Los mapas del miedo
Resido en la cuna del narcotráfico en México, en Culiacán, donde todos los días amanece gente muerta
Carta de la semana: Los mapas del miedo
El artículo de Manuel Rivas sobre la geografía del miedo (El País Semanal, 4-10-2015) es una belleza. Por su capacidad de reconocer lo suertudos que somos los que vivimos en zonas más o menos a salvo. Yo resido en la cuna del narcotráfico en México, en Culiacán, donde todos los días amanece gente muerta. Pero vivo en una burbuja sin miedo, solo por ser “rica y educada”, que no significa otra cosa que saber mantenerse a salvo.
Mercedes Murillo Carrillo. Correo electrónico
Optimismo pese a todo
Les escribe un mexicano con nacionalidad española. O, a lo mejor, un español con nacionalidad mexicana. Mejor dicho, un español en el exterior. O bien podría ser un europeo en el extranjero. El seudónimo da igual. Quien sí les escribe es un español en la incertidumbre, como bien lo han de estar muchos españoles más que también se encuentran fuera de España y en el mismo caso que el mío, en la incertidumbre. Al terminar de leer el artículo de Rosa Montero del pasado 27 de septiembre, me he quedado con la idea: esta mujer tiene toda la razón. Citando algunas frases de su artículo, como “… la realidad asusta y el futuro amenaza con ser peor…” o “El porvenir da miedo, la realidad espanta…”, creo que muchos hemos hablado en todo momento sobre ese tema. No sabemos en qué instante habrá una certeza del futuro. Muchos se encuentran fuera de España, con la incertidumbre de si en alguna ocasión van a volver o no. Hemos pasado ya mucho tiempo tratando de entender las cifras del paro, de la emigración, de los porcentajes que suben y bajan, pero que poco comprendemos en su matemática y mucho entendemos en el corazón. En mi caso, a mí sí me gustaría creer que mi futuro es España. Rosa, a pesar de que el mundo entero es como usted lo escribe, “un grito de angustia”, quiero pensar que sigo siendo también un optimista.
Manuel Nathaniel Castañeda Molido. México DF
Una vieja polémica
Desde México, soy un lector asiduo de EL PAÍS y El País Semanal. Admiro a Juan José Millás. Su sección basada en un comentario irónico sobre una fotografía es casi siempre muy acertado y siempre ocurrente. En su texto publicado el 4 de octubre entra en una vieja polémica sobre los limpiabotas (boleros, decimos en México). Ya en el Londres de las entreguerras se planteó un debate profundo entre si debían existir o no, o si era una forma digna de ganarse la vida por un servicio ofrecido. En México siguen existiendo, yo me limpio los zapatos siempre con el mismo, le pago la tarifa que él estipula y conversamos. Creo que si alguien ofrece un servicio y otro lo paga adecuadamente, y ambos se conducen dentro de la urbanidad, el respeto y la dignidad, no existe conflicto. Por cierto, los boleros en México ya no se arrodillan para limpiar los zapatos: lo hacen de pie en una silla especial, instalada casi siempre en el mismo sitio. Dicho sea con mi admiración a Millás.
Manuel Ramiro H. Cuajimalpa, Distrito Federal, México DF
elpaissemanal@elpais.es
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