Café Comercial
El asunto es que Madrid se va quedando sin ese tipo de establecimientos

El Café Comercial está en la Glorieta de Bilbao de Madrid. La marca Café Comercial ya no está allí desde ayer. Ha dejado de estar operativa, lo que en este caso quiere decir que allí ha dejado ya de darse nada a cambio de nada. Si logras meterte dentro y asomarte a la barra para pedir dos cafés con leche puede que incluso te digan hasta cuánto era, si es que hay alguien que tenga memoria de más de un día, claro. No es tan sencillo.
La pregunta de casi todos los que se topan con su puerta cerrada es la misma: “¿Y por qué lo han cerrado?”. Esa pregunta lleva dentro una prolongación implícita que sería algo así como: “…Si yo venía casi todas las semanas”. Y se pone uno a echarle las cuentas al sorprendido parroquiano diciendo: “A ver, una consumición multiplicada por casi todas las semanas nos da… una nadería, señora”.
En el Café Comercial nadie gastaba más de cuatro euros por consumición, ni estaba menos de ocho horas aferrado a alguna de sus mesas. Era imposible que aquello fuera rentable. Sólo una oportuna declaración de la alcaldesa Carmena diciendo, por ejemplo, que cada madrileño tenía al año un cafelito cortado gratis allí por vivir en Madrid: eso y sólo eso, que habría puesto el número de consumición por encima de los cuatro millones y medio de euros anuales, habría salvado sus cuentas. Claro que yo hablo por boca de ganso, porque no sé las razones exactas que se esgrimen para el cierre. Pero dudo de que la causa sea algún crimen pasional, por ejemplo. Por supuesto, nos gustaría eso porque todos conocemos alguna pareja cuya primera cita ha sido en el Comercial.
El asunto es que Madrid se va quedando sin ese tipo de establecimientos. Cuando la cerveza está bien tirada (que no era el caso) y el café bien hecho, que a veces sí, es muy de lamentar. Pero sobre todo es de lamentar que uno ya sólo puede sentarse cómodamente a cambio de dinero. ¡Qué romántico era sentarse gratis allí!
Si el problema es de pasta, podríamos llegar a un acuerdo que incluya el pago por tiempo en el sofá o por tirar la cerveza sin que huela a jabón.
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