Cambio de rumbo monetario
La subida de tipos de la Reserva Federal es correcta; que el Banco Central Europeo mantenga la política expansiva, también
La Reserva Federal (Fed) puso fin ayer a la política de excepcionalidad monetaria aplicada para combatir la crisis financiera con la decisión de subir los tipos de interés en 25 puntos básicos. Es la primera subida de tipos en los últimos nueve años y viene a confirmar que Margaret Yellen y su equipo dan por cerrada la fase de recesión y consideran que la economía está en condiciones de soportar un encarecimiento gradual del precio del dinero. Giro paulatino del que, por cierto, los mercados han sido advertidos repetidamente. La cuestión ahora consiste en determinar con qué velocidad se van produciendo los aumentos sucesivos en la nueva senda.
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El cambio monetario implica encaminar a la economía global por una senda no por conocida menos inquietante. Para los estadounidenses, porque a partir de este momento pagarán más caros los créditos y las hipotecas; para los países que tengan su deuda en dólares supondrá una subida de los intereses que pagan por ella y es posible que en algún caso se ponga en riesgo su equilibrio presupuestario; para la zona euro significa un debilitamiento de la moneda común respecto del dólar, aunque es probable que el grueso de los efectos ya esté descontado por los mercados.
El daño es mayor para los países emergentes. La subida de tipos actuará como un aspirador de inversiones; muchas de las que operaban en Latinoamérica, por ejemplo, volarán hacia Washington. Este efecto cobra inusual gravedad en el momento en que el hundimiento del precio de las materias primas, en especial el del petróleo, sitúa en posición muy delicada a Venezuela, Brasil y Colombia en el Cono Sur, o Rusia y varios países africanos.
Debería quedar claro que la decisión de la Fed es tan oportuna —por el riesgo de burbujas sectoriales— como el que el Banco Central Europeo mantenga e incluso intensifique en la medida de lo posible su política monetaria expansiva durante los próximos trimestres. La razón es sencilla: mientras EE UU ha alcanzado algo que se parece a una recuperación, Europa sigue empantanada en algo que se parece a un estancamiento. Y eso a pesar del hundimiento del precio del crudo.
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