Zuckerberg, la viuda del templo y Fito Páez
El cofundador de Facebook va a donar 45.000 millones a obras de caridad ¿qué mas da por qué lo haga?
"Dar solamente aquello que te sobra nunca fue compartir sino dar limosna”, canta Alejandro Sanz reflejando el acervo extendido en Occidente sobre la acción de desprenderse de algo para dárselo al prójimo. Y es que en la cultura judeo-cristiana no cuenta tanto la cantidad como la calidad. Ya se lo explicaba Jesús a los suyos, poniendo de ejemplo a la viuda que en el templo de Jerusalén, frente a los ricos que donaban importantes sumas, entregaba unas pocas monedas: “Ha echado más que nadie”. El problema por tanto no estriba en la cantidad, mayor o menor, sino en conocer la intención y la situación del que da.
En el caso de Mark Zuckerberg, que ha anunciado con motivo del nacimiento de su primer hijo que piensa donar a la filantropía el 99% de sus acciones de Facebook, saber su situación es muy fácil. El cofundador de la compañía del pulgar hacia arriba, del amigo que nos cuenta sus desayunos, del cuñado reconvertido en agencia de noticias y de los gatitos acompañados de frases de Paulo Coelho, es uno de los hombres más ricos del mundo. Tampoco representa dificultad alguna conocer la cantidad. El valor de su donación ronda los 45.000 millones de dólares, cifra por ejemplo igual al gigantesco de plan de inversiones anunciado por China para construir un corredor asiático desde Pakistán. Sin embargo, la intención abre las puertas a la interpretación. ¿Por qué dona esa cantidad? ¿Qué significa que va hacerlo durante su vida? ¿Por qué no lo hace ya? ¿No pensará recuperar ese dinero de alguna manera gracias al golpe publicitario que esto supone?
Sucede que sondear los corazones de las personas queda fuera de los límites humanos, algo de lo que nos olvidamos a menudo en una época enferma por el cinismo y la consigna que, multiplicados por esas redes sociales creadas entre otros por el propio Zuckerberg, convierten a muchos en jueces no ya de hechos —que tampoco deberían serlo—, sino de intenciones.
Resulta que hoy dar más allá de lo que sobra es sospechoso. Da igual si se trata de dinero como Zuckerberg, Bill Gates, o Warren Buffett o de entrega personal como la madre Teresa. Ese dar provoca una inquietud —ahora los cursis dicen “saca de la zona de confort”— entre quienes manejan la máquina validadora de intenciones. Es cierto que la publicidad de algunos actos pueden restarles valor. Zuckerberg lo ha hecho escribiendo una carta a su hija que, obviamente, no es el destinatario. Vale, pero ¿no se hace eso mismo en Facebook todos los días cuando se publicita la vida personal? Cierto, Zuckerberg podía haber sido más elegante, como Elie Horn, un multimillonario brasileño que ha donado el 60% de su fortuna a obras de caridad o como millones de españoles que este fin de semana sacaron comida de sus carritos de la compra para entregárselos al banco de alimentos sin tanta alharaca. ¿Quién da más? La respuesta es: ¿qué más da? Eso no es lo importante. Lo importante es ayudar. Ya lo dice Fito Páez: “Dar es dar”.
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