Ir tirando
Una minoría más bien rural está haciendo todo lo posible para poner en ridículo a Barcelona y a su comunidad autónoma
Casi todos ustedes estarán atentos a las consecuencias de lo que han votado ayer nuestros simpáticos compatriotas catalanes. Yo escribo el lunes sin tener toda la información. Siendo así que es muy improbable que los separatistas opten por desarmar el trabuco, imagino cuál será el resultado. No hay que alarmarse. Aunque hayan jurado que sólo obedecerán las órdenes emanadas de la Virgen de Montserrat, verán que son gente muy poco fiable. Es cierto que una minoría más bien rural está haciendo todo lo posible para poner en ridículo a Barcelona y a su comunidad autónoma, pero quienes apreciamos de verdad ese territorio hemos de permanecer impertérritos.
¿Me creen si les digo que esa minoría de fanáticos es el peor enemigo de Cataluña? Quiero decir, ¿de su mejor historia? Desde que empezaron a subirse a la parra y quizás por sumisión a un siniestro personaje cargado de tantos hijos como delitos, el respeto hacia Cataluña en España, en Europa y en los escasos lugares donde les suene que hay algo así como una Provenza del sur, ha caído en picado. Ese abultado grupo de zelotes se ha empeñado en desprestigiar a su país. Por fortuna, son muchos más los que aún mantienen la dignidad. Exactamente la mayoría. No hay de qué preocuparse.
Ante las próximas elecciones generales, no obstante, hay que vigilar de cerca a quienes quieren conceder a los fanáticos aún más privilegios. Dice Sánchez que reconocerá a Cataluña como nación. No dice qué hará con el País Vasco y con Galicia. Tampoco dice qué pasará con La Rioja, de quién será Navarra o si Valencia y Baleares pasarán a ser reivindicaciones imperiales catalanas, ahora con la aprobación gubernamental. ¿Y acaso no será Andalucía una nación? Sánchez, no sabes en lo que te metes.
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