El poder de la culpa y la literatura
‘El camino de los difuntos’ es una incursión en la emoción de la narrativa sin ficción
Hay que leerlo a palo seco, de un trago, si es posible con el móvil apagado, para disfrutar (o sufrir) sin interrupción de los efectos de esa frase perdida en la página 47: “La culpa tiene poderes de los que el amor carece”. A estas alturas, uno ya intuye por el tacto que al libro apenas le quedan un par de páginas y que cuando lo cierre sentirá un desasosiego extraño. La mirada inquisitiva del rostro elegido por la editorial Periférica para ilustrar El camino de los difuntos, de François Sureau, se habrá convertido en la nuestra frente al espejo. Solo una llamada inoportuna nos podría despertar de esta rápida incursión en la emoción de la literatura.
De una literatura sin ficción. Sureau se presenta en la primera página: “En 1983 yo acababa de entrar en el Consejo de Estado en calidad de auditor de segunda clase. No había cumplido ni los 25 años y estaba maravillado de encontrarme en medio de los juristas cuyos trabajos habían marcado mi juventud”. Su trabajo a partir de entonces va a consistir en resolver las peticiones de asilo político en Francia. Todo fluye hasta que Javier Ibarrategui, un antiguo militante de ETA durante el franquismo que lleva 14 años viviendo en Francia, solicita la renovación. Tiene miedo de regresar a España. A pesar de que ya hay democracia y de que no tiene cuentas pendientes con la justicia, Ibarrategui cree que puede ser asesinado. O por la guerra sucia del GAL o por sus antiguos compañeros de la organización terrorista, a la que había criticado desde el atentado contra Carrero Blanco. El joven Sureau toma una decisión. Con los rescoldos aún encendidos de sus consecuencias ha construido El camino de los difuntos.
Desde la cubierta del libro, un hombre que podría ser Ibarrategui y también cualquiera de nosotros mira fijamente –tal vez preguntando, quizá reprochando— a otro hombre que podría ser Sureau y también cualquiera de nosotros. La época, los nombres y las circunstancias constituyen solo el decorado. Lo que está en juego es el poder de la culpa. Y el de la literatura.
Historia de una decisión
Esta novela autobiográfica, traducida por Laura Salas Rodríguez, es el segundo título que se edita en español de François Sureau (París, 1957), tras Íñigo. Una semblanza (Sal Terrae). En 30 años Sureau jamás había relatado la historia que narra en El camino de los difuntos y que en el libro ha tratado solo de 'contar', nunca de explicar o justificar.
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