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CLAVES
Columna
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El verbo declinar

Rajoy se ha escondido detrás de un pase digno de un tahúr, para quedarse agazapado como un tigre que espera al cervatillo Sánchez

Jorge M. Reverte

De vez en cuando una palabra que está adormecida en un rincón, como el arpa que todos tenemos en el ángulo oscuro del salón de casa, revive, toma aire y crece, como en este caso le ha sucedido al verbo declinar. El milagro lo ha provocado la negativa de Rajoy a someterse a una investidura para la que no tenía votos.

El asunto es que Rajoy ha declinado. Eso es lo que importa, porque a qué ha declinado ya parece algo secundario. Declinar es lo de menos. Tendría que ser lo de más, pero es que en este caso lo que significa la palabra es dejarlo todo empantanado.

Mariano Rajoy se ha escondido detrás de un pase digno de un tahúr, para quedarse agazapado como un tigre que espera al cervatillo Sánchez si este cae en su garlito. Iglesias participa en el juego disfrazado de buen leñador que ayudará a Sánchez a escapar. Y Sánchez queda solo en un calvero del bosque esperando a que alguien le salve. Ese alguien solo puede ser Albert Rivera, que aparece en este cuento infantil como el cazador experto del que uno puede fiarse. Pero Sánchez interpreta, con justeza, que algo querrá ese cazador con cara de bueno.

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Total, que a Sánchez se le ha puesto todo peor que regular.

Si alguien pensara que unas elecciones nuevas iban a aclarar el panorama político español, apostaría por ello. Pero una vez más, el supuesto axioma que utilizan los comentaristas políticos cuando no dan ni una en sus previsiones se ha demostrado falso: el pueblo español, como el catalán, como el de Villarejo de Salvanés, no tiene ni idea de lo que va a salir en una votación, menos mal. Unas nuevas elecciones podían sumirnos en el caos ya sin remedio. Sin ninguna respuesta a todas las preguntas.

Cualquiera que mire la composición del Parlamento, si es capaz de mantener la frialdad suficiente, diría que solo una combinación de Ciudadanos y PSOE daría una estabilidad sensata a este país. La tercera pata no puede ser el PP, ni Podemos, ni mucho menos nacionalistas. Esa es la desgraciada situación en la que estamos. Qué de camino para llegar a esa conclusión.

Pues aquí nos ha conducido este pueblo tan sabio que tiene en su historia tantos gloriosos infortunios. La próxima vez nos podían convocar para declinar en lugar de votar.

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