La verdad sobre los gemelos Kray, los mafiosos que reinaron en Londres
La fascinante historia de los gánsters pop, donde hay crimen, drogas, sexo, el amor desaforado a una madre... y los Beatles y David Bowie de testigos
“El mayor error que cometieron durante su carrera fue dejarse retratar por mí”. Así recordaba el mítico fotógrafo inglés David Bailey a los gemelos Kray (Ronnie y y Reggie), los gánsters del este londinense que durante los años sesenta se convirtieron en estrellas del pop. No por nada el fotógrafo incluyó una de las instantáneas que les sacó en su célebre volumen Box of pin ups. Twiggy, Mick Jagger, Rudolph Nureyev o Paul McCartney decoraban las páginas de ese libro. Cuando Bailey les retrató, los dos Kray eran conocidos simplemente por ser dos exboxeadores que regentaban varios pubs y clubs al este de Londres. “Les pudo la atracción por la fama. Si eres un verdadero gánster, esperas que nadie sepa qué aspecto tienes”, concluía Bailey, quien fue una de las muchas celebridades adosadas de un modo u otro al universo de los Kray, obsesionados con la relevancia social y cultural desde sus inicios en el barrio londinense de Whitechapel. La lograron y la mantuvieron viva incluso tras entrar ambos en la cárcel en 1969, después del juicio por asesinato más largo de la historia de Reino Unido.
En sus tiempos en prisión, lograron que Maureen Flanagan, bella integrante de la banda, participara en el show de Benny Hill o en el Monty Python’s Flying Circus, e incluso, desde la cárcel consiguieron organizar eventos benéficos bajo su nombre al que acudían famosos como el futbolista George Best. Hoy, la figura de los Kray vuelve a ser relevante: se estrena (este invierno) la película Legend, en la que Tom Hardy interpreta a los dos gemelos; en breve se lanza un nuevo documental (The Krays: The prison years), y se tiene la certeza de que, tarde o temprano, Kate Kray, exmujer de Reggie –se casó con él cuando este estaba en la cárcel y juntos vendieron la exclusiva de la boda por 10.000 libras (13.600 euros)– lanzará un nuevo libro (lleva ya 19) sobre su experiencia con esta suerte de realeza pop de los bajos fondos londinenses. Se vuelve a peregrinar a su tumba en el londinense Chingford Mount Cemetery, y en los pubs de Whitechapel suenan The last of the famous international playboys, de Morrissey, y The charmless man, de Blur, dos de las canciones en las que aparece la casi totémica figura de estos dos maleantes agresivos, salvajes y obsesionados con la fama.
“En realidad eran unos criminales de pacotilla”, recuerda el autor Duncan Campbell. “Les interesaba más ser famosos que buenos en lo suyo. Estaban obsesionados con los mafiosos estadounidenses que fueron célebres en su juventud, y siempre trataron de armar su carrera imitando a la de Billy Hill, el gánster que dominó el Soho en los años cincuenta y que, en el fondo, era un poco como ellos: quería ser Humphrey Bogart, hasta el punto de que se iba de vacaciones a Cannes y tenía un club en Tánger”. La trágica historia de los Kray también está asociada a dos locales de ocio. Uno, The Blind Beggar, un pub en Whitechapel Road en el que en 1966 Ronnie Kray asesinó a balazos a George Cornell, líder de la banda rival, The Richardsons. El otro es un supuesto club nocturno ilegal situado en el sótano del piso regentado por Jack The Hat McVie en Stoke Newington. Ahí lo asesinó Reggie en 1967.
“Todo el este de Londres está lleno de lugares asociados a la leyenda de los gemelos”, recuerda Richrad Cobb, de East End Tourism, empresa que realiza tours turísticos por esta zona de la capital. Uno de los más exitosos, el que recorre los lugares clave para entender la historia de los gemelos. “El interés por ellos no para de crecer. Parece que la gente encuentra totalmente irrelevante su violencia: siguen fascinados por esta suerte de estrellas del pop”. El ascenso de esta pareja de exboxeadores al estatus de iconos tiene mucho que ver con la habilidad del Reino Unido para entronizar a figuras convulsas y con la del ser humano para fascinarse con todo lo que tenga que ver con los mafiosos.
En el caso de los Kray, a esto hay que sumar un elemento nuevo: la época en que cimentaron su reputación, los años sesenta, es una especie de Narnia cultural a la que seguimos acudiendo en busca de iconos que nos digan qué debemos hacer y cómo debenos vestirnos y comportarnos. Tom Fordy, periodista de The Guardian, añade a la ecuación ciertos elementos que hacen que la de los Kray sea una mitología esencialmente celebrada por la masculinidad: “Estos personajes son clave en la cultura masculina del Reino Unido: el caradura del este de Londres, capaz de aniquilar a sus enemigos y luego llegar a casa a cuidar de su madre. En ellos se combinan la realidad y la fantasía del hombre inglés”. Por su virulencia y por su estrechísima relación con su progenitora, los Gallagher (Oasis), aunque ellos hubiesen siempre querido ser Lennon y McCartney, tienen más que ver con Reggie y Ronie Kray.
El interés por ellos no para de crecer. Parece que la gente encuentra totalmente irrelevante su violencia: siguen fascinados por esta suerte de estrellas del pop”
Sexo, exclusivas y salmón ahumado — La disfuncionalidad de los gemelos, más que en su violencia, se refleja en su vida privada. El desaforado amor por su madre, Violet, una típica señora del East End, cuenta la leyenda que fue el motor de sus actividades criminales: querían darle una vida mejor. Ella también es clave en ciertas normas de conducta que jamás vulneraron. Como recuerda John Pearson, autor de The profession of violence, uno de los más celebrados volúmenes sobre el devenir de los mafiosos londinenses, “Ronnie y Reggie se jactaron siempre de sólo haber utilizado la violencia contra otros mafiosos. Se especula mucho sobre cómo sería hoy, por ejemplo, el tráfico de drogas en el East End si ellos siguieran vivos. Supongo que estaría más controlado y habría menos violencia, pero sin duda las drogas serían carísimas. Otro aspecto interesante sería saber cómo se relacionarían con la prensa actual, pues, sobre todo durante su tiempo en prisión, mantenían contacto directo con los tabloides, a los que les vendían cualquier historia que les sucediera entre rejas”.
Los Kray estuvieron encarcelados desde 1969 y hasta su muerte (Ronnie, en 1995, con 61 años; y Reggie, en 2000, con 66). Durante ese periodo recibieron visitas regulares de miembros de su círculo, quienes nada más salir del penal llamaban a los medios para narrarles, a cambio de unas libras, el devenir de los hermanos. Ronnie, que pasó sus últimos años en el hospital penitenciario de Broadmoor, pedía que le trajeran salmón ahumado y bagels de su panadería preferida de Brick Lane. Su cuenta en la cafetería del hospital alcanzaba una media de 7.000 libras a la semana (unos 9.500 euros).
De cualquier modo, el aspecto de su vida privada más sorprendente ha sido siempre el sexual. Hasta hace poco, lo que había trascendido era la bisexualidad de Ronnie, pero entre el aluvión de nuevas revelaciones que aparecen estos días se halla una casi macabra. John Pearson la desarrolla: “Ronnie era abiertamente gay, pero en el East End de entonces esto estaba realmente mal visto. Así pues, convenció a Reggie para que practicaran sexo juntos, para no exponerse a que nadie les pillara. Eso fue antes de convertirse en celebridades. Cuando eso sucedió, Ronnie se creyó tan poderoso que exhibía sus conquistas sin pudor”.
Hoy, los gemelos son personajes inolvidables de la historia de Londres. Sólo una persona trató de olvidarles. Y murió en el intento. Fue Frances, la mujer de Reggie, quien se suicidó a los 23 años. Antes de matarse llevó a cabo un intento desesperado por salir adelante: se sometió a electroshock para tratar de olvidar su matrimonio. Pero hay gente que no se olvida. Y Ronnie y Reggie Kray son parte de esta estirpe.
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