para abrirle”. La realidad es que decirle a alguien a quien le pediste una cita que ahora no te gusta puede ser duro, aunque la mayoría de las veces se evita para no hacerle daño a la otra persona.
Pero, con los años, parece que se gana en sinceridad. “Mi estrategia siempre fue la de ser lo más honesto posible y dejar las cosas claras”, asegura Emilio, que decidió hacerlo al haber estado también al otro lado del mostrador: “Cuando te dicen ‘ya te llamaré’ y no lo hacen, cabe la posibilidad de que tú no lo hayas pillado e insistas”. También Raúl ha ganado en honestidad a lo largo de sus citas: “Es mejor no marear. Si no lo ves claro, lo dices y te marchas”. Lo cierto es que estás ahí para conocer a otra persona que quizás vaya a convertirse en especial, y la sinceridad es lo primero que hay que preparar antes de la cita. Pero no sólo para decir que la cosa no cuadra. También hay que ser sincero cuando va bien y decirle que te mueres por tener una segunda cita.
Solo queda una última cosa: ¡suerte!
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