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Nobel de Medicina
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Malaria, ¿estamos realmente en el buen camino?

Hacemos un llamamiento a los investigadores para que sigan desarrollando nuevos medicamentos eficaces, y así poder tener un respaldo terapéutico contra las resistencias

Una ilustración que describe el trabajo de investigación de los ganadores del Nobel de Medicina 2015.
Una ilustración que describe el trabajo de investigación de los ganadores del Nobel de Medicina 2015.JONATHAN NACKSTRAND (AFP)

Hace dos semanas leí un artículo publicado en Planeta Futuro, La Malaria, por el buen camino, donde se exponían los grandes avances que se han hecho en la lucha contra la enfermedad en los últimos años. Los más destacables: el objetivo de disminución de la malaria se ha cumplido con creces entre 2000 y 2015 (y la meta para los próximos 15 años es reducirla un 90%); las tasas de mortalidad global han caído un 60% y se ha producido una gran inversión con fondos dedicados a frenar la enfermedad. Asimismo, un mejor diagnóstico y tratamiento, para reducir la severidad de los casos o la muerte, así como la distribución de mosquiteras impregnadas con insecticida de larga duración, han sido claves en este éxito.

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Esta semana hemos recibido otra buena noticia: el premio Nobel de Medicina reconoce las investigaciones Youyou Tu. La científica china dio un giro a la historia de la malaria con la introducción de los tratamientos a base de artemisinina, los más eficaces que existen ahora mismo. El premio nos permite echar la vista atrás para recordar cómo hemos hecho frente a la malaria y analizar si realmente vamos en la dirección correcta.

En los años 60, la malaria se trataba con cloroquina y quinina, y más adelante con sulfadoxina-pirimetamina (o Fansidar©). Todos estos tratamientos fueron perdiendo eficacia a lo largo de los años. Las primeras cepas de parásitos resistentes a estos fármacos se detectaron en la región del Mekong, en Camboya, Myanmar y Tailandia. Pero lo peor es que, poco a poco, este fenómeno se expandió desde esta zona de Asia hasta América y se replicó en la región del planeta más afectada por la malaria: África subsahariana.

A finales de esta década, Youyou Tu consiguió extraer de una planta china (llamada artemisia annua) uno de los tratamientos más revolucionarios para la lucha contra la malaria, y logró producir un componente activo eficaz contra el parásito que produce la enfermedad tanto en animales como en humanos, llamado artemisinina.

Todavía hay países de alta transmisión, áreas en conflicto, y zonas apartadas y pobres donde los niños pueden sufrir entre seis y ocho episodios de malaria al año

Este tratamiento lograba eliminar los parásitos de la sangre de los enfermos rápidamente. Además, para evitar que el fenómeno de las resistencias se repitiera en un fármaco tan eficaz, la artemisinina se comenzó a combinar con otras moléculas que seguían eliminando los parásitos que quedaban en el organismo durante más tiempo y así, curar definitivamente a los enfermos. Estos nuevos tratamientos orales combinados –conocidos como terapias combinadas con artemisinina o TCA– se administraban durante solo tres días y los pacientes se recuperaban con celeridad.

En ese momento, muchos investigadores y también Médicos sin Fronteras comenzaron a comparar la eficacia de los distintos tratamientos en muchos países. La conclusión fue clara: la eficacia de la TCA era superior a los medicamentos anteriores. Tras todos esos años de evidencia científica, comenzamos a instar a los Gobiernos y Ministerios de Salud de los países africanos más afectados por la malaria a cambiar sus protocolos por aquellos que realmente funcionaban. Todavía recuerdo lo difícil que fue convencer a las autoridades de Kabalo, en la provincia de Katanga en la República Democrática de Congo (RDC), para que cambiaran el protocolo tras un estudio que hicimos en la zona. Lo conseguimos. Era el año 2003.

Entre 2000 y 2015, casi todos los países han ido cambiando progresivamente sus guías clínicas y protocolos de tratamiento de malaria en África, donde se concentra el 90% de los casos del mundo. En este tiempo, el buen manejo de casos ha tenido el impacto buscado: han bajado muchísimo las cifras de afectados y se ha conseguido un gran impacto en la reducción de la mortalidad (un 60%, según datos estimados).

La última revolución llegó en 2010, cuando se recomendó la utilización de otro derivado de la artemisinina para el tratamiento de la malaria severa: el artesunato inyectable, que curaba de una manera mucho más rápida y eficaz a los niños ingresados que llegaban graves al hospital. Este medicamento era mucho más sencillo de utilizar y tenía menos efectos secundarios que la quinina endovenosa.

Todo ello se ha podido poner en marcha en los países afectados y en los proyectos donde trabajamos gracias a la investigación que realizó Youyou Tu, así que celebramos que el comité del Nobel haya reconocido esta semana su trabajo.

Desafortunadamente hace ya unos años se han descrito cepas de parásitos resistentes a este medicamento en la zona del Mekong

Pero, aun sin dejar de ser optimista, nos queda mucho por hacer. Pese al entusiasmo generalizado de los distintos organismos –que están aunando esfuerzos para seguir implementando herramientas preventivas y curativas con fondos internacionales para los próximos años, gracias al Plan de Eliminación de la Malaria 2040– todavía hay países de alta transmisión, áreas en conflicto, y zonas apartadas y pobres donde los niños pueden sufrir entre seis y ocho episodios de malaria al año.

En países como RDC, República Centroafricana o Sudan del Sur, los equipos de Médicos sin Fronteras son testigos de la ausencia de estos medicamentos en centros de salud remotos. Trabajamos en zonas donde pese a estar presentes, los pacientes siguen muriendo porque llegan demasiado tarde o simplemente no acceden a los centros y mueren en sus casas. En los últimos años, hemos visto un aumento de casos, epidemias y emergencias de malaria en estos contextos. La falta de acceso al tratamiento es una de las causas que provocan estos brotes, entre otros factores más complejos (climatológicos, ambientales o relacionados con el vector) y el conflicto.

La artemisinina ha supuesto un gran descubrimiento e hito para el abordaje de la malaria, pero desafortunadamente hace ya unos años se han descrito cepas de parásitos resistentes a este medicamento en la misma zona del Mekong donde aparecieron las resistencias anteriores fármacos. La comunidad científica teme que la historia se repita. Una gran amenaza que nos obliga a seguir comprobando la eficacia de la TCA en África. Por eso, tenemos que hacer un llamamiento a los investigadores para que sigan desarrollando nuevos medicamentos tan eficaces, y así poder tener un respaldo terapéutico en caso que lleguen las temidas resistencias. También hay que seguir luchando para que países y donantes se comprometan a hacer un buen control de la enfermedad, empleando todas las herramientas que existen a nivel curativo y preventivo, así como todos los elementos para poder eliminar la malaria.

Será entonces cuando estaremos en el buen camino.

Nines Lima es especialista en enfermedades tropicales de Médicos sin Fronteras.

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