_
_
_
_
MIRADOR
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Nativos

La verdadera máquina de hacer españoles no es Portugal, como cree el novelista Valter Hugo Mãe, sino Televisión Española

Javier Rodríguez Marcos

El filósofo turinés Gianni Vattimo cuenta en sus memorias, modestamente tituladas No ser Dios, que dejó de ser católico cuando dejó de leer la prensa italiana. Corrían los años sesenta y vivía con una beca en Heidelberg, La Stampa llegaba con dos días de retraso y él perdió la costumbre de comprarla poco antes de perder la fe. Así fue, con distancia, como se disolvieron sus antiguas creencias.

Dado que el patriotismo es, junto al fútbol, la versión moderna de las religiones, nada nos impide pensar que lo que funcionó con el catolicismo podría funcionar con el nacionalismo. Convendría, eso sí, ponerlo a prueba con la televisión. Por un lado, el papel de la prensa ya no es el que era cuando Vattimo se moceaba. Por otro, la verdadera máquina de hacer españoles no es Portugal como cree el novelista Valter Hugo Mãe, esa máquina es Televisión Española. Igual que las cadenas autonómicas son máquinas de hacer lo que toque: andaluces, gallegos, vascos o catalanes.

Los informativos de TVE están bajo sospecha desde que el PP confundió la mayoría absoluta con la pensión completa; los de Telemadrid rompieron hace tiempo el molde de esa misma sospecha y hasta el Consejo del Audiovisual de Cataluña ha criticado la deriva independentista de TV-3 desde que, será casualidad, Artur Mas tomó ese mismo camino. En el fondo, aquel deseo de José Ignacio Wert, tertuliano antes que exministro, de españolizar a los chiquillos de Barcelona no era más que contraprogramación. “Olvidadizo de que ya lo era, quise ser argentino”, dice la famosa frase de Borges. Para eso está nuestra pantalla amiga, para que no olvidemos que deberíamos ser aquello que ya somos.

Muy pronto las fiestas populares y el olor de las urnas duplicarán la presencia en la tele de políticos de por sí omnipresentes (costumbre que chirría en los países civilizados). Dado que sus intervenciones se limitan a lanzar consignas y a criticar la propaganda contraria (en mangas de camisa los fines de semana), sería bueno firmar una moratoria que sacase de la bendita parrilla la cuota de formación nacional y dejase trabajar a los periodistas. Si después de unas pocas semanas sin ver a nuestros dirigentes confundiendo patria con patrimonio nos sigue interesando saber quiénes somos más que cómo vivimos, nos habremos merecido todo lo que nos pase. O todo menos el 3%.

La desgana de Luis Cernuda, que se decía español por no ser otra cosa, contrasta con la chispa de aquel emigrante contento de ser gallego porque eso, afirmaba, lo puede ser cualquiera. Es cierto. Como sabe toda persona mayor de 30 años, ser extremeño, vasco, catalán o español es fácil, lo difícil es ser nativo digital.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_