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Cómo se construye un monstruo

Durante dos años, 14 periodistas latinoamericanos investigaron en la vida de presos, narcos, violadores y hasta caníbales

Amelia Castilla
Marcos Brindicci

No se lee como un libro cualquiera. ¡Imposible! En sus más de 500 páginas se oculta tanta maldad que conviene dejarlo reposar y tomar aire antes de volver sobre las andanzas de los 14 psicópatas latinoamericanos que retrata Los malos. Hablamos de gente corriente que un día se creyó omnipotente; algunos, los que formaban parte de la DINA (la policía política chilena) o los que dirigían los centros de detención más emblemáticos de la dictadura militar argentina o el lugarteniente del panameño Manuel Antonio Noriega, que presumía de ser “el inventor del miedo”, usaron al ser detenidos el ya célebre latiguillo exculpatorio de que “cumplían órdenes”; los otros (integrantes, entre otros, del movimiento Sendero Luminoso, miembros de las maras salvadoreñas o el pran –líder de los presos– más temido de las cárceles venezolanas) también dejaron su sello personal. Casi todos siguen vivos.

'Los malos'

Editado por Leila Guerriero, en Ediciones Universidad Diego Portales en la colección Vidas Ajenas, el título responde fielmente al contenido: hombres y mujeres contemporáneos y en su mayoría vivos. "Habitan la zona feroz de los colores plenos. Un libro que cuenta la vida (y la obra) de malos químicamente puros. Malos inapelables", explica en el prólogo la periodista argentina.

Durante más de dos años, 14 periodistas latinoamericanos investigaron en la vida de militares, policías torturadores, presos, narcos, pandilleros, violadores y hasta caníbales buscando en qué momento un niño abandonado o falto de cariño o mimado, que también los hay, se convirtió en un malvado. La idea consistía en entender cómo se construyen los personajes que luego son vistos como monstruos. Hablar con ellos, mirarles a los ojos, entrevistar a sus madres, preguntar a sus vecinos, buscar en sus fichas policiales…, contrastar datos. Cada capítulo narra una vida atroz y un esfuerzo por entender qué paso.

El periodista Alfredo Mesa visitó la prisión venezolana de Vista Hermosa para entrevistarse con Wilmito, el recluso que durante ocho años administró la violencia dentro de la cárcel para que todos tuvieran claro el precio que pagarían si intentaban destronarlo. Y la periodista chilena Alejandra Matus escuchó perpleja cómo una mujer detenida y torturada durante la dictadura de Pinochet le contaba en la sala de su casa donde la estaba entrevistando cómo había sido su encuentro con la perversa Ingrid Olderock: “Entonces escuché la voz ronca de una persona que claramente daba las órdenes. Pensé que era un hombre, pero luego, cuando comenzó a cargarse sobre mí, me di cuenta de que era una mujer. Me imaginaba que me iban a violar como en Villa Grimaldi (…). Pero nunca imaginé lo que venía. No me di cuenta de que había un perro hasta que lo tuve encima”. Los periodistas buscaban personas, pero solo encontraron bestias. Bestias humanas.

elpaissemanal@elpais.es

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